Capitulo I

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La soledad es en ocasiones peligrosa. Nadie ha llegado nunca a la conciencia de permanecer cuerdo estando completamente solo; en nuestro tenebroso interior, donde se encuentran muy bien resguardados nuestros más escalofriantes pensamientos, se encuentran las claves de la razón humana, y el delgado hilo que intenta alejarnos de la cordura.

 
Aquella mañana de junio transcurría igual a cualquier otra en Petal Street, con una densa niebla gris que cubría como cada verano las húmedas calles de Londres. Los autos transitaban rápidamente de un lado al otro de la fría ciudad, y al sonar las ocho en el Big Ben, sus campanas resonaban hasta cada oído que fuera lo suficientemente perspicaz.

 
El sombrío ambiente era inundado por un intenso olor a café, que emanaba de todas las pequeñas tiendas que ofrecían a los buenos conocedores una pequeña taza por un gran precio. Entonces, los serios rostros citadinos tan fríos como el clima aquel comenzaban a transitar, igual que los autos, llenando los autobuses, el metro, y las grandes avenidas.

 
Fue en esa mañana del 06 de junio del 2030, tan amargada y tan agitada como de costumbre, que se anunció en todos los diarios y televisores la misma terrible nota: "Mujer hallada muerta, asesino libre y prófugo", "Mujer extranjera asesinada, expresión de horror en sus ojos; nadie sabe quién es el asesino", "Al calor de un acero, mujer muere esta mañana en su modesto departamento...".

 
Una noticia así en Londres era demasiado simple para prestarle atención; cuidado con que la reina falleciese, Alemania abriese ataques o la inflación devaluase la banca inglesa, porque entonces sí hubiera ocurrido una tragedia inconmensurable; sin embargo, y aunque la conmoción no era suficiente para los británicos, el hecho de que una parisina falleciera de una forma tan escandalosamente sangrienta en su departamento inglés, era todo un título en los periódicos franceses, que se llenaron de redacciones sobre el terrible caso de su compatriota.
La escena del crimen fue descrita como "trágica y discreta"; aunque claro, para tratarse de una muerte no pudieron encontrar peores adjetivos.

 El cuerpo fue hallado sin vida a causa de la extrañeza que causaba en los vecinos de la mujer su ausencia. Se dice que Anazu Clentin era de todo excepto discreta al momento de prepararse para dejar su hogar e irse a la oficina... Siempre se escuchaba el tronar de su licuadora que preparaba cada mañana el batido de frutas que tomaba como único desayuno; el tip-tap de sus altos tacones negros golpeando el suelo, y el sonar de su radio donde a diario sintonizaba el noticiero matutino.

 
Por eso al faltar aquellos ruidos como de costumbre, era claro que algo iba mal con la viuda el departamento 203. Se llamó a la puerta, luego a la vecina, y al final, a la policía, quienes únicamente llegaron para confirmar redundantemente: "Sí, está muerta".

 
El primer diagnóstico dado fue un suicido, y es que así, a primera vista, cualquiera puede suicidarse después de haber perdido las razones para vivir el mundo que le rodeaba; y con frascos de analgésicos vacíos, además de diversas jeringas usadas, la sentencia final fue inevitable; nadie vio, nadie supo, nadie oyó.

 
Desde que aquel hombre visitó a la señora Clentin dos semanas antes de su muerte, nadie la había visitado, y en un caso así, sin pruebas, sin pistas, sin nada... No se quiso seguir más allá en la carpeta del caso. Pero había algo que no concordaba en este complicado rompecabezas para el inspector Smith. ¿Por qué una mujer tan exitosa y fuerte como era bien sabido que esta víctima era, decidiría terminar así con su vida? Es cierto que hacía dos meses perdió a su marido y a su hija en un terrible secuestro; pero los suicidas son gente aún más enferma que una hábil arquitecta de 42 años... Y había algo más: ¿Por qué utilizar medios médicos para su suicidio, sabiendo exactamente las dosis que tenía que ingerir de cada fórmula para encontrarse con el sueño eterno de la muerte? Un suicida normalmente está desesperado, no piensa demasiado en el tormento de su suicidio; pero esta mujer asistía a terapias de psicología, y su médico la encontraba completamente sana mentalmente, aún después del doloroso proceso que fue perder a sus seres queridos; no pudo haber tomado dos meses con el único propósito de crear su muerte perfecta, ni esconderse tras la máscara de un sano estado mental. Había que encontrar la clave a la solución de este enigma; pero ¿Cómo?

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