Capítulo V

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Llegó el día siguiente y, con ello, una nueva jornada de trabajo.

Tal y como lo dictaba su rutina desde hace mucho tiempo atrás, Levi se levantó temprano y se alistó para realizar su rutina de ejercicios matutina. Los tenues y brillantes rayos de sol lo acompañaron en su marcha por el barrio, al tiempo que veía cómo otras personas se sumaban al despertar, listas para aprovechar el día al máximo.

Completadas las siete vueltas habituales más una adicional, regresó a su casa y tomó una ducha rápida para luego preparar un desayuno sencillo y proceder con una de las actividades que realizaba sin falta: la limpieza.

Si le preguntaban desde cuándo adquirió ese hábito que a veces rozaba lo obsesivo, diría que nació durante su larga estancia en Montreal, donde muchos de sus compañeros no conocían el concepto de orden y dejaban todo hecho un desastre la mayor parte del tiempo. Siempre tuvo tendencia a ver y mantener todo en su lugar; así se lo enseñaron sus padres, por lo que dados esos antecedentes lo convirtió en una especie de ritual necesario antes de salir de casa para completar sus labores cotidianas.

Ya sintiéndose plenamente satisfecho al ver todo reluciente y, tras verificar la hora, se dio algunos minutos para leer algunas páginas de un libro. Pero no era cualquiera, sino que se trataba sobre el patinaje y todo lo que este involucraba. Era uno de los tantos que tenía en su biblioteca personal y que repasaba constantemente ya que, si bien había cultivado mucha experiencia, no estaba de más seguir instruyéndose, y más ahora que no era el protagonista, sino el formador de potenciales estrellas.

Una vez que terminó, tomó sus pertenencias, salió de la casa y se dirigió al garaje. Subió a su auto, hizo rugir el motor y no tardó en abandonar la residencia.

Mientras conducía, miró brevemente a un costado y, al encontrarse con un grupo de niños, recordó a cierta joven castaña que, una vez finalizada la jornada en la academia, se le acercó entre nerviosa y emocionada y le pidió su autógrafo. Siendo sincero, le resultó un tanto curioso saber que, a pesar de haber desaparecido del mapa por un largo tiempo, todavía había personas que lo recordaban y lo miraban con un deje brillante de ilusión.

Aun así, no se negó y le firmó la portada de un cuaderno. Ella miró el autógrafo como si fuera una mina de oro, y sus compañeros que se encontraban cerca rieron ante su expresión, cosa que hizo que él mostrara una diminuta sonrisa.

La anécdota fue agradable de recordar, y ya que estaba trayendo a colación detalles del día anterior, también revivió lo que sucedió con sus nuevas alumnas.

Poco después de que se integrara a la academia, realizó una investigación de cada uno de los patinadores convocados para así tener un antecedente sobre sus habilidades. Por supuesto, le llamó la atención ver los programas de Mikasa, pero los de Sasha tampoco se quedaron atrás y pudo destacar de ellos aspectos que, en su opinión, eran necesarios explotar.

Era más que evidente que presentaban un nivel superior, y eso lo constató cuando las observó durante la prueba. Siguiendo sus protocolos, quiso apreciarlas una última vez cuando los demás se retiraron, y si bien Sasha se mostró íntegra, le sorprendió que no sucediera lo mismo con la azabache.

El comentario que soltó una vez que estuvo fuera de la pista no lo hizo en son de maldad. Bueno, admitía que no supo elegir bien las palabras y que quizás se dejó llevar por una ligera pizca de decepción, pero otra sorpresa se llevó cuando la vio saltar enojada y plantarse en su delante viéndolo con ojos indignados.

Era la primera vez que alguien hacía algo así, y aunque creyó que pronto se doblegaría, fue él el primero en perder la batalla, intrigado, más que nada, por su fuerte e imbatible carácter que no le permitió hacer un movimiento certero.

MANTO ESTELAR (RIVAMIKA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora