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—Todd— hablo bajito, sujetándose de la pijama del mayor que caminaba despacio, evitando que la madera rechine.

—¿Qué pasa demonio?— Damian bostezo mirando al mayor, eran las 4 de la mañana y andaban deambulando en los pasillos. Esa noche su padre había salido, así que estaba a cuidado de sus hermanos, y como buenos hermanos que son, decidieron que Jason vigilaba al pequeño esa noche, mientras el otro par lo cuidaba en la mañana.

El mercenario no le agradó la idea, pero la aprovecharía para vengarse.

— Aún tengo sueño— dijo el niño arrastrando los pies.

— Te aseguro enano que se te quitara en un momento— tomo al menor de la mano—¿los trajiste?

El pequeño estiró su otra manito libre mostrando un par de marcadores negros.

— Perfecto— sonrió juguetón.

— ¿A dónde vamos?— pregunto aún sin entender lo que pasaba, estaba más dormido que despierto.

— Ya verás...— miro de reojo al pequeño— ¿ Dick o Tim?— interrogó.

— Cama— susurro el pequeño.

— Tim sera— abrió la puerta del final del pasillo, entrando con cuidado al baño del adolescente.

Después de terminar su primer objetivo triunfante, tomó al pequeño en brazós, dándole pequeños brinquitos para despertarlo.

— Vamos demonio, debes estar despierto para esto— dijo el mayor tratando de mantener despierto al menor.

—Tt ¿Qué haremos?— dijo mientras descansaba su cabecita en el hombro del mayor.

— Dibujaremos un rato, ¿qué te parece?— Damian frunció el ceño. ¿Para esto lo despertaban?

— Que aburrido, Todd— se quejó, acomodándose en los brazos del mayor.

— Ya verás que no — abrió la puerta, dejando a plena vista a su última víctima. — Esto será divertido.

Coloco a Damian a un lado del adormilado Grayson, pasándole  uno de los marcadores negros que habían llevado.

— Haz tu magia, enano— Damian empezó hacer dibujitos al igual que Jason, riendo bajito.

Pero en un momento sintieron que se les bajó la azúcar, al ver como Dick se despertaba.

Jason cargó a Damian y salió corriendo del cuarto, agarrando toda la evidencia.
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El Desayuno pasaba de lo más normal.

— Me sorprende verlos tan despierto a estas horas, señorito Jason—  dijo Alfred con una sonrisa satisfecha por ver el buen hábito que estaba adoptando su nieto.

— Si, bueno..., hoy, si tuve ánimos.— miro cómplice al pequeño que desayunaba su cereal tranquilo.

— Buenos días— Tim hacía acto de presencia en el comedor, con una camiseta holgada y un short negro, sobándose la cabeza recién bañada.

Alfred, que venía con la taza de café humeante del joven, la dejó caer de la sorpresa.

— Por el amor a Dios.

Jason río a carcajadas, mientras Damian se tapaba su boquita tratando de derramar la cucharada de cereal que recién se había llevado a su boquita.

— Joven Tim, la próxima vez que quiera hacerse un cambio radical, piénselo dos veces—  recogió los pedazos de la taza que yacían en el piso— si me disculpan.— se retiró del comedor, con dirección a la cocina.

Una pequeña bolita de odioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora