|No estarás solo, nunca|

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Hakku

Pudimos llegar unos minutos después, nos guiamos con mi oído y gracias a eso evitamos que el demonio clavara las garras en un joven cazador. La flecha le voló el brazo y el chico cayó al suelo, Kyojuro fue quien lo atrapó y alejó del peligro. Ambos corrimos hasta donde consideramos una zona segura.

—F-falta otro... —escuché que dijo el cazador —se e-estaban peleando por... por nosotros.
—¿Cuántos eran? —preguntó el Pilar mientras cerraba las heridas del joven con un torniquete.
—Tres.
—¡Hakku! —me miró y asentí.

Corrí entre los techos hasta la casa más alta y cerré mis ojos. Mi cuervo se posicionó en mi hombro, listo también para hacer juntos la tarea... Recorrí toda la zona con mi sentido del oído, alcanzando a escuchar los ronquidos de las personas por la noche y el sonido de los animales en algunos establos... pero tenía que ir más allá. Escuchaba pasos, corazones acelerados y llantos más allá de la entrada del pueblo, a su vez escuché a mis espaldas los gruñidos de un demonio y como rechinaba sus garras contra el suelo.

—Hay uno al sur, otro está pasando la entrada del pueblo —informé —. Vienen para acá, te haré algo de tiempo hasta que lleguen los kakushi... ambos son mutantes, su sonido es distinto.
—Suelta un trueno en tu ubicación si te encuentras en problemas.
—Sí señor —miré al chico que estaba en el suelo con el muslo apretado por el torniquete —. Por favor resiste.

Salí corriendo a la entrada del pueblo sujetando el mango de mi katana y cuando me adentré en el bosque, quise frenar cuando vi el suelo moverse como si fuese agua. Una mano salió de la tierra y logré cortarla, pero otra a mis espaldas me empujó brutalmente hacia la tierra.

Se sentía como caer en agua, pero era mucho más complicado aguantar la respiración... el agua era muy densa y sucia, como si estuviese adentro de un pantano.

Quise analizar la situación lo más rápido que pude, pero el demonio me jalaba hacia abajo muy rápido y entre más bajaba, más pesada se volvía el agua. De pronto sentí mis brazos rasguñarse contra algo filoso que se sentía como cristales, seguro eran sus garras. Una de ellas apretó mucho mi pierna y ahogué el grito entre mis labios juntos.

Las manos del demonio subieron hasta mi cintura cuando luchaba por soltarme y mi katana no lograba hacer movimientos rápidos. Las garras se me enterraron en la cintura... escuché su risa entre más bajaba y el maldito demonio retorció sus garras en mi piel como si disfrutara mi sufrimiento.

No podía ver muy bien, pero claramente divisé la silueta de una persona con el uniforme de cazador. Era un joven, se encontraba en una burbuja muy grande y flotaba por ahí, pero también sangraba... no sé si esté vivo todavía.

Mis oídos se taparon por esta horrible agua y no podía identificar algún movimiento más allá de las corrientes violentas que causaba el demonio con mi cuerpo o la de mis brazos queriendo nadar a la superficie.

«No puedo respirar, no puedo respirar.... ¡Ya deja de pensar! ¡No pienses! ¡Has algo!»

Solté mi katana un momento, flotaría por ahí y sería fácil recuperarla. De mis manos salió la luz blanca y arranqué su muñeca, aunque sus garras siguieran encajadas en mi piel con todo y la mano.

Aguanté el dolor y solté una descarga hacia abajo, no me importaba si le atinaba o no, era lógico que, por ser una criatura en un abismo como este, odiaría la luz. No podía usar mis relámpagos porque afectarían al joven y hasta no saber si vivía o no, era mejor actuar cuidadosa.

Escabullí mi cuerpo hasta tomar la katana y blandirla sobre la burbuja. Tomé al chico y lo lancé fuera del pantano con un hechizo de barrera para que al caer no le pasara nada. Llevaba la mitad de mi cuerpo afuera cuando las garras volvieron a clavarse en mis piernas.

Cartas al sol ||Kyojuro Rengoku||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora