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Una joven de 20 años, con una melena que le llegaba a la cintura de color marrón, con unos ojos color miel y una buena figura, se encontraba sentada en un salón viendo la televisión. 

A diferencia de la mayoría de personas, ella no veía una película sino que se encontraba revisando unas grabaciones de una cámara de seguridad para poder encontrar una pista de la persona que estaba buscando. 

La chica detuvo la grabación al escuchar como su móvil sonaba. Ella, estando sentada en el sofá con las piernas encima de la mesa baja que tenía delante, las bajó para poder alargar el brazo y alcanzar el móvil. 

– ¿Si? 

– ¿Señorita Melany? 

– Si, soy yo, ¿qué ocurre inspector? 

– Verá nuestro primer sospechoso acaba de moverse. 

– ¿A dónde se dirige? 

– Al aeropuerto. 

– Deténganlo. – Ordenó sin titubear. 

– ¿Qué le decimos? – Esa pregunta hizo que una leve carcajada se escapara de los labios de la joven, quién se hizo para atrás en su asiento hasta apoyarse en el respaldo del sofá. 

– Solo lo que tenéis que decirle. Le pidieron que no abandonara el país e intenta hacerlo, por eso pueden arrestarlo y retenerlo el tiempo que crea conveniente. 

– Tiempo que crea usted conveniente ¿no le parece? – Cuestionó el Inspector por el otro lado de la línea consiguiendo que una sonrisa de medio lado se dibujara en los labios femeninos. 

La morena se incorporó del sofá para acercarse a la gran ventana que daba a la calle mientras veía a las diminutas personas pasear por la calle desde la planta número 20. 

– Denme una hora para poder acabar con este caso, os daré la información al acabar. 

– ¿Cómo la enviará? 

– Os la llevaré, como siempre. – Respondió con una voz monótona sin despegar sus ojos de las hormiguitas que parecían ser el resto de personas en la calle. 

– Muchas gracias, señorita. 

– No se merecen, es mi trabajo. – Se despidió cortando la llamada y tras un suspiro se cruzó de brazos. – Este trabajo nunca se acaba, por muchos delincuentes que se atrapen. Además la mayoría de detectives no se preocupan por casos que no les llaman la atención, eso no quiere decir que no sean casos. – Comentó al aire con algo de reproche rompiendo el silencio de esa habitación. 

Y es que así era, esa joven era una detective, una de los cuatro mejores detectives, su nombre Melany Maat

Hacía varios años que se dedicaba a eso, desde los 10 años, ayudaba a la policía en sus casos. A partir de los 17 se fue por su cuenta, pero no dejó de ayudar a la policía. No eran muchos años, pero en esos 3 años había conseguido una gran reputación como detective a pesar de su corta edad. 

Volvió a su caso, que hacía apenas una hora había aceptado. Regresó a su asiento viendo la grabación de la cámara de seguridad. Tras 30 minutos estando en esa habitación decidió salir con unos documentos en la mano. 

Hoy no le apetecía conducir, así que llamó a un taxi que la estaba esperando en cuanto salió del edificio donde estaba alojada. Un gran hotel con muchos huéspedes entre los que se podía camuflar, pero como todo buen hotel cuenta con personal bastante capacitado cómo para recordar cada uno de los nombres. Y el botones, que en ese momento le abría la puerta, lo demostraba. 

Unidos por la justiciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora