Capítulo VII

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Ya en su casa, por la tarde, en el 405 de Central Park Road, Londres, el inspector Smith seguía aún con todo el lío de información en su cabeza. No era posible que los datos que recabó coincidieran, puesto que cada uno lucía independiente, aunque aún tenía la idea de pensar en un asesino serial como su teoría principal; entre otras cosas, por el tipo de muerte que las mujeres habían tenido, el hecho de que todas fuesen mujeres, y, además, que los tres casos hayan ocurrido de forma tan discreta.

Tras el testimonio de las hermanas Clentin, y la insegura entrevista con el Dr. Brott, acerca de qué pudo haber pasado con Nataly Tenkocht, era claro que alguno de los dos mentía. Y el policía dudaba que fuesen dos ancianas, vecinas de Tenkocht, quienes dieran un falso testimonio.

Por otro lado, ante el caso de Anazu Clentin, el único dato que había conseguido era que un hombre fue contratado como asesino a sueldo para raptar y asesinar a su familia, por una cantidad bastante fuerte, pues 15 mil euros al contado no es nada fácil de conseguir. Esto quizá nos daba una pista de que debía ser alguien con mucho dinero; pero hay tanta gente rica como pobre que podría ser capaz de dicha atrocidad, así que eso no servía de mucho.

Todo esto daba vueltas por su mente mientras en la tóntima, una maravilla de utensilio rápido y eficaz, calentaba agua para prepararse su acostumbrado té inglés. Desabrochó los tirantes de sus pantalones negros, y el primer botón de su camisa gris; se quitó su característico moño, y los zapatos que, aunque le apretaban ya, seguían siendo sus favoritos al esperar la labor de su tóntima que ya estaba casi lista, pues tardaba, con exactitud, 3 minutos y 37 segundos en hacer el agua ebullir.

Smith apagó la tóntima, vertió el agua aún hirviente a su pequeña taza, luego la leche, y dos cucharaditas de azúcar. Agitó con suavidad mientras en silencio contemplaba el fuego de su chimenea, y luego, puso con cuidado la tacita en la mesita frente al sillón, y encendió su tornamesa. ¡Claro que era un hombre de buen gusto! Se sentía suficientemente mal por sus múltiples fracasos con las investigaciones que no llegaban a ningún lado, y, además, ¿Escuchar reggaetón, prent o k-pop como solían hacerlo los jóvenes? ¡Jamás! Era una música que nunca soportó, desde que asistía a la escuela, por allá del 2006, jamás pudo tolerarla.

Así, únicamente se dispuso a salvar del polvo un viejo LP: "Everything's Archie", y lo reprodujo poniéndolo con suavidad en el tornamesa. Sonaba "Rock 'n Roll Music" cuando muy repentinamente también el teléfono comenzó a sonar.

Era del departamento de policía de Chicago. 

- ¿Diga? – dijo Smith al descolgar el teléfono

- ¿Inspector... John Smith? – respondió la voz al otro lado de la línea

- Sí, él habla, ¿Con quién tengo el gusto? –

- Me llamo Alex Thompson, inspector. Soy Capitán de la policía de Chicago –

- ¡Capitán! Un gusto conocerle. Dígame, ¿En qué le puedo ayudar? Tratándose de una llamada desde los Estados Unidos, sin lugar a duda debe tratarse de algo importante –

- Lo es, inspector, lo es –

- Bueno, por favor, dígame, estoy a sus órdenes –

- Gracias. Dígame, ¿Conoce usted a... Anthony Brott –

- Bueno, capitán, conocerlo, no. No le conozco. Pero sí le he hablado, por el trabajo, usted sabe –

- Precisamente a eso me refiero –

- ¿Disculpe? –

- Sí, usted fue la última persona en hablar con él –

- ¿La última? ¿A qué se refiere? –

- Murió, inspector. Murió –

- ¿Murió? Déjeme adivinar... ¿Envenenado? – dijo Smith con aire sarcástico

- No. No inspector. Se ahorcó. Se suicidó –

- ¡¿QUÉ?! – gritó exaltado el inspector

- Sí. Lo que oye. Se suicidó el muy desgraciado –

- ¿Cómo dice usted? –

- ¡Sí! ¡Era un desgraciado! Un pobre diablo, aunque eso sí, con bastantes miles y millones de dólares –

- Pero ¿Por qué le llama usted así? –

- Me dice que usted se entrevistó con él, ¿Cierto? –

- Sí, lo hice –

- ¿Y acaso no se dio cuenta de la clase de perro que tenía enfrente? Ese hombre tenía que pasar mucho tiempo tras las rejas, señor mío –

- ¿Tras las rejas? ¿A qué se refiere? –

- Bueno, pues a que era un delincuente. Nunca pagó impuestos y tenía negocios fraudulentos con los contrabandistas. Es por eso por lo que se emitió la orden de aprehenderlo, poco después de que habló con usted en la mañana –

- ¿Y es por eso que se suicidó? –

- Creemos que sí. Maldito desgraciado. Prefirió acabar con su vida antes que pagar sus deudas con la justicia –

- Entiendo –

- Y trató de esconderse, créame. Se notificó a su abogado que ya había una orden de aprehensión en su contra, y lo único que hizo el abogado fue advertirlo. El hombre cuando supo que era buscado por la justicia, trató de huir, pero nosotros ya habíamos cerrado por completo cualquier salida que pudiera tener. Bloqueamos carreteras y aeropuertos, y teníamos un grupo de patrullas esperándolo en el hospital. Nunca llegó. Y cuando llegamos a su departamento, lo encontramos colgado de la lámpara frente a la chimenea –

- Bueno, pero ¿Para qué quiere verme con urgencia? –

- Como le dije, fue la última persona con quien tuvo contacto antes de morir. Queremos saber de qué hablaron, y si pudo haberle dicho algún dato importante que nos sirva de algo para saber si sólo se suicidó por evitar la cárcel, o si hubo alguna otra razón. Debemos cumplir con un riguroso protocolo, usted entiende. Criminal o no criminal, la policía requiere justificar lo más específicamente posible su muerte, entre otras cosas, porque no se trata de cualquier persona, sino de un importante millonario, quien, por cierto, queremos creer que hizo un testamento, pero está en manos del abogado, y no quisiéramos tratar con el abogado hasta que hablemos con usted; pues si era su cómplice, este hombre, su abogado, perdería al cien por ciento mi credibilidad –

- Entiendo Capitán. Siendo así, saldré para allá mañana a primera hora –

- Excelente. Que tenga buen día –

- Buen día, señor –

Y colgó.

El PecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora