Capítulo XIII

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- Tómelas- dijo el capitán Alex, extendiendo las carpetas a las manos del inspector

- ¿Yo? ¿Y por qué yo? – respondió Smith

- Usted es el inspector, y yo el capitán. Yo ordeno, y usted inspecciona. Así que le ordeno que inspeccione. Así de fácil –

- Está bien – dijo Smith, aún no muy convencido, pero obedeciendo la orden, abrió la primera carpeta.

Dentro de la primera carpeta, color marrón, estaba el testamento de Anthony Brott. No era demasiado extenso. Únicamente pedía que todos sus bienes pasaran a nombre de Vanessa Monroy Cazares. Esto incluía el departamento de Weirn Street, las acciones en los hospitales Health Legacy, el dinero que tenía en la cuenta del banco, y también una mansión que había comprado él mismo a las afueras de París. Parecía curioso que Brott dejase sus propiedades a una mujer tan poco sonada en su vida, pero los policías supusieron que se trataba de alguna amante a quien el médico prefería por sobre las demás. Después de todo, era un desgraciado, como el capitán mismo lo dijo.

Smith abrió la segunda carpeta. Esta era roja, y traía una carta, y una llave guardada en una bolsa de tela del mismo color que la carpeta. La carta traía el mismo nombre que el testamento: Confidencial para Vanessa Monroy; así que decidieron, o más bien Smith propuso, no abrirla y entregársela a la tal Vanessa, quienquiera que fuera esa mujer.

En el testamento venía una tarjeta con el teléfono de la susodicha, y el capitán Alex notó que la lada correspondía a Los Ángeles. Se comunicó de inmediato con la jefatura de ese estado, y les pidió que buscaran a Vanessa Monroy para comunicarle que debía venir urgentemente a Chicago, a recibir una herencia del Dr. Anthony Brott.

Smith, por otra parte, se sentía un fracasado. Había perdido el tiempo resolviendo el caso de Anazu Clentin sin lograr llegar a ningún lado, así que decidió por fin darse por vencido, y dejar el caso como suicidio; tal cual habían dicho que era. Por otro lado, el de Nataly Tenkocht tampoco había tenido ninguna relación específica que justificara su muerte. Se sentía un fracasado.

Comprendiendo que ya no tenía nada que hacer allí, Smith se despidió el capitán cuando este terminó la llamada a Los Ángeles, y se marchó.

El capitán Alex también dejó el departamento, ordenando no sin antes irse que lo dejaran impecable; que se llevaran el cuerpo a la comisaría, limpiaran bien el lugar y dejaran todo como si nada hubiera pasado.

Mientras regresaba a su casa en su modesto auto, Alex, el capitán, se quedó pensando demasiado en Smith. Le parecía un hombre muy sensato, tenaz y comprometido con su trabajo. Aún cuando los vientos no soplaban a su favor, el inspector británico siempre se mantenía al pie del cañón, dando lo mejor de sí.

Alex pensaba también en Brott, a quien antes creía conocer. Y sí, aquel al que llamó "desgraciado" alguna vez no lo fue, pero siempre nos pasan cosas que nos hacen cambiar, para bien y para mal. A Brott, nadie sabe exactamente qué fue lo que lo hizo así, tan amargado, tan frío, tan ausente, tan malicioso... Tan desgraciado. El cambio, sin embargo, parecía ubicarse después de sus veinte años. Si hubo algún cambio en algún momento de alguna forma de ser de Brott, ese cambio que fuera el más importante, o al menos el más drástico, sucedió cuando Brott tenía 20.

Alex encontraba curioso eso. El cambio.

No precisamente de Brott, sino, el cambio como tal, le parecía un concepto innecesariamente necesario. Es ridículo pensar que uno puede cambiar. ¿Qué tanto significa exactamente "cambiar"?

Uno puede cambiarse de calcetines, y eso es un cambio, un cambio en sí mismo. Después de todo, no eres el mismo si llevas calcetines diferentes, ¿O si? Tu yo de calcetines azules no es el mismo que tu yo de calcetines verdes.

El PecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora