#10 - Despedida

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Llegué.

Descalza, con los zapatos en mi mano y mojada... pero llegué.

La puerta blanca con el número 7 estaba frente a mi. Unos pequeños charcos de agua me seguían el paso y la luna me observaba dramáticamente.

Golpea. Me repito en mi cabeza. Golpea. Sin pensar.

Pero lo pienso.

¿Qué diré? ¿Si quiera me abrirá la puerta? ¿Me dará la opción de hablar?

¿La merezco?...

Golpea. Grita una voz en mi cabeza. ¿Qué dirás? Grita otra.

No hay tiempo. Literalmente no lo hay, sin darme cuenta los ojos marrones de Teo me observan con duda. Probablemente preguntándose que hago ahí, mojada y sin zapatos.

Durante unos segundos pude observarlo. Llevaba su pijama de nubes, aquella que su abuela le regaló.
Unas pantuflas marrón claro y el cabello despeinado.
Y en su mano izquierda, un pedazo de cartón.

Silencio.

- Encontré... unos gatos en la calle - habló por fin, tal vez dandose cuenta de que no dejaba de observar lo que llevaba en su mano - pero no quisieron entrar, asique...

- Entiendo... - realmente es un gran muchacho - yo... vine porque quiero hablar contigo.

Teo parece salir de su trance al ver mi ropa completamente mojada y rápidamente se hace a un lado para que yo pueda entrar.

Una vez adentro, observé una vez más el departamento. Aquel que fué mi casa durante un tiempo.

Teo se tardó un poco en entrar, tal vez porque estaba acomodando ese pedazo de cartón para que no se mojaran los gatos. Tonto, cuando el cartón se moja, se rompe.

Pienso pero no digo.

Lo veo entrar y siento otra vez ese sentimiento de duda. ¿Qué debo decir carajo?

- ¿Café? - es él quién rompe el silencio y yo solo atino a asentir.

Cuando se va a la cocina tarda unos minutos en volver, minutos en los que no llegué a ninguna conclusión. Asique solo callé a mi cerebro.

- Sin azúcar... - dejó la taza sobre la mesa y me extendió una toalla.

- Yo quiero... quiero disculparme - me mira extrañado y se sienta frente a mí - actué mal, no debí dejarte esa noche y correr. Soy una cobarde.

Él me mira. Solo me mira. Como si mis disculpas no fueran suficientes.

Y tiene razón, asique continúo sin dejar que él comience a hablar.

- ... siempre has estado para mí y siempre supe que me querías más que a una amiga, pero... me daba miedo. Porque soy una mala persona, soy una idiota y no mereces estar con alguien como yo...

Comienzo a llorar otra vez, pero ahora se siente liberador. Porque mis palabras acompañan mis lágrimas.

- Mar...

- No. Esto, esto no es tu culpa... ni se te ocurra disculparte - me apresuré a decir porque sabía que se culparía por mis lágrimas - yo no me merezco a alguien como tú, no sabría cuidarlo... y lo sé porque ya te tuve, y te perdí.

- Esto no es... - mi mano atrapa su rostro, porque no permitiré que diga que es su culpa.

- ... sé que... sé que no me merezco tenerte otra vez. Pero necesito decirlo, necesito que lo escuches... te amo Teo, te amo... siempre haz sido tú, en cualquier parte y en cualquier momento.

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