|Latidos|

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Kyojuro

Caminé con las muletas hacia la cocina cuando terminé mi baño, no fue tan difícil como imaginé y pude lavar y vendar mis heridas con más calma. En una de las habitaciones se escuchaban ruidos, movían papeles, cerraban cajones, jalaban la mesa y hasta escuchaba murmullos.

La puerta estaba entreabierta, dejando ver a Hakku estudiando un mapa. Movía unas fichitas cambiando las ubicaciones con una flecha y cuando estudiaba las nuevas posiciones la giraba entre sus dedos.

«Mírate... has cambiado tanto —le dije en mis pensamientos—, ya no hay temor en tu mirada, tampoco te mueves insegura y luces tan hermosa como siempre.»

—Kyojuro —pestañeé cuando escuché su voz —, no debes estar de pie, necio.
—Lo siento, no quería interrumpirte.

La chica salió de su despacho para ir conmigo al pasillo, no me dirigió la mirada, pero me esperaba al andar ya que era más lento con las muletas.

—¿Tienes hambre?
—No quiero molestar.
—Yo sí tengo hambre... —en la cocina movió una silla para mí. Su mesa no era normal, era de patas largas y sillas altas.

No dijo nada y calentó la comida que Azume había preparado en la tarde: el mismo estofado. Sus brazos descubiertos tenían varias cicatrices en formas distintas, unas se notaban más que otras; su silueta se me iba a quedar grabada para toda la vida de tanto que la veía.

—¿Has visto a Hakkai? —habló de la nada.
—Eh, sí —dije firme—. Ya corre y tiene el cabello lacio como tu madre. Habla un poco, pero aún balbucea.
Ella asintió y aunque me estaba dando la espalda pude sentir su sonrisa.

—Tu madre está bien, también tu abuela y tus primos. El restaurante igual, reciben más clientes a diario. —Volvió a asentir mientras movía con una cuchara el estofado.
—¿Y tu hermano?
—Está muy bien, gracias. A veces te menciona.

Sirvió en dos platos hondos y me entregó uno. Tomó el suyo sentándose enfrente, agradeció por la comida en voz baja antes de empezar a comer; hubo un silencio muy largo, sólo se escuchaba cuando tragábamos la comida, los grillos y el viento... pero su silencio era muy agradable también.

—¿Qué hizo mi familia cuando me fui?
—¿Uh?

—¿Me buscaron? ¿Te preguntaron algo? —por fin levantó sus ojos encontrando los míos— ¿Dijeron que te debías alejar de mí?
Pasé saliva dejando la cuchara en el plato.
—Sí...

Aún en sus ojos podía ver el dolor de aquella niña, porque la última vez que hablamos, tenía esa expresión de tristeza cuando me dijo que no quería pelear.

—¿Y tú también me tienes miedo? —Mi corazón se aceleró tanto que pareció notarlo porque bajó su mirada a mi pecho por un instante.
Mi lengua no se movía para hablar, no podía y tampoco sabía que responder. Solía imaginar cómo sería encontrarme con ella, pero nunca pensé en un escenario como éste.

Se formó una sonrisa amarga en sus labios, pasó su lengua por estos y se levantó mientras asentía otra vez... ¿me demoré tanto en contestar?
—Ya veo.

Lavó los platos de ambos sin decir nada. Podía sentir que ella quería llorar y todo en la habitación había perdido su calor.

—Hakku... yo...
—Te pido que te vayas a dormir —dijo yendo a la puerta y se quedó de espaldas, giró un poco su cabeza para hablar—, si te sientes mejor en la mañana, vete. Azume mandará a alguien para que te saque del pueblo en una carreta, basta con que sigas el río hacia el sur para volver al distrito.

Me levanté como pude para frenarla en el pasillo, le tomé la mano sintiendo un chispazo de emociones en mi interior, eran tantas que estaba nervioso.

Cartas al sol ||Kyojuro Rengoku||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora