Una pequeña bolita de odio

Extra

Esto era un capítulo olvidado.  Para su suerte, del año pasado, y no, no pienso corregirlo por qué se que esto es una forma de recordar el pasado, tanto mío, como el de Damian en este fic. 

Desde que la pequeña bolita de odio había vuelto..., casi a la normalidad, todos en la mansión se sentían un poco más frustrados, el cuidar de un pequeño de 1 año se veía más fácil a comparación de uno de 4 añitos.

Fue una tortura el primer día, el pequeño se negaba a ser cargado o siquiera ayudado en cosas tan mundanas, le parecía algo vergonzoso y bastante humillante para él.

Jason trataba de convencerlo de que no estaba de todo mal, pero el menor se negaba a escuchar recomendaciones del mercenario.

Las cosas no cambiaron del todo, aunque renegar y ponía en muestra que el era capaz de hacer muchas cosas solo, tenía que ser vigilado por un adulto.

Bruce fue el primero en tomar el turno de la tarde.

Observando atento como el menor estaba en una esquina de la oficina, recostado sobre el gran perro negro que por momentos lamia la manito del infante, causando que el pequeño soltara pequeñas risillas. Damián estaba poniendo toda su concentración en el libro que tenía en manos, "El arte de la guerra". Aunque de vez en cuanto cambiaba su posición erguida a otra más cómoda, de vez en cuanto el pequeño no prestaba mucha atención a sus acciones, su boquita apretaba levemente su lengua, y su entrecejo se arrugaba.

Algo adorable para el adulto.

El menor soltó un pequeño bostezo, leve.

—Dami— llamo con calma al pequeño.

Damián alzó su cabecita, sus ojitos verdes se veían cansados, paso su manita sobre su rostro, tratando de espabilar el cansancio.

—¿si?—  pregunto con voz tenue, haciendo más claras las sospechas de su padre.

— Deberías dormir, hijo— dejo caer sus hombros, demostrando una postura calma.

Damian, al escuchar a su padre, hizo un puchero, mirando de reojo su libro de pasta gruesa, apegándolo a él, dándole la espalda al adulto.

Bruce solo suspiro, levantándose de la silla de cuero, posicionándose al lado de su hijo menor. Se agachó para estar a su altura. Damián aún seguía de espalda, ojeando su libro.

Bruce suspiro, revolviendo los cabellos negros del infante, logrando sacarle otro bostezo al niño.

—No tengo sueño— murmuró aún sin prestarle atención a su padre.

El adulto solamente sonrió y cargó al menor en brazos, ignorando sus quejas.

— ¡Padre!, ¡bájame!— Pataleo, grito, hizo lo que pudo para que lo pongan de nuevo en tierra firme. Paro sus quejas al sentir como su padre lo alegaba a él y acomodaba su cabecita en su hombro, metiéndolo en sus brazos con delicadeza. — Pa...— no pudo continuar, su papá empezó a darle palmaditas en su espalda, ahí fue cuando lo entendió, lo estaba arrullando.

— No me dormiré así de fácil— paso sus manitos a su rostro por tercera vez.

— Está bien— salió de la oficina en camino a su habitación. Desde que el pequeño se convirtió en un niño de 4 años, empezó a pasar las noches en el cuarto de su padre, ya que su habitación no era aceptable, según él.

Damián se abrazó del cuello de su papi, jugando con sus manitos, esperando a llegar a la habitación compartida.

Al llegar, acomodo las almohadas para que el niño no tuviera ningún accidente mientras duerma.

Cuando termino de acomodar, quiso acostar al menor, pero este se aferraba a él.

—¿Damian?— preguntó con intriga.

— ño— oculto su cabecita en el cuello de su papi.

—¿No?

Vio como el menor apretaba el agarre, moviendo sus piecitos rítmicamente, balanceándose, soltando pequeños sonidos con su boquita, definitivamente estaba cansado.

— ¿Pasa algo?— confundido separo un poco al menor.

Dami solo agachó la cabeza con pena, era ridículo para el pedir algo así, así que..., solo negó con la cabeza, apartando su vista de su progenitor que lo miraba interrogativo.

— Sabes que me puedes decir lo que sea, Dami— abrazo el menor, dándole un beso en la frente.

—Alfred...— calló. Sus mejillas se tornaron rojas, y sus ojitos amenazaban con dejar caer lágrimas.

Bruce lo entendió, dándose un golpe mental, el mejor detective del mundo no pudo descubrió algo tan sencillo, se regañó.

— Entiendo— padre e hijo salieron de la habitación, esta vez Damian caminaba tomado de la mano de su padre, los dos buscando con desesperación al fiel mayordomo, claramente uno iba más despierto.

—Alfred— llamó al encontrarlo en la cocina

— ¿Si?, amo Bruce— miro como el pequeño bostezaba y se apegaba al cuerpo del mayor para descansar su cabecita.

—¿Has visto a Alfred el gato?

— ¿El peluche?— bruce asintió— Me temo que el amiguito del joven Damian está en el área de lavado, si gusta voy por él en cuanto me desocupe aquí.

Bruce solamente negó, asegurando de que él se encargaría de buscarlo al lugar indicado.

No fue después de unos minutos que por fin habían encontrado al amado peluche de Damian.

El cual apenas lo vio, lo arrebató de los brazos de papá, jalándolo para volver a su cuarto.

Apenas Damián tocó las suaves almohadas, abrazó a su peluchito, acurrucándose al lado de su padre, el cual había decidido tomar la siesta junto a su hijo.

— Pa.— llamo bajito.

—¿Si?— pregunto aún con los ojos cerrados.

— La puerta está abierta— se quejó, pero al no ver alguna reacción de su padre, golpeó levemente la mejilla del mayor.

Bruce solamente lo atrajo asía él, abrazando al pequeño bultito.

— Duerme Damian— susurro.

— Tt— se separó de su padre, bajando con cuidado de la cama, caminando con su gato de peluche hasta la puerta, pero apenas estuvo frente a ella, se dio cuenta de que estaba demasiado pequeño como para alcanzar la perilla. Soltando algunos insultos en voz baja, empujo la puerta lo más delicado que pudo para jo hacer que esta rechinara y despertara a su padre.

Apenas escucho el "clic" se regresó a la cama, subiendo con dificultad. Ahora permitiéndose caer en los brazos de Morfeo, sintiendo como su padre lo abrazaba y aferraba a su cuerpo, escuchando los latidos calmados del mayor, sintiéndose protegido, dejando que sus ojitos se cerraran.

Debo decir que... extraño escribir. No saben cuanto.