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– Desde que me pediste ayuda por primera vez en un caso. 

– Y cuando tú te negaste a ayudarme. – Afirmó él sin apartar sus ojos de los de color miel de la chica percatándose cómo se abrían ligeramente ante esa frase. 

– ¿Qué yo qué? Fuiste tú el que rechazó mi ayuda sin darme tiempo siquiera de aceptarla. – Reprochó con algo de rencor en su voz. 

Solo esa le faltaba, después del desplante que él le había ocasionado esa vez, ahora resultaba que era ella la responsable de todo. 

– Jamás haría eso. Estaría loco si rechazara tu ayuda. 

– Pues lo hiciste. – Sentenció la joven y al ver que todavía era algo que no se creía matizó un poco más. – Y lo hiciste en persona, así que no puedes negármelo. – Ante tal confesión, fue esta vez el detective el que lucía totalmente sorprendido. 

– ¿En persona? – Cuestionó obteniendo un asentimiento de cabeza por parte de la joven quién se cruzaba de brazos indignada. – Eso es imposible Melany. El otro día cuando Watari te citó y nos presentó a todos... ese día era la primera vez que te veía. 

Ahora la sorpresa se reflejaba también en el rostro de la nombrada que se descruzó de brazos observando a Ryuzaki, quién ahora se encontraba con el tenedor de nuevo en la boca tras un trozo de tarta y mirando su taza de té pensativo. 

– Eso no puede ser posible Ryuzaki. Tras comunicarte conmigo para pedirme ayuda recibí al cabo de dos horas otra llamada para citarme en una cafetería. Te presentaste personalmente diciéndome que no necesitabas mi ayuda porque solo sería un estorbo para la investigación. – Explicó ella, un tanto más calmada mientras su mente iba a mil por hora intentando encontrar una explicación. 

– Te digo que es imposible porque jamás te había visto en persona. 

– ¿Acaso me estás haciendo pasar por loca? No fue mi imaginación. Tú me citaste allí, me lo aseguraste, me diste datos y hechos que demostraban que eras tú. Me los distes para demostrar que eras L porque nadie te había visto nunca el rostro y que aun así te habías disfrazado. Puede que no llevaras la misma ropa, ni usaras esa misma postura para sentarte en una silla o que te cambiaras de lentillas, pero eras el mismo Ryuzaki. – Tras la explicación tan detallada de la joven, Ryuzaki volvió a observarla con detenimiento. 

Sabía que cada una de las palabras que salían de los labios de la fémina eran algo verídico. Tal y como a él le ocurría, siempre observaba todo con detenimiento y se quedaba con detalles clave que luego le servirían en un futuro y no es algo que solo le pasara en los casos, sino que era algo que día a día le ocurría. Gracias a eso, sabía que aquella joven no estaba mintiendo, que cada una de sus palabras era cierta, y esos detalles tan bien explicados... 

– Has dicho lentillas, ¿por qué? – Preguntó tras meditar cada uno de los detalles proporcionados y ante esa cuestión la chica frunció el ceño. 

– Aquel día, tus ojos eran rojos, supongo que era parte de tu atuendo para que nadie pudiera reconocerte más tarde. Nunca está de más proteger tu identidad. 

– ¿Rojos? – Ella volvió a asentir segura de sus palabras, tan segura estaba que Ryuzaki no dudaba de lo que ella decía y gracias a eso una idea despertó en su mente. 

– ¿En qué piensas Ryuzaki? – La voz femenina lo tomó por sorpresa. 

Levantó su mirada de nuevo para observarla percatándose de que ella había estado estudiando cada una de sus expresiones y que lo había sabido leer perfectamente. Ella era consciente de que Ryuzaki se había percatado o al menos tenía una hipótesis de qué había sucedido aquel día, aquella ocasión que marcó dos vidas por completo. 

Unidos por la justiciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora