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—¿Cuánto falta?— dijo Tim con un hilo de voz cansado, pateando de vez en cuando el puesto del conductor.

— ¿Quieres dejar de patear?— ladró Jason, acomodándose en su lugar. Aunque este se encontraba a dos asientos de Tim, le molestaba el berrinche que hacía.

— Llevamos horas aquí adentro — dijo — sin comida, ni agua..., y con Dick cantando. — suspiro derrotado, dejándose resbalar por su asiento.

— Quedamos que esto sería un viaje familiar— hablo el patriarca.

— Pudimos haber ido a otro lado, no sé, tal vez al parque.—sugirió viendo de reojo al conductor.— O algún lugar que no requiera que estemos encerrados por más de una hora.

— Hubiera sido mejor. ¡Pero vamos!, acampar no es tan malo.— sonrió con orgullo el acróbata, — Pero si buscas a un culpable, te diré que el responsable de todo es Jason.

—¿Yo qué?— murmuro seguido de un bostezo, — Yo ni siquiera quería venir.

— Es un viaje familiar, y eso significa que todos vienen—contesto con simpleza el caballero de la noche, sintiendo como la paciencia se le agotaba con cada segundo que pasaba.

— Especifica familia, legal, adoptiva, ¿o qué?— pregunto el de mechón blanco tomado una postura amenazante. Ese viajecito se le hacía eterno.

— De todas las formas, Jason.— dijo apretando el volante con fuerza.

—¡Pa!— chillo el pequeño pataleando con desesperación, uniéndose al berrinche del adolescente.

Bruce suspiro cansado, no llevaban ni hora de viaje y pareciera que le quieren hacer la vida imposible.

—¿Qué pasa Damian?—pregunto denotando cansancio. 

—¡Sácame de esta cosa del infierno!— grito exasperado, tratando de quitarse de la silla de seguridad para niños, removiéndose como gusano en su asiento. Todos suspiraron a la par. Las vacaciones familiares no iban con ellos, preferían un patrullaje, que estar todos encerrados en un carro por horas.

— Ya lo hablamos, no saldrás de esa silla.— hablo serio, mirando de reojo a su copiloto, el cual estaba demasiado relajado comiendo unas papitas— Dick, deja de comer y mejor ayúdame.

— Claro, Bruce—contesto, sin darle mucha importancia— cuando me acabe esta delicia.

Tim se asomó un poco al frente, juntando el entrecejo al ver como el mayor comía tranquilo mientras él moria de hambre. Con enojo, le arrebato la funda de papitas de las manos con agilidad.

—¡Que te pasa!— grito asustado por el ataque repentino del adolescente.

— No te pases Dick, escuchas que me muero de hambre y tú solo comes como si nada— demando con enojo.

— Yo no desayune.— contesto ante las quejas de su hermano menor.

— ¡Tim dame!— dijo Damian tratando de conseguir bocado alguno. El joven solo ignoró las quejas haciéndose bolita en su silla, dándole la espalda a todos.

— Padre, Tim, no me quede dar— inflo, las mejillas con molestia.

— Tim, dale a Damian por favor— miro por el retrovisor al joven.

— El demonio comió en el camino, yo no.—refuto.

—¡Quieren callarse!— grito Jason, cansado de la situación tan infantil que tenían los menores.

—¡Esto es todo!, o se calman o nos regresamos— todos guardaron silencio acomodándose como se debe en sus puestos.

— No puede ser ¿Por qué se callan?, sigan, yo quiero irme a casa.— 

Una pequeña bolita de odioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora