Los primeros conflictos.

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Esta etapa está marcada por grandes, gigantes cambios y las primeras "consecuencias" de ser homosexual en nuestra sociedad. La vida en el colegio se volvió insostenible, tenía las peores calificaciones, cada día era una lucha, llamaban a mamá porque había incurrido en algún acto "impropio" o porque me escapaba del colegio. Me dieron  dos ataques de pánico fuertes y con este horizonte, mamá decidió sacar la bandera blanca y decirles a las autoridades del liceo y a mí que lleváramos lo mejor posible las cosas hasta fin de año, que el próximo año me pasarían al liceo público.

Para alivio de todos así fue, mi paso por ese lugar si bien me dejó algunos buenos amigos, también me dejó el saber amargo de no poder "ser", de discriminación, de persecución constante. Con el colegio también se fue Lucía de casa y de a poco mi vida; vivió un muy corto tiempo con nosotros, hasta que mi mamá sirvió de intermediaria entre ella y su mamá y la aceptaron nuevamente.

Y para estos tiempos me comenzaba a escribir con una amiga de ambas en Treinta y Tres, una chica que rondaba mi edad y que también había salido con Lucía.

Esto terminó muy mal y seguí aprendiendo de lo difícil que era ser una chica homosexual en Uruguay.

Un día camino a casa con mis hermanos y mi madre, suena su teléfono y ¡¡oh!! Era la madre de esta chica, contándole que nos escribíamos y que ella nunca bajo ningún concepto permitiría que su hija fuera "torta", que prefería verla muerta, entre otras barbaridades.

Mi mamá trató de calmarla, hablaron por lo menos unos 20 minutos y hasta parecía habérselo tomado mejor. Pero una semana después  aparecen en el celular de mamá muchísimos mensajes, explicando de qué manera pagaría para que me mataran, no sin antes ser violada y maltratada. Todo esto escrito de una manera tan vulgar que es irreproducible. Mi mamá se erizó de los pies a la cabeza, pero no es de quedarse atemorizada, es más bien de armas tomar y un rato después estábamos en la comisaría y estaban sacando copias de cada mensaje. Ahí sintió que todo lo que había temido a mi sexualidad traería aparejado se hacía realidad, fue como si un gran escalofrío hubiera recorrido la espalada.

Momentos duros sí los hubo; uno fue el día que me tocó ir al juzgado y ver a la madre de mi amiga, esposada y engrilletada llegando a testificar, y tener que enfrentar a un juez con solo 14 años de edad. Esto terminó con una orden de restricción de ambas familias, de acercarnos, escribirnos, etc. Fue atemorizante, una parte de mí no podía creer que había tenido que llegar a ese extremo una situación que bien habría podido solucionarse hablando y siendo comprensivos y humanos.

Fue así como empecé a entender que la mentalidad de las personas evoluciona más lento que la sociedad.

La sexualidad se convirtió en un tabú, donde aquellos que no han podido abrir su mente a la vida, discriminan y creen que son superiores o mejores que aquellos que decidimos expresar sin pudor nuestros sentimientos. ¿Qué les da derecho a maltratarnos? ¿Qué es lo que los convierte en ambos de la verdad? ¿Qué es lo que está bien o mal? ¿Es que acaso realmente hay uno equivocado? No, no hay camino correcto y uno desviado, solo un camino y es el correcto para quien lo ha elegido.

Vaya que era difícil... 

Yo no soy una chica Pink.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora