| Epílogo |

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Era el receso en la escuela secundaria, Kaijuro Rengoku estaba defendiendo a unos chiquillos del primer año que estaban siendo molestados por los más grandes.

¿Ganó? No. ¿Soportó los golpes? Sí. Así era desde que había entrado a la escuela, siempre defendía a los más chicos o intentaba hacer algo para evitar que los molestaran los abusivos. Tenía esa fama en la escuela, además de ser un estudiante ejemplar y el mejor en las clases de historia.

Aunque había aprendido a defenderse desde muy pequeño, no quería arruinar su reputación de un estudiante estrella por meterse en problemas, porque siendo honestos, ¿quién lo defiende? Nadie.

—¿Qué es lo que harás Rengoku? Nadie de tus cobardes amiguitos de primero te vienen a defender... ¿qué demonios con tu cabello, además? Es horrible.
—Es herencia familiar, mi linaje es de guerreros —se limpió la sangre del labio —. No te atrevas a insultarlos.
—¿Qué? ¿Guerreros? ¡Ja, dijo guerreros! —se empezaron a carcajear de él.
—¿Qué quieres que le hagamos? —preguntó uno al líder.

Qué patético, eran del mismo año, estaban a un paso de avanzar a la preparatoria y todavía hacían este tipo de tonterías. Les faltaba un año... y a este punto, Kaijuro estaba considerando un cambio de escuela.

—Tch. Quitenle la mesada y no sé, hagamos algo con ese feo cabello, ¿alguien trae tijeras?

—¡Oigan, imbecilazos!

¡BAM! ¡SMASH! ¡*GOLPES*!

De la nada una lonchera llena de pins de colores y el estampado de la banda más popular de la época... Se estampó en la cara de uno de los bravucones que estaba pidiendo tijeras a los chiquillos que molestaban.

—¡¿Eh?!

Lo siguiente fue un rodillazo en el abdomen del líder y un golpe en un punto de presión, repitió el proceso con todos los bravucones y terminaron noqueados en el suelo. Recogió su lonchera, puso uno de sus pies en la espalda del líder en señal de victoria y bufó.

—Ruidosos. —sacó una paleta y se la metió a la boca.

La chica se giró y se quitó el gorro de la sudadera negra oversize de Hello Kitty. Tenía el cabello blanco con mechas violetas, pecosa y de ojos verdes. Se quitó la paleta de fresa de la boca y acomodó su estuche de violín a su espalda con la otra mano.

¡No puede ser! ¡Es Herikku Takahashi! La niña más aplicada y habilidosa para las artes, misteriosa, con una voz angelical pero reprobó matemáticas dos exámenes seguidos.

¡La niña más cool del colegio!

—¿Qué me ves? —lo miró con la ceja arqueada.

—Eh, ah... eh... y-yo...
—¡Herikku! —un niño más pequeño de cabello blanco llegó hasta ella y la abrazó. Era Kenichi, su hermano menor que iba en primer año —¿Estás bien? ¿No te hicieron nada?
—No te preocupes —le sonrió, era totalmente distinta al aura que mostró con el rubio —. Ya no te van a molestar, lo prometo... Oye, ¿aún tienes tu pañuelo? —¡Sí!

El niño le entregó un pañuelo de color rojo bien doblado, ella se acercó a mi y se lo entregó.

—Límpiate —lo levantó con rapidez y miró arriba abajo buscándole heridas más graves.
—Me defendiste...
—¿Qué? No, yo vine a vengar a mi hermanito —se cruzó de brazos—, ¿seguro que estás bien?
—Sí, no es para tanto —sonrió negando el pañuelo a su nariz sangrante.
—Si te vuelven a molestar, házmelo saber, Rengoku —lo miró —. De haberlo sabido antes...
—¡¿Qué dijiste?! —se emocionó por saber que ella conocía su apellido.
—Nada.

Cartas al sol ||Kyojuro Rengoku||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora