Cinco jóvenes ansiosos por consumir drogas y divertirse, cruzan sus destinos sin reparar que son perseguidos por un repulsivo asesino que planea poner a prueba sus mas bajos instintos...
ADVERTENCIA
Esta historia contiene: Lenguaje vulgar y de conte...
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Con rapidez y gesto de tranquilidad, tensando la indomable furia por dentro, Horacio se saca el delantal de carnicero y sale de su casa en pos de la chevy. Está todo ensangrentado y no tiene el mínimo reparo en ello. Bordea el auto por el capó, abre la puerta sin echarle llave, se sube y arranca. La chevy patina con furia y emprende camino hacia el "Club de Golfistas Asociados de Santas Almas".
Va por la ruta a unos 140 kilómetros por hora y no disminuye la velocidad a pesar de que tiene a escasos metros la curva del camino de tierra que lleva hacia el club de golf. Dobla a toda máquina y le suena el celular que está a un costado del asiento; abre el aparato y sin reducir la velocidad lee en su pantalla y sonríe.
–Asesino–. Dice cauteloso y sin borrar la sonrisa de su cara.
Todo en su cabeza vuelve a blanco y negro...
Con su mejilla rota y sangrando, camina por el baño del penal mientras con la mano derecha se toma el culo que le sangra; el dolor es tal que no puede llorar. Pero gime... El dolor es tremendo y la humillación peor. El suelo del baño del penal está mojado y hace que los pies descalzos de Horacio resbalen y luego, su cuerpo caiga como podrido al suelo. Gime, no puede llorar, gime y siente una impotencia y una frustración que jamás sintió ni volverá a sentir. Gime...
Frente suyo tiene una curva bastante cerrada, cien metros antes de tomarla, levanta la pata del acelerador, a unos treinta metros, apenas toca el freno y la toma; la Chevy se cruza, la tierra se desparrama, las gomas traseras dibujan una obra de arte en la tierra entoscada del camino y Horacio, lleno de sangre, ríe en pose psicótica y mueve su mano derecha a los temblequeos.
Encamina la Chevy hacia la entrada del "Club de Golfistas Asociados de Santas Almas" a media velocidad; el guardia del lugar se para a la mitad del camino, Horacio le da unos segundos y al ver que el tipo no se ve dispuesto a moverse, acelera y mete el cambio.
Al ver como se le aproxima la chevy, el guardia se mete de inmediato en su garita. Piensa en su arma y posa su mano derecha sobre la funda en la cual está durmiendo su 38 larga colgada a su cinturón; piensa en llamar por teléfono a alguien... pero de inmediato no piensa más. A 120 kilómetros por hora, la chevy arrasa con explosión a la garita de fibra de vidrio que se parte en mil pedazos.
El guardia todo reventado y quebrado muere a los pocos segundos.
14
El juez Bakensharf con ambas manos sostiene el palo de golf y mira fijo a la pelotita que tiene delante de sus pies; levanta la vista y enfoca a su objetivo que está a más de cien metros; el poético motor de la chevy ya se siente, pero él ni se inmuta porque ni siquiera intuye la carga vengativa que lleva el auto dentro. Se pasa la mano derecha dos veces por el pantalón; la vuelve al palo y vuelve a medir la pelota y su objetivo, está concentrado y el motor se escucha más cerca, sigue sin prestarle atención; llega a la conexión de la bola con el objetivo, levanta el palo y lo lleva hacia atrás; y a sus espaldas por el sendero de tierra, va llegando la chevy que frena bruscamente.