Capítulo XII

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Cuando Vanessa Monroy encontró aquel paquete, su sorpresa no podía ser mayor. Estaba cuidadosamente forrado en tela de seda color rojo, con un listón negro. Traía una tarjeta:

"Lee esto con sumo cuidado. Eres la única que merece saberlo. Sé que sabrás atesorarlo como se merece...

Anthony"

Era un paquete muy pesado, algo ancho, y de longitud no mayor a 30 centímetros. Se preguntaba ansiosa el contenido de este, que parecía una caja.

Vanessa era una mujer que vivía sola desde siempre. A sus casi cincuenta años, se consideraba una mujer completa, fuerte y suficiente como para no necesitar de ninguna otra persona además de sí misma. De origen mexicano, sus rasgos no hacían sino enaltecer su belleza. Tenía el cabello medianamente largo, negro; la piel clara, como el dulce tono de la tinta en la madera, y sus ojos, grandes y redondos, era el más distinguido ornato en su rostro, que completaba su inmaculada perfección con una blanca sonrisa de perlas, bordeada con sus delgados labios siempre rojos. Gustaba vestir de tacón color nácar y vestidos medianamente cortos, de lunares juguetones.

Ella trabajaba como profesora de español y periodismo en la Universidad de California, en Los Ángeles, después de haberse graduado de la universidad en México.

Conocía a Brott desde hacía mucho tiempo, y se podría decir que eran bastante cercanos; era la única persona que lograba descifrar sus pensamientos, y le hacía sentir un poco de paz. Habían sido pareja, hacía muchos años, pero sus caminos, por muy cercanos que fueran, eran rectas paralelas, que nunca llegarían a juntarse.

Hubo un tiempo en el que Vanessa solía ser alegre y llena de vida, al igual que Anthony, pero después esa vida y esa alegría se fue terminando; ambos se hacían daño sin saberlo, y el amor encubrió lo suficiente al dolor, hasta que su amor no logró retener por completo su sufrimiento, y se dieron cuenta de lo diferentes que eran; siendo que creían ser complementos, resultaron opuestos.

Cuando ella lo conoció, él era un hombre desesperado, en busca de una mujer que saciara el cariño que necesitaba; ella, por otra parte, se sentía confundida hasta cierto punto. Sabía que lo amaba, pero no sabía amar. Después de que se separaran, él se casó, e hizo ver que su vida parecía un ensueño, hasta que aquella ligera capa de fantasía que encubría su realidad se destapó. Ella no volvió a amar.

A Vanessa le aterraba el sólo hecho de creer que podría volver a ser lastimada, y se convenció de una sola cosa: Nadie en el mundo era más importante que ella.

Es por eso por lo que tener dicho paquete la intrigó demasiado, sobre todo porque hacía años que no veía a Anthony; desde su boda con Conny, para ser precisos. Esa noche fue quizás la más difícil en la vida de Vanessa, al ver que el único hombre que había considerado su amor verdadero se casaba con una millonaria británica. Resulta que los americanos son atraídos por los bellos cuerpos latinos, pero no hay nada que les guste más que un cheque en blanco. Era lamentable que su compromiso fuera por interés, pero Vanessa sabía que no era el tipo de mujer que arruina una boda y arma un escándalo.

Con todos esos recuerdos en su mente, Vanessa dejó el paquete en la barra de la cocina mientras se preparaba un café. Le provocaba mucha curiosidad saber cuál era el contenido de aquel "obsequio", sin embargo, también deseaba no recibir dicha impresión desconocida sin nada en el estómago, ya que podría ser lo suficientemente impresionante como para hacer que su cuerpo enfermase, pues si bien no era una mujer mayor, sus mejores años habían prácticamente caducado ya.

Se sirvió su café, muy caliente y sin azúcar como a ella le gustaba, y sin perder más tiempo, tomando el paquete y la taza de café se dirigió a su recámara. Era claro que estaba sola, pero la vida que había llevado le enseñó que las paredes siempre oyen, y que podía sentirse más segura entre menos espacio tuviese para estar.

Sentándose sobre su cama, colocó la taza de café en su buró de madera, y aún con cierto temor hacia el contenido de aquel paquete, comenzó a abrirlo por fin. Al interior de aquel envoltorio de tela se encontraba un grueso libro, un encuadernado y grueso libro color azul marino. Lo acarició en su portada, sintiendo en sus manos su suave textura de piel.

Abrió el libro, dudando qué podría ser aquello que Brott mencionó que sólo ella podría leer, sobre todo por el miedo que le causaba el contenido después de enterarse de que Anthony murió recientemente. En la primera página no había nada escrito; se encontraba en blanco. No fue sino hasta la segunda hoja que se asomaban tres palabras, escritas en letras mayúsculas negras: "MIS INTIMAS CONFESIONES", y debajo de aquellas letras, una frase en minúsculas pequeñas: "aquello que necesito desahogar de mi conciencia".

La extrañeza de Vanessa estaba sin duda justificada, pues ¿Por qué Anthony sintió que necesitaba confesarse? ¿Por qué con ella? ¿Por qué en un libro? Vanessa pensó que podría llegar a comprender todo lo que había estado pasándole a Anthony en aquellas páginas, y de nueva cuenta sintió curiosidad, y sintió miedo.

¿A qué le tenía miedo? No la sabía. No siempre se necesita un temor al cual temer. Uno teme sin saber a qué le teme, a veces. Los niños le temen a un monstruo en su habitación, aunque saben que no hay nadie más en su cuarto, pero hay algo en su cerebro que crea a su monstruo perfecto para temer; una sensación de escalofrío le recorre el cuerpo sin haber visto jamás al monstruo. Le teme por el simple hecho de ser un monstruo, poco importa que dicho monstruo exista o no. No siempre se necesita un temor al cual temer. No siempre se requiere haberse encontrado a un monstruo para que parezca aterrador encontrarse con él. Uno teme, y listo, sin saber la razón del temor.

Así, Vanessa temía sin saber exactamente a qué le temía. ¿A encontrar en el libro algo terrible? ¿Qué exactamente podría considerarse terrible? Probablemente ella simplemente leería aquello que Anthony siempre quiso ocultar sobre sus sentimientos, y eso no es del todo terrible. A lo mejor aquel texto trataba solamente de liberar la verdad que Anthony siempre escondió.

Así, Vanessa temía sin saber exactamente a qué le temía. ¿A la verdad? ¿Se le puede temer a la verdad? Quizás solamente cuando hemos dicho mentiras, tememos que se diga la verdad tras nuestras mentiras; pero no le tememos a la verdad, le tememos a la idea de que se sepa la verdad, y que nosotros seamos descubiertos, encarados, exhibidos de cierta forma.

Así, Vanessa temía sin saber exactamente a qué le temía. ¿A Anthony, quizás? ¿Podría ella tener miedo de Anthony? Era su amigo, una expareja, y la persona a la que más conocía en el mundo. O al menos eso creía ella.

Así, Vanessa temía sin saber exactamente a qué le temía. ¿A la idea de no conocer a Anthony como ella creía? ¿Acaso conocía ella a Anthony, o solamente veía aquello que él le permitía ver? Porque Anthony siempre fue un ser muy inestable; cambiaba constantemente a medida que su vida avanzaba; uno podría decir que entre un año y otro de diferencia no existía en él demasiados cambios, pero el Anthony que murió anteayer no era el mismo Anthony que ella conoció por primera vez, o más bien, se encontró por primera vez, porque dudaba ahora si lo conocía o no.

Así, Vanessa temía sin saber exactamente a qué le temía. Simplemente temía. Había una sensación en ella que le hacía sentirse insegura incluso de las cosas que había a su alrededor. Se sentía temerosa, quizás, de que "algo", no sabemos qué o quién, estuviera viéndola, vigilándola por la espalda. Se sentía aterrada sin ningún sentido, como aquel niño imaginario, que imagina al monstruo aterrador a la medida que su terror le pide para sentir terror.

Y a pesar de su terror, pasó de página, y sus ojos empezaron a captar las letras, y su cerebro a decodificarlas, siguiendo con la mirada las palabras que allí se plasmaban, con esa letra de Anthony, tan hermosamente plasmada a mano sobre la página: "Yo nací siendo feliz, lo fui algún día, hasta que la felicidad de mi infancia terminó, y la vida comenzó a cobrarme haber tenido ese decoroso privilegio."

El PecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora