Capítulo XX

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—¡Levi!

La presencia de cientos de personas que transitaban por la terminal aérea daba cuenta del ajetreo común a esas horas de la tarde. Era un día cualquiera en el que muchos viajaban, unos abandonando Japón y otros llegando, como sucedía en muchas otras ocasiones, pero esa especie de normalidad se vio perturbada al escuchar aquel grito desgarrador que, por un efímero instante, resonó en toda la zona de embarque al exterior y parte de las salas contiguas.

Esto, por supuesto, alertó a aquellos que se encontraban cerca, y cuando buscaron el origen de tan lastimera exclamación, se encontraron con cierta azabache que, sosteniendo la medalla contra su pecho, lloraba desconsoladamente mientras negaba una y otra vez con la cabeza de forma desesperada.

Había tratado de hacerse a la idea de que todo no pasaba de una cruel pesadilla, pero el dolor era tan fuerte, tan asfixiante que no pudo soportarlo y estalló, sin importarle hacer una escena y que muchos la estuvieran observando, unos confundidos y otros con lástima.

Algunos estuvieron a punto de acercarse para ayudarla de alguna forma aún sin saber exactamente la razón de su estado, pero no fue necesario ya que, como un rayo, llegaron un rubio y un castaño abriéndose paso.

Estos habían sido previamente alertados por Hange sobre la situación, por lo que, con la ayuda de Kiyomi, fueron en su auto a toda velocidad y salieron corriendo en cuanto estacionó para ingresar al aeropuerto. Cada uno fue en una dirección diferente, preguntándose en dónde estaría la ojigris, pero al escuchar el eco del grito supieron de inmediato que se trataba de ella y lo usaron como guían para encontrarla, aproximándose preocupados al verla en el suelo y sin parar de sollozar.

—Mika —se arrodilló Armin a su lado—. ¿Qué pasó?

—Levi... —murmuró con la voz quebrada y lo miró—. Levi se fue...

—Oh, querida —la abrazó para consolarla—. No te pongas así.

—Es imposible. Duele mucho...

—Entiendo cómo te sientes, pero ¿qué te parece si vamos a conversar a un lugar más tranquilo? Tu tía está esperándonos afuera. Vayamos con ella.

Por un instante la azabache puso un poco de resistencia, pero luego accedió y se levantó, siendo guiada por sus amigos mientras las lágrimas no dejaban de acumularse en sus ojos y humedecer su rostro. Una vez afuera, Kiyomi se apresuró a recibirla, impactada por verla así de destrozada, pero prefirió no preguntar nada para no presionarla y se subió al auto luego de que ella y sus amigos lo hicieran, poniéndose en marcha inmediatamente.

—Toma —Eren le tendió su maleta—. Creímos que ibas a necesitar esto.

Asintió levemente, la abrió y lo primero que buscó fue su celular. Cuando lo encontró, ingresó a su lista de contactos y se detuvo específicamente en aquel nombre que se había vuelto su favorito. Marcó y se llevó el dispositivo al oído, con la mínima esperanza de que contestara y le dijera que no se preocupara, que todo estaría bien, pero no pasaron más de cinco segundos para que su más grande temor se materializara, golpeándola sin piedad.

Este número no existe.

El llanto volvió a abrumarla. Definitivamente se había ido.

—Ok. Supongo que es triste que tu entrenador se vaya, pero ¿no crees que estás exagerando un poco? —habló el castaño a su lado derecho.

—Eren —advirtió Armin.

—Lo digo porque es bastante común. Cuando surgen oportunidades, la mejor decisión es tomarlas. Además, puedes conseguir un nuevo entrenador en poco tiempo dado tu buen desempeño deportivo y...

MANTO ESTELAR (RIVAMIKA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora