Georgia fue lo peor de Estados Unidos, nos mudamos a un estado que es completamente racista, un estado de gente afrodescendiente en su totalidad, donde los latinos no valemos nada, somos vistos como intrusos en su tierra, fue como salir del horno y meternos en una heladera. En Miami hacía 40 grados a la sombra y en Georgia con suerte llegábamos a los 5 grados al sol. Los barrios son todos peligrosos, están dirigidos por bandas y se podían oír disparos casi todas las noches. Vivimos de cerca episodios de drama policial, helicópteros de la policía sobrevolando el techo.
Fuimos a vivir a un barrio de los mejores de Georgia y aún ahí daba miedo. En el colegio éramos los únicos blanco. Nos miraban como a extraterrestres. A mi hermana Antonella la rodeaban y le tocaban el pelo, es probable que nunca hubieran visto una rubia de cabello lacio en su vida. Mamá manejaba cuatros horas de ida y cuatro horas de vuelta para ir al centro de la ciudad a trabajar, era bastante lejos por lo que intentó conseguir un lugar más cerca pero a medida que te acercabas a las ciudad los niveles de peligrosidad subían muchísimo. Así que nos mudamos a un barrio intermedio y mamá consiguió una niñera uruguaya, una señora mayor que se llamaba Mary; sin duda facilitaba las cosas. Nos cuidaba en su casa, y no estaba cerca de la nuestra así que íbamos en el bus de la escuela.
Como te decía, todos los barrios eran peligrosos. Un día mientras jugábamos en el patio entraron unos delincuentes al patio y se metieron en una piscina que estaba vacía. Atrás de ellos llegó la policía y los redujeron. Fue como un episodio en vivo y en directo de alguna serie policial, pero la diferencia era que esto fue real.
Las secuelas de la mayoría de las historias en Georgia suelen dejar gusto a poco. Mi madre, que había sido muy traicionada por el padre de mis hermanos no encontraba en él al compañero que necesitaba y la situación entre ellos era cada vez más tensa. Finalmente mi madre logró divorciarse de Jerry y no reclamó un solo peso de todo lo que le habría correspondido legalmente. Pidió solo aquello que se había ganado trabajando.
Georgia dejó una enorme cantidad de sin sabores, era todo gris y frío, mi madre siempre ha sido el motor que mueve a esta familia y a pesar de que lo intentaba no había alegría en su vida. La ayudaba el Tata, que como siempre estaba entre Uruguay y USA, era invaluable y a nosotros no hacía mucho bien su figura cercana, fue mucho más nuestro padre siempre que cualquiera de los individuos que en realidad debían ocupar ese rol.
Después de muchas peleas, engaños y de pasar serias dificultades económica volvimos a Miami, el antiguo apartamento cerca del lago. Era agradable sentir de nuevo el sol en la piel, de cierto modo volver a Miami nos dio un respiro a todos. Y enseguida mi madre perdió el aliento de nuevo cuando la sorprendió la llegada de un nuevo bebé que no llegaba en un momento ideal. Mamá sufría con este embarazo, porque como todos los otros había sido complicado, y le dificultaba trabajar para poder mantenernos. Pasaba del hospital al trabajo y dadas las circunstancias aceptó la ayuda del padre de mis hermanos, quien se volvió a Miami desde Georgia para cuidarnos. Nada cambió. Las peleas eran aún peores y finalmente, cuando ya ni se dirigían la palabra, el único escape posible era volver a Uruguay. Tuvimos que dejar atrás muchas cosas buenas, pero más allá de la tristeza de dejar amigos atrás estábamos todos conscientes de que Estados Unidos había cumplido un ciclo en nuestras vidas, lleno de altibajos. Un montón de recuerdos. Podría catalogar mis recuerdos en ese país en escala de grises, porque hasta los mejores momentos tenían un trasfondo que los opacaba. No digo que fuera todo malo, dejé amistades que me hicieron muy feliz y me enseñaron muchas cosas. Pero sin duda el regreso a Uruguay, a mis once años, fue necesario y en el momento indicado. Partimos con algo de nuestra ropa, tuvimos que elegir los juguetes preferidos, elegí mis peluches, tenía familias enteras de esos juguetes y me entretenían un montón. Llevamos con nosotros a Macarena, nuestra pequeña perrita, y dejamos al cuidado del papá de mis hermanos a Morocha, una hermosa labradora negra y a los dos periquitos, fue muy triste dejarlos...
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Yo no soy una chica Pink.
Teen FictionLucía Muraña tiene 19 años, es estudiante en bachillerato y vive en Maldonado (Actualmente en Montevideo). A los 14 años decidió compartir con su familia que era lesbiana. A través de la red Ask, llegó a responder más de 60 mil preguntas de todo el...