Capítulo XI

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El abogado arribó a la hora precisa. Tomó asiento en silencio frente a Smith, en el sitio al lado izquierdo del Capitán Thompson. El primero en hablar fue el Capitán, quien, poniéndose de pie, comenzó a vagar, caminando de un lado al otro de la sala, en un vaivén del ventanal a la puerta principal.

- Me parece intrigante pensar en usted como un elemento clave en este caso, abogado – dijo el Capitán Alex

- Lo sé, capitán. Su llamada fue de cierta forma inesperada para mí –

- ¿Inesperada, abogado? ¿De manera que no sabía usted de los planes suicidas de su cliente? –

- Lamento que sea como usted menciona, capitán. Anthony era un hombre cercano a mí, muy cercano; prácticamente, más que mi cliente, mi mejor amigo. Es la última persona que uno pensaría que se suicidaría. Es muy complicado de explicar. No le hallo una coherencia o alguna lógica a que terminase con su vida... Era un hombre exitoso –

- Pero también un criminal – interrumpió el Capitán – y, de hecho, dudo mucho que usted no haya tenido alguna complicidad con él para ver realizados sus sucios manejos de dinero –

- No lo hice, capitán – se defendía el abogado – únicamente me encargaba de procurarle a Anthony aquello que necesitara –

- ¿Por ejemplo...? – preguntó Smith, intrigado

- Por ejemplo, una compañía, el envío de un mensaje, la confirmación de alguna cita importante... - respondió Ben

- Bien. Dejemos de hablar de eso; - irrumpió Alex – por ahora el punto importante es saber cuáles son exactamente los documentos que usted viene a entregar, y su contenido –

- Por supuesto, capitán – dijo Ben, sacando dos carpetas de su maletín – El primero es el testamento de mi cliente, incluye su última voluntad en la repartición de sus bienes. Tenía todo preparado –

- Bien. ¿Y el otro? – preguntó el capitán Alex

- Es una carta, y una llave – respondió Ben

- ¿Qué abre la llave? – preguntó Smith

- Es probable que lo diga la carta, señor... -

- Smith. Inspector Smith, abogado – completó Smith al tiempo que le daba un apretón de manos.

Revisando ambas carpetas, y su contenido, el Capitán Thompson decidió que era pertinente leer con atención la carta y el testamento de Brott para poder saber cómo actuar después. Estaba consciente, sin embargo, de que nadie debía dudar de la transparencia intachable que le caracterizaba, así que sugirió a Smith quedarse en el departamento a leer los documentos en su compañía.

Smith aceptó. Parecía increíble que un caso tan independiente a todo esto que giraba en torno a este médico millonario se le fuera alejando más de las manos, y de su custodia. Aún así, estaba dispuesto a cooperar con el Capitán Alex.

Ben, por otra parte, sentía enorme curiosidad por aquello que los ojos de los policías leerían en los papeles que su amigo había dejado, pero ambos agentes estuvieron de acuerdo en que el abogado podría, quizás, portarse de forma no muy imparcial con lo que fuera que estuviera redactado allí, así que le hicieron abandonar el edificio, y se quedaron los dos solos en aquel lujoso departamento del edificio Dreams Maine en Weirn Street.

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