|Manto para una viuda|

585 54 52
                                    

Hakku
El lugar donde Kenji vivía era... como un castillo en ruinas, incluso parecía que el fuego arrasó con la estructura hace muchos, muchos años, pero era para sorprenderse la limpieza que tenía en su despacho y en la cocina.

—¿Cómo conseguiste tus flechas? ¿Están forjadas con el mismo acero que mi katana?
—No claro que no, nada que ver. Sólo los decapito y se vuelven a armar, así paso mis fines de semana —fingió una risa muy sofisticada y me extendió su codo como un caballero de cuentos y entramos a los pasillos.
Inevitablemente me hizo sonreír, no me parecía hostil y tampoco lucía como si quisiera hacerme daño. Su sonido no indicaba eso.
Este lugar era claramente la guarida de un hechicero, hasta tenía un gato negro de ojos amarillos rondando entre los pasillos. Había frasquitos y libros abiertos con runas por ahí arrumbados, además de un calendario lunar.

—¿Vives aquí tu solo?
—Sí —sacó un baúl de madera y buscó unos papeles.
—¿Y no te aburres? ¿O no te asusta?
—Me asusta más la gente del exterior, tú me asustas, pero te tolero.
—¿Gracias...?

Dejó un pergamino en la mesa y me hizo un ademán para que los revisara. El muchacho sacó dos copas y una botella.

—No bebo, gracias. No puedo aún.
—Ya sé, no es para ti —sirvió el vino y extendió la copa a su derecha y esta se empinó hasta vaciarse enseguida.
—¡Esto ya no es divertido, Kenji! ¿¡Qué carajos fue eso?!
—Son los espectros de mi familia, es obvio. Tú también puedes verlos, ¿no?
—No. —Dije a secas.

Un escalofrío me recorrió la espalda y sentí que mi cabello se movió. No había ventanas abiertas y el aire no circulaba en esta habitación... Kenji miró a alguien detrás de mí y sonrió asintiendo.

—Lo sé, es muy joven. A mí también me sorprende.
—Maldita sea, debí obedecer a Azume y aprender a rezarle a su dios... —chillé haciéndome bolita en la silla.
—Eres muy extraña —dijo con una risita.
—¿Yo? ¿Yo soy la extraña? ¡Acabas de decir que aquí hay espectros!
—No te harán nada, tranquila. Enfócate en mí.

Se sentó y me sirvió un poco de zumo de manzana en otra copa. Extendió el pergamino y señaló unos párrafos escritos en kanjis muy antiguos, incluso los dibujos en él eran de un estilo del pasado.

—No entiendo, Kenji, ¿qué es esto?
—El clan de Koji se fundó en esta montaña. Estaba lleno de gente y mucha pasión por la hechicería —giraba la copa con cuidado —. Aquí mismo vivía Elena, quien esperaba a un hijo... ósea, a un ancestro tuyo. Y años después se casa con otro hechicero y tienen un hijo, mi ancestro.

—Claro. Entonces no somos familia. —Abrí las manos.
—Somos algo como primos lejanos, muy lejanos —miró a alguien en la silla al lado mío —¿Verdad o me equivoco?... Es verdad.
—Correcto, continúa.
Me levantó su copa y se la empinó, se relamió los labios y siguió hablando.

—Cuando Elena se entera de la muerte de Koji y su juramento, el cual se convierte en una maldición para el hijo que esperaba... usando sus habilidades como hechicera hace otro juramento para que no tengan el mismo destino que Koji.
—¿Significa que me podré quitar?
—No tan rápido, chiquilla. —Me lo dijo con un acento... ¡ya lo había escuchado antes! ¡En Azume!
—¿Hablas español?
—Sí... pero no el de España.
—España... —me quedé pensando — ¡Ah! ¿Has ido a España? Mi tía dice que ella tenía un...
—¡Pero, Hakku María! —pegó en la mesa, me dio risa como me llamó —¡Dios mío! ¿Te puedes concentrar? Esto es serio, ¡tú dependes tanto de mi como yo de ti!
—Perdón... a veces se me va el hilo... ¿Qué fue lo que dijo Elena?

Desenrolló otro pergamino y señaló la escritura, era el otro pedazo faltante del que yo tenía.

"Yo, Elena Nakamura, declaro con mi sangre, que quien logre dominar totalmente los poderes de Koji Takahashi, quedará libre de la muerte y la maldición se rescribirá bajo su pacto de sangre."

Cartas al sol ||Kyojuro Rengoku||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora