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– ¿Sabes? A mi me gustan los tipos duros. Los que no respetan la ley. Los que tienen las manos manchadas de sangre, quizá si fueras uno de ellos... me plantearía eso de ir contigo a tomar algo. – Habló con voz seductora la detective acariciando todavía el cuello de su camisa rozando levemente la piel de su cuello erizándole la piel. 

– Si, lo hice. – Respondió rápidamente centrado en la joven enfrente de él sin percatarse de lo que estaba diciendo. 

La detective se separó de él bajándose de la mesa para volver a su asiento. No obstante, no tomó asiento, sino que se situó detrás de su silla apoyando sus manos en el respaldo. 

– Si ¿qué? – Cuestionó aun con una mirada seductora en sus ojos color miel. 

– Acabé con esa chica. – Confesó aún hipnotizado mirando el escote de la detective. 

Una sonrisa de medio lado se dibujó en su cara al conseguir la confesión del asesino. En el instante en él que vio la sonrisa de victoria de la fémina se percató de que había hecho dejando ver la preocupación en su rostro. 

– No, espere... me ha engañado. 

– Yo no hice nada, además tengo pruebas de que lo cometiste el crimen. Sin embargo, el juez quería una confesión y ahora ya la tiene. 

Akanahua se levantó de su asiento tirando la silla al suelo por la fuerza empleada. Su movimiento se vio interrumpido por el tirón ejercido de las esposas que lo mantenían atado a la mesa. 

– ¡TUUUU! ¡Me has engañado! ¿Quién demonios eres? – Cuestionó con una cara llena de odio. –No eres poli ¿cierto? ¿Qué pruebas tienes? ¿Eh? No tienes nada contra mí. 

Una leve carcajada se escapó de los labios de la fémina quién muy decidida respondió a la pregunta. 

– Una cámara te grabó. Tengo las pruebas, tengo el arma del que querías deshacerte, tengo todo lo necesario para meterte en la cárcel de por vida. – Respondió sacando todas las fotos que había dentro de la capeta y esta vez con una mirada mucho más seria, lo inspeccionaba. – Ha arruinado la vida de todas estas chicas y están encontrando los cuerpos de todas ellas. Y usted, usted irá a la cárcel por lo que ha hecho. 

Ha estas alturas el acusado ya se había dado cuenta de que estaba completamente perdido, estaba desesperado y solo le quedaba una salida, lo que él creía que era una salida. Aun de pie intentó abalanzarse contra la joven por encima de la mesa, mas no la dio alcanzado cuando ella dio un paso hacía atrás y un par de policías entraban en la sala para detenerlo. 

– Esto se ha acabado, ahora te darán tu merecido. – Sentenció uno de ellos a la vez que ponía a Akanahua sobre la mesa y lo esposaban. 

La joven detective se disponía a salir de allí, pero antes de cruzar la puerta se giró para mirar a ese hombre. 

– Por cierto, tenías razón. No soy poli, soy detective, la detective Melany Maat. Más conocida como La Reina. – Concluyó para luego desaparecer tras la puerta mientras escuchaba los gritos de la persona que acababa de meter entre rejas. 

Nada más salir de la sala de interrogatorios, fue interceptada por el inspector. 

– Se lo agradezco señorita Melany, sin usted no lo hubiésemos conseguido. 

– Ya le dije que este es mi trabajo. 

– De todas formas, gracias. – Dicho esto estrecharon sus manos. 

– Si necesita ayuda en algo más, no dude en contactar conmigo. 

– No dudaré, tenga muy claro. – Aceptó el inspector la oferta con una gran sonrisa de agradecimiento en su rostro.

Unidos por la justiciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora