«...ese temor de ella de 'hacerme mal', que sólo podía significar 'te haré mal con mis mentiras, con mis inconsecuencias, con mis hechos ocultos, con la simulación de mis sentimientos y sensaciones', ya que no podría hacerme mal por amarme de verdad»
—El túnel. Ernesto Sabato.
La siguiente historia retrata una relación abusiva vs. una relación sana. Si ambas te parecen normales, te pido que lo reconsideres. Si estás pasando por una situación como la de la relación abusiva, por favor busca ayuda.
"Control"
2001
—¿Dónde estabas?
Acababan de mudarse juntos unas semanas atrás; debió notarlo entonces. Debió notarlo antes de que fuese demasiado tarde.
Alex hizo una pausa bajo el umbral de la puerta. Dejó las llaves en la mesa del recibidor, le sonrió a su novio y cerró detrás de él.
—¿Qué? —Se rio entre dientes, acercándose despacio—. ¿No te llegó mi mensaje? Te dije que iría con los chicos un ra-
—Eso fue hace más de seis horas, Alex.
Él arrugó un poco el entrecejo. De reojo, vio su reloj de muñeca. Oh, bien, se había olvidado de estar pendiente cuando hablaban.
—Estábamos divirtiéndonos y- —Calló. Lo miraba mal. No, lo miraba más que mal; tenía el ceño fruncido, los ojos entrecerrados.
Realmente no esperaba una respuesta mayor a esa, ¿cierto?
Alex vaciló. El remolino de la culpa lo mareó, lo hizo reconsiderar sus palabras.
Él debió estar preocupado, se dijo. Preocupado porque tardó.
Sólo era eso.
—Perdona, el tiempo se me pasó.
Sin embargo, su mirada no cambió. Alex titubeó al intentar pasarle por un lado.
—Oye, ¿en serio estás...?
Cuando hizo ademán de sujetarle el brazo, se sacudió para que no lo tocase. Alex retrajo la mano, apartándose un paso.
—Vete a dormir, Alex. Es tarde, debes ir a esa mierda de trabajo que tienes mañana temprano.
Alex abrió la boca, luego la cerró. La réplica murió en la punta de su lengua.
Está molesto.
Está molesto porque lo preocupé. Él podía ser difícil de entender, era todo.
(Las excusas fueron sus mejores amigas)
—Perdona —repitió, en voz baja, sin verlo—. Buenas noches, Eric.
No recibió más que un vago sonido afirmativo.
2006
—¡Llegué! —Alex levantó la voz al cruzar la puerta para hacerse oír por los rincones del apartamento. Arrojó las llaves a la mesa del recibidor, batalló con los zapatos al quitarse uno con ayuda del pie contrario y avanzó entre pequeños saltos.
Unos metros más adelante, se le ocurrió que hacía mucho ruido y era tarde. Dane podía molestarse.
La sensación estuvo de vuelta por un instante. Un túnel que se lo tragaba, lo comprimía. El vértigo, el frío en las extremidades. El peso en el pecho.
Después escuchaba su voz, murmurando un saludo desde la mesa del comedor. Y se recordaba quién era, qué pasaba. Dónde estaba.
Dane ocupaba una de las sillas. Usaba los lentes de lectura y parecía tan concentrado que se sintió culpable de haber irrumpido así; él siempre criticaba lo ruidoso que podía ser. Libros dispersos cubrían la superficie de la mesa.
Alex se acercó despacio, le tocó el hombro para llamar su atención y se inclinó para besarle la mejilla. Él lo sorprendió girándose para atrapar sus labios en un contacto fugaz. Sonrió al apartarse.
—Hey —Volvió a saludarlo, extendiendo un brazo para enredar los dedos en su cabello. Le gustaba que lo hiciese, porque trazaba caricias circulares en la parte de atrás de su cabeza cuando sucedía.
Las palabras brotaron antes de que tuviese oportunidad de sopesarlas.
—Perdona que llegase tan tarde.
Dane parpadeó. Miró su reloj, volvió a parpadear, lo observó con los lentes en la cabeza, luego se los colocó otra vez. Los gestos eran exagerados a propósito. Alex se mordió el labio para contener la risa.
—¿Mis lentes están dañados? Ni siquiera son las once, amor —Lo rodeó con los brazos, girándose en la silla para quedar de espaldas a sus libros y frente a él. Recargó la barbilla en su torso, viéndolo desde abajo—. Pensé que Rick te iba a tener horas allí, hablándote de lo linda que es su bebé, lo lindo que será su futuro bebé, lo linda que piensa que es su esposa cuando va a tener a su bebé...
—Hay muchos «lindos» y «bebé» en esa respuesta —Alex se cubrió la boca al reírse.
Dane se estiró para darle un beso al dorso de su mano, que se interponía en el camino a sus labios.
Poco a poco, la tensión de sus músculos desaparecía. El abrazo de Dane era cálido, flojo. Podría haberse apartado si quisiera.
(Por supuesto que no quería)
—¿Tienes hambre? Dejé algo en la cocina, pero vas a tener que calentarlo mientras yo —Dane echó una ojeada a la pila de libros en la mesa— pienso cómo reportarme enfermo de por vida en el banco para evitar la auditoria de mañana.
Alex arqueó las cejas.
—¿Cocinaste? —Le pinchó la mejilla con un dedo, atrayendo su atención de vuelta.
Dane bufó.
—Era cortar algún ingrediente, cortar los libros —Él repitió lo de ver hacia la mesa, con una practicada expresión de horror—, o cortarme a mí mismo para tener una excusa para dejar de leer sobre cuentas y depósitos.
—¿Tan malo es?
Su voz, desde el comedor, contándole sobre lo para nada divertido que era no hallar algunos miles sin razón aparente, que tendrían que estar en una bóveda, lo acompañó en el trayecto a la cocina para calentar la cena. Cuando regresó sobre sus pasos, Dane preguntó si quería comer ahí y le abrió un espacio en el caos de libretas. Hizo algunas anotaciones luego, nunca cuando Alex le hablaba; entonces su atención era completamente para él.
ESTÁS LEYENDO
Alex tiene que hablar
RomanceHay días en que Alex cree que ya todo está bien: tiene un buen trabajo, tiene buenos amigos, tiene un novio al que adora. Y otros días, lo recuerda a él. Por difícil que sea, hay que hablar de las personas que nos dañaron para comenzar a sanar. ➢His...