Habían pasado algunos días y Grace y Eric no se habían vuelto a ver. Era de mañana y el día estaba fresco, el sol apenas se asomaba a lo lejos. Seguía haciendo mucho aire al igual que un par de días atrás. Grace se encontraba en «Florinda», una de las florerías más famosas de toda España. El aroma fresco de las flores hacía que sus fosas nasales se relajaran y que cada día amara más a las plantas. A ella le gustaba ayudar a su abuela a adornarlas para ponerlas en venta. Aquella gama de listones y adornos coloridos la hacían sentirse feliz, había nacido para eso.
Ese día, estaba pintando algunas macetas cuando vio a su querida planta: Pensamiento. Eso le hizo recordar lo que había sucedido hace unos días; el hecho de haber estado a punto de perderla le puso los cabellos de punta, pero más la puso así el haber recordado a la persona que había conocido en ese acontecimiento: Eric.
¿Qué habrá sido de aquel agradable chico? No lo sabía. Lo único que sabía era que la había dejado completamente encantada. Su piel morena, sus ojos, su forma de ser. Solo lo había visto una vez y con eso bastó para que no dejara de pensar en él.
«¡Lo hubiera invitado a pasar a mi casa! Una persona igual a él no es algo que se ve todos los días», pensó con tristeza. Ahora era demasiado tarde para arrepentimientos.
Pero, como es bien sabido, el destino siempre hace lo que quiere. Y al parecer el suyo estaba de su lado, pues de pronto, Eric entró a la florería y Grace lo miró detenidamente; no podía creer que él estuviera ahí, a unos cuantos metros de ella.
«No puede ser, ¿Es Eric? ¿Eric está aquí?», se preguntó un poco nerviosa. «Pero cómo no va a ser si es el chico más hermoso que han visto mis ojos, es imposible no reconocerlo».
Estando segura, no pudo evitar gritarle esperando que él la recordara.
— ¡Eric!
Él volteó y al verla sus ojos brillaron de emoción. Por supuesto que recordaría a la chava que conoció aquel ventoso día.
—¿Grace?, ¿eres tú? —preguntó al acercarse, tampoco creía el hecho de volver a verla.
—¿Tú que dices?- le preguntó riendo.- Es un gusto volverte a ver —le dijo emocionada.
—¡Guau! Estás hermosa, incluso más que aquel día.
—Gracias, tal vez porque ahora ando peinada, aquél día el viento alborotó mi cabello y estaba hecho un horror —exclamó algo sonrojada—. ¿Qué te trae por aquí?
—Vengo a comprar diversas plantas otoñales para plantar en el jardín de uno de mis clientes, ¿tú qué haces aquí?
—Aquí trabajo, le ayudo a mi abuela cuando tengo tiempo.
— ¿Tu abuela es la dueña de esta florería tan famosa?
—Así es.
—De haberlo sabido antes, hubiera venido al día siguiente de haberte conocido, todos estos días estuve pensando en ti.
—Gracias, olvidé decírtelo—dijo y sonrió—. Te puedo recomendar algunas plantas, si gustas. —Se ofreció amablemente, ese también era su trabajo.
—No te preocupes, vengo por unas en específico: las compañeras de pensamiento.
—¡Esa planta me encanta! —exclamó Grace.
—Lo sé, por eso vine por ellas, porque, como te mencioné el otro día, esas plantas hacen que siempre te tenga en mi pensamiento —dijo Eric con dulzura—. Y aunque no sean para mí, estoy seguro que a mi cliente también le encantarán.
Grace dudó un momento que lo que Eric decía fuera verdad. Era un chico demasiado guapo con una lista interminable de chicas muy seguramente. Por eso optó por no prestarle mucha atención a sus palabras.
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50 HOJAS DE OTOÑO
RomantizmGrace, una mujer noble, amable y con muchos sueños conoce a Eric, un hombre trabajador y carismático. Ambos comparten una gran preferencia por las plantas a lo cual surge la siembra de un frondoso árbol junto al jardín de Grace, representativo al fr...