Capítulo II

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Mikasa continuó caminando entre el ajetreo del día mientras pensaba en todo lo que hizo para ahora tener la oportunidad de patinar y, sobre todo, aprender en una de las más grandes escuelas de Japón. En definitiva, y a pesar de todo lo que tuvo que pasar, era un reconocimiento a su arduo trabajo, por lo que tenía que aprovechar y alcanzar las metas que se planteó cuando se graduó de la preparatoria.

En medio de aquellas reflexiones, visualizó a lo lejos la Academia de Hielo, la cual se hacía cada vez más grande a medida que se acercaba. Una emoción particular floreció en su interior y continuó su andar mientras escuchaba el soundtrack de una película hasta que...

—¡Hey! ¡Mikasa!

Esta se detuvo y miró a los lados para descubrir de dónde provenía aquella voz. Pero no fue sino hasta que se volteó que supo de quién se trataba.

—Oh, Sasha.

La castaña llegó corriendo hacia donde se encontraba.

—¡Hola! —sonrió ella—. Cuánto tiempo.

—Digo lo mismo.

—Te diriges a la escuela de hielo, ¿no?

—Así es.

—¿Te importa si te acompaño? Yo también voy para allá.

La azabache elevó las cejas. Ahora entendía por qué llevaba un bolso deportivo entre sus manos.

—No tengo problema.

—¡Genial! —volvió a sonreír y, juntas, retomaron su camino hacia el lugar.

Conoció a Sasha Blouse cuando participó en su primer torneo en la preparatoria. En ese entonces ella logró el segundo lugar, y en las competencias posteriores también se mantuvo en el podio, quedándose con la presea dorada en invierno.

Su estilo de patinaje tenía sus características peculiares y únicas, propias de la región de donde provenía, y aunque pertenecía a una escuela rival, eso no fue impedimento para que desarrollara una bonita amistad con la ojigris.

Para esta última, fue agradable volverla a ver luego de un año y más, pero asimismo se le generaron ciertas inquietudes que no tardó en externalizar.

—Por cierto, Sasha —guardó los auriculares en su mochila junto con el celular.

—¿Mmm? —dijo mientras buscaba algo en su bolso.

—¿Por qué estás en Kioto? Me sorprende ya que Nagoya también tiene una escuela fuerte. Imaginé que te quedarías allá.

La castaña sacó un par de bombones y le dio uno.

—No eres la única que me lo ha dicho —deshizo el envoltorio y se llevó el chocolate a la boca—. Creo que la mayoría de personas que conozco esperaban eso, y aunque fue una opción que consideré, quise salir y cambiar de aires.

—¿Te invitaron a formar parte de la escuela?

—Oh, sí. Ni bien terminé la preparatoria me llegó una carta, pero me tomé mi tiempo para pensarlo —botó la envoltura en un basurero cercano—. Estaba a un paso de aceptar ya que no me llegaban más invitaciones, pero luego de unos meses fui sorprendida con la de Kioto y no dudé en venir. Además... —hizo una corta pausa—, cabía la posibilidad de que nos reencontráramos, pero esta vez como compañeras.

—Y al parecer ese sueño se te hizo realidad —comió de su bombón.

—Los dioses escucharon a esta humilde y apenas talentosa patinadora.

—¿Apenas? Te restas mucho crédito porque yo te considero increíble. Incluso me superaste en una de las competencias.

—Lo recuerdo, aunque debo decir que no es la gran cosa —se encogió de hombros—. Es más, algunas veces dudé si eso era realmente lo mío.

MANTO ESTELAR (RIVAMIKA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora