DESTINO FATAL

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Foto: Melina Moreno


Horacio maneja con ambas manos sobre el volante, la calle y las residencias a los costados pasan súbitamente por su inconsciente; toma un trago de cerveza, y el motor de la chevi es un ronquido romántico que le da vida a las solitarias calles del centro de Amanda. En la esquina siguiente dobla a la izquierda y acelera un poco, mete tercera, y solo tres segundos después, vuelve a escuchar la partida voz de Claudia.

<<No Horacio ¡No! ¡De verdad! No me la hagas más difícil.>>

Acelera un poco.

2

Ella está sentada en el centro izquierdo de la mesa; él, con su traje de carnicero manchado de sangre, la mira indignado desde la punta.

–¿Pero cómo que no te la haga más difícil? –Dice indignado– ¡Hace siete años que estamos juntos! ¡No podes dejarme así no más!... –Se emociona–; pensá bien lo que estás haciendo Claudia, pensalo bien...

–Ya lo pensé; es una decisión tomada. –Le dice entre sollozos.

Luego de dos segundos de silencio penetrante, Horacio vuelve a la carga, pero ahora su resentimiento es manifiesto.

–¡¿Pero cómo sos tan basura?! –Le grita.

–Hay Horacio dejá de decir...

–¡¡¡¿Que deje de decir que?!!! –Le grita más, camina hacia ella y le vuelve a gritar:

–¡¿Vos me estás tomando el pelo forra?! –Baja la voz al decirlo, pero sigue irradiando ira de su cara.

–Por favor Horacio calmate ¡Por favor!

–¡Que me voy a calmar idiota! –Le grita y luego toma un suspiro–. Decime una cosa Claudia.

–¿Qué? –le dice ella llorando.

–¿Con quién te andás revolcando? ­

Ella se para y con la voz partida por el lamento lo manda al mismísimo demonio, mientras que con rapidez camina hacia el pasillo que la conduce a la calle.

–¡¡¡Andate a la mierda!!! –le grita él desquiciado.

Claudia sale de la casa dando un portazo; Horacio aprieta los puños, se muerde los labios y camina hasta la carnicería que está al fondo del pasillo; agarra una cuchilla cuadrada que está en la sierra junto a dos costeletas en estado de descomposición; y deseándole la muerte a la que hasta hace instantes fuera su mujer; de un cuchillazo parte una. Con bronca se saca el traje de carnicero y lo tira; Después camina hacia la puerta de calle.

La chevi está estacionada en el cordón del frente de su casa, la rodea por su capó, no usa la llave para abrir la puerta, y entra. El motor ruge en el primer intento de arranque.

Con ambas manos, Horacio aprieta fuerte el volante, dobla hacia el centro y le da un puñetazo.

–¡La concha de tu madre Claudia! –Dice.

Toma la Avenida Jacinto Guiligan.

3

En medio de la desolada avenida, camina un borracho a los zigzagueos abrazado a su botella de whisky; se la empina, la mata y después la revolea... Sigue caminando como si estuviera esquivando charcos, se apoya en un árbol, encoje su cabeza y se pone a llorar. A tres cuadras viene la chevi...

El borracho tiene la cara pálida y colmada de desesperación; siente con claridad el rugido de la máquina de Horacio acercándose, grita envuelto en un ataque de pánico y cuando siente que el motor del auto le sopla la espalda, se tira de cabeza a la calle en un impulso suicida que no tiene vuelta atrás; las luces del coche lo encandilan y se siente el chillido de los neumáticos que se arrastran por el asfalto tras la brusca frenada.

Imposible evitar la tragedia; la goma de la llanta derecha del auto revienta el torso del borracho. Horacio se baja con desesperación desquiciada, bordea el capó y ve al joven agonizando, una de sus piernas tiembla nerviosa sobre el asfalto, y a su costado, hacia el cordón, corre un charco de sangre.

-¡¡¡No la concha de mi madre!!! ¡¡¡No!!! –Grita enajenado.

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