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– ¿Puedo preguntarte algo? – La joven se giró parcialmente para ver a la persona que casi le había dado un infarto, pero su corazón acelerado por el susto se relajó al reconocerlo. 

– ¿De qué se trata, Ryuzaki? – Investigó regresando su vista al ventanal. 

– ¿Cómo demostraste que el hombre que te adoptó era el asesino de tus padres? 

Había ido directo al punto, sin andarse con rodeos y eso era parte de su encanto y razón por la que Melany se sentía a gusto con él. 

Era transparente. 

– En su habitación secreta estaba el arma con la que los mataron a ambos. Ese hombre sabía muchas cosas de mis padres. Espiándolo conseguí una confesión sobre que había matado a mis padres, incluso llegó a decir la marca del arma. Solo tuve que buscarla para corroborar la historia y en el proceso me hice con una carpeta llena de información sobre mis padres, incluida la deuda que tenían. – La explicación causó un silencio en la sala mientras Ryuzaki asimilaba cada uno de los datos proporcionados hasta que Melany decidió sacarlo de su mente. – Puedes decirlo. 

– Decir ¿el qué? 

– Que todo eso es muy raro, todo estaba esperando a ser descubierto. Todo esperaba a que llegase yo. – Confesó girando sobre su propio eje para encarar al detective con una mirada decidida. 

Ryuzaki, abrió los ojos al darse cuenta de que ella había podido leerle a la perfección, casi como si le hubiese leído la mente. Segundos después relajó su expresión. 

– Puede ser que ese hombre fuera idiota y te subestimara. – Justificó dejando que de nuevo el silencio los envolviera y al ver cómo ella fruncía el ceño, preguntó. – ¿Estás bien? – Obtuvo un leve gesto de cabeza negando esa pregunta y cuando centró sus ojos en Ryuzaki, éste pudo ver gracias a la luz de la luna, que se encontraban cristalinos. 

– Pensé... pensé que si hacía como si nada hubiese pasado, acabaría olvidándome de todo eso. Y ahora me doy cuenta de que solo sirvió para que doliese más. – Confesó la detective mientras contenía el llanto abrazándose a si misma. 

Por su parte, el peli negro acortó la distancia entre los dos lo suficiente para posar sus manos sobre sus hombros. Ella levantó de nuevo su vista percibiendo la preocupación en el rostro masculino hasta que sintió como los brazos de él la rodeaban y la aproximaban a su cuerpo. Se dejó abrazar, un poco sorprendida por la acción, pero tras sentir las caricias de él en su pelo ella escondió su cabeza en su cuello dejando que todo ese dolor saliera por fin de su interior. 

Después de tantos años, de tanto dolor, finalmente la joven lloraba por la muerte de sus padres. 

– Tranquila. – Le susurró al oído con una voz calmada y llena de compasión. – Llora todo lo que necesites, estoy aquí. 

Y así lo hizo durante los siguientes 15 minutos donde ninguno de los dos se movió. Ella escondida en su cuello empapando su camisa y él abrazándola, proporcionándole dulces caricias en su pelo y susurrándole palabras tranquilizadoras. 

Tras ese tiempo sintió cómo el cuerpo de la joven se apoyaba más contra él, por su respiración calmada supo que ella comenzaba a adormilarse así que sin permiso y con mucho cuidado la separó un poco para agacharse y pasar un brazo por detrás de sus rodillas. La alzó en el aire y entre sus brazos la llevó hasta su habitación donde la tumbó delicadamente, evitando movimientos bruscos que pudieran desvelarla. 

Una vez tumbada, la observó con detenimiento. Su pelo extendido por la almohada, la cara calmada con resto del agua salada que había desbordado de sus ojos, los cuales ahora se encontraban cerrados. Por su mejilla aun escurría una rebelde lágrima que fue retirada por una caricia del detective. Se agachó sobre la joven para depositar un suave beso en su frente y finalmente la arropó antes de marcharse de la habitación. 

Unidos por la justiciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora