—¡Cuídate mucho, querida!
Un nuevo año había dado inicio, y como dictaba la tradición en el País del Sol Naciente, fueron tres días de celebración donde predominaron los colores, la música y una serie de actividades al aire libre que llenaron de regocijo y nuevas expectativas a todos sus habitantes.
El momento fue aprovechado por Mikasa y los demás chicos, quienes se divirtieron participando en los juegos y danzas tradicionales y visitando las ferias, pero una vez que todo se acabó, volvieron a encontrarse un par de días después en el aeropuerto para, junto a los entrenadores, despedir a Sasha y Nicolo.
Fue imposible detener el torrente de emociones que los invadió al verse finalmente en ese instante, y aunque se habían estado preparando mentalmente para mantenerse fuertes, el estar todos reunidos provocó que dejaran de contenerse y expresaron sin tapujos todo lo que estaban sintiendo.
—¡Te vamos a echar mucho de menos! —exclamaba Connie sin dejar de abrazar a la castaña y con un par de lágrimas rodando por sus mejillas.
—La vas a asfixiar con tus lloriqueos. Además, no eres el único que quiere despedirse —dijo Jean, tratando de alejarlo de ella.
—Dices eso, pero sé que también quieres llorar.
—¿Y cómo no si mi amiga de la infancia se va?
—Nuestra.
—Sí, está bien, pero apresúrate antes de que me gane la tristeza y anuncien su vuelo.
Aquella pequeña interacción hizo que Sasha riera y pudiera sobrellevar mejor la situación, ya que, a pesar de estar emocionada por iniciar su viaje por el mundo, también se sentía melancólica por dejar atrás a su familia y a esas personitas que había tenido la dicha de conocer.
Uno a uno continuaron las despedidas con el grupo de la academia. Mikasa le dio un fuerte abrazo, y con la promesa de pronto volverse a encontrar como rivales en el hielo, se separó y dejó que sus padres y hermana también se despidieran.
—Cuídala mucho —le dijo la señora Blouse a Nicolo sin dejar de llorar.
—No dude de que así será.
—Diviértete, hija. Y no olvides de venir a visitarnos de vez en cuando —le dijo su padre.
—Dalo por hecho.
Tras un último abrazo a Kaya (quien se resistió un poco a dejarla ir), escuchó el anuncio de su vuelo a Finlandia y, junto a su esposo, se despidieron por última vez y se alejaron junto a sus maletas, desapareciendo pronto de la vista de todos.
Aún con sentimientos encontrados, y después de comprobar que su avión había despegado, abandonaron la sala de espera rumbo a la salida, apenas reparando en el ir y venir de otras personas en aquel sitio que se volvía cada vez más concurrido.
—¿Quieres que te lleve a casa? —le preguntó Levi a Mikasa una vez estuvieron fuera.
—Está bien —respondió en un tono apagado, sin ánimo de reprochar.
Se despidieron de los demás y subieron al auto, iniciando luego de algunos segundos su trayecto bajo la mirada intrigada y curiosa de los jóvenes patinadores y de los entrenadores, en especial de Hange y Erwin, quienes no pudieron evitar mirarse con la más grande interrogante dibujada en sus ojos.
En viaje no tardó mucho a pesar de la ligera congestión que se presentó, típica de esas horas de la mañana, y si bien la intención del azabache era solo dejarla para que aprovechara su penúltimo día libre antes de volver a los entrenamientos, sus planes rápidamente dieron un giro cuando ella lo invitó a quedarse.
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MANTO ESTELAR (RIVAMIKA)
Fanfiction"Salió a la pista y todos los reflectores se posaron en su figura. La melodía hizo eco en todas partes, pero no prestó más atención que a su rutina que parecía un baile junto a las estrellas". Él, un atleta prodigio que decidió dejar todo atrás para...