Ametralladora de palabras.

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El ser algo conocida me trajo no solo cosas positivas, estaba pasando un mal momento y no soportaba tanto golpe en las redes sociales. Me rodeaba mucho amor pero también muchísimo bullying, muchísimas agresiones y no solo en las redes: en mi ciudad, en las calles, en mi liceo.

No pretendía ser tratada como mejor persona que los demás, pero simplemente la gente me veía como si fuera algo de otro mundo, cuando solo soy igual que todos, un ser humano con sentimientos y pensamientos que simplemente se expandieron bastante sin entender aún el porqué.

Tuve una época en mi liceo, el año pasado, durante todo el proceso de mi enfermedad, en la que estaba bastante deprimida por cómo estaba saliendo todo en mi vida. No me gustaba este nuevo desafío que se estaba presentando en mi vida diaria.

Estaba cursando quinto año humanístico y las cosas no iban resultando bien. Más que nada a mi alrededor, tenía bastantes cosas en mente, en cómo se sentía mi familia respecto a todo lo que me pasaba, con mis citas con el doctor..., lo que me decía, los medicamentos, mi enfermedad en general, cómo afectaría mi vida y el "ser conocida", incluso mi apariencia...

Como ya saben la envida, el odio y en rencor existen, y generalmente se concentran en gente que quiere ser auténtica, y como no tienen el valor de mostrarse o de ser diferentes ante los ojos de los demás, te atacan.

Recordaba con añoranza la época en que en mi liceo era invisible y disfrutaba de que nadie se metiera conmigo, podía estar haciendo lo que yo quisiera sin que nadie me criticara. Pero una vez que das un paso ante los ojos de la sociedad, quedas marcado como diferente para ellos.

Y con una enfermedad crónica encima, y demasiada popularidad para mi gusto, ya no soportaba que me siguieran sucediendo estas cosas, siempre tratando de sacar las cosas positivas de todo, pero realmente en este momento me sentía superada.

Estaba en el recreo sentada muy tranquila, hablando de la vida con dos amigos y estaba una banda de "raperos", si así se les puede llamar, que en realidad usaban algo tan bueno como poder ser el arte de hacer música, para lastimar; personas que no sabían nada de mi vida estaban haciendo una canción sobre mí, y eran como veinte chicos diciéndome cosas como: "Aquella lesbiana Lucía Muraña la que no sabes si tiene concha o si es un trava". U otras como "la que no tiene pija, ni usa pollerones, la que parece Justin Bieber pero más hombre", y la gente alrededor se reía.

Querían hacerme sentir mal y sí lo hicieron. Me sentí muy sola, en mal estado. Era una lucha constante ir al liceo y que tengan algo nuevo malo para decirte, o  que te miren y se rían de vos. En ese momento no era lo demasiado fuerte como para levantarme sola, simplemente sentía que caía y caía, una vez tras otra, sin poder intentar tan siquiera pelearla.

Cosas que me escribían en Ask que antes no me llegaban de esta manera, ahora sentía que me partían en mil pedazos, los chicos podían ser tan crueles anónimamente a este límite:

Me sentí un ente, que no se merecía nada de la vida. Me sentí tan odiada que hasta sentía que me odiaba a mí por pensar que les había hecho algo a ellos. Ese año dejé el liceo. Entre mi enfermedad, los riesgos que implicaba tomar altas dosis de corticoides, los cambios que estos generaban en mi cuerpo, llegué un día llorando a hablar con mi madre, destrozada, tanto que le dije que no quería volver a verles sus caras, que odiaba a la gente, que me sentía muy sola y que ya no podía más.

Le estaba rogando a mi madre que me ayudara porque sinceramente no sabía qué otra cosa hacer para sentirme mejor. Necesitaba aislarme, porque era más fácil.

Cada palabra que me decían me retumbaba en mi mente y en mi corazón, y de verdad no era nada lindo escucharlas. Me habían debilitado tantos golpes y esas palabras pegaban cada vez más fuerte dentro de mí.

Yo no soy una chica Pink.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora