Hablar

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2002

—¿Estás listo para hablar?

—Creo que sí.

—Detente en cualquier momento que lo necesites, ¿de acuerdo, Alex?

—Sí.

—Pues adelante.





Lo describiría como un túnel. Ingresas por un lado, no sabes qué habrá dentro, esperas llegar a su otro extremo. Pero es un túnel de miedo.

Creo que lo único que sirve para describirlo es esa palabra: miedo. Lo que pasa es que no es el tipo de miedo que le tienes a las arañas, a las serpientes o a los payasos. No es un miedo que normalmente compartas con otros, ni del que se pongan a hablar o bromear. No es fácil decírselo a alguien más, así que no estoy seguro de cómo hacerlo.

Es horrible tenerle miedo a la persona de la que te enamoraste. No digo que un miedo sea agradable, pero insisto en que es distinto.

Un día, todo parece estar bien, ¿sabe? Hay regalos, besos, hablan, bromean. Nunca sabía cuándo o qué iba a molestarlo, intentaba evitar que se pusiese así todo el tiempo. Pensaba en cuando nos conocimos o en las primeras veces que salimos y lo comparaba con ese momento y me daba cuenta de que no tenía idea de lo que había pasado.

Se me ocurrió que debía ser mi culpa. Eso es lo que te hace. No podía decir o hacer algo sin sentir que era incorrecto; él lo repetía siempre, así que empecé a decirme que si Eric lo decía todo el tiempo, debía ser por una razón. Debía ser porque era verdad, porque yo no hacía nada bien.

Ese es el suelo del túnel. Es la inseguridad, creo, sobre ella se asienta todo. No sé si existirá otra palabra para ponerlo, tal vez usted conozca un término para esto, pero yo no.

Luego vienen las acciones. Primero, con disculparme por lo que fuese estaba bien. Después ya no.

Los pellizcos dolían, cuando me sujetaba con fuerza dolía. Los golpes definitivamente dolieron. No sabía qué hacer, porque no entendía por qué. Es como entrar en shock, un shock extraño; estás ahí, viendo a esa persona con la que haces el amor, enojada, actuando así, y luego te fijas en lo que acaba de hacerte, y tu mente no sabe hacer la conexión entre ambas cosas. No parece que fuese capaz de hacerte eso. Dudo que alguien piense que su pareja puede hacérselo.

Cuando pasa una vez, pasa otra vez. No sé si todos empiezan así, sólo fue lo que él hizo. Cosas que podía excusar con un juego o un reclamo, un momento de mal humor, cosas que yo dejaba pasar porque no estaba seguro de qué más hacer. Porque no quería pensar en qué más hacer.

Te centras en lo que fue bueno, las citas, los viajes, los regalos. Cuando es amable, lo ves como si fuese algo enorme, como si te hiciese un favor. La felicidad te deja ciego. Cuando te trata mal, buscas cubrirlo, disimularlo. Eric estaba enojado, Eric estaba estresado, lo hice molestarse, yo hice, yo hice, yo dije, yo causé, yo provoqué. Todo era yo. Todo pensaba que era yo.

Estaba seguro de que tenía arreglo, de que se podía solucionar. Cuando Eric se hubiese tranquilizado, o la siguiente vez que se disculpaba. Cuando pedía perdón, yo juraba que estaba arreglado. Quería creerle. Y nunca lo estaba, porque se repetía.

Entonces, con el tiempo, va subiendo la intensidad. Va haciendo más. Más daño, más dolor. Da más miedo.

Las paredes del túnel son el miedo. Miedo a lo que dirá, miedo a lo que hará. Ese miedo que hace que cuando te ve de cierta forma, te encojas, que huyas, que hagas lo que sea para evitar que continúe, que se ponga así.

Hubo un tiempo en que creí que me iba a casar con Eric, ¿se lo imagina?

¿Se imagina lo que sería ahora?

Esas paredes imaginarias se cerraban cada vez más encima de mí. No podía respirar, pero al mismo tiempo, sí. Era extraño, no sé si me entiende. Era como si tuviese algo atorado en la garganta todo el día, en especial cuando lo veía, se hundía, me apretaba el pecho, pesaba. El aire todavía entraba cuando inhalaba, pero yo no me sentía bien, no lo sentía suficiente, no sentía que en verdad respirase.

Justifiqué todo lo que pude. Me dije que exageraba lo que hacía, me dije que no era nada. Que esas cosas pasaban todo el tiempo.

No dormía bien cerca de él, me tensaba cuando llegaba a casa. No quería hacer nada para evitar molestarlo más.

Cuando pasó...lo que le dije que pasó, ¿recuerda? Ahí pensé que yo no le habría hecho eso. Tal vez fuese cosa mía, pero yo no habría sido capaz de golpearlo, ni siquiera por defensa. Podría haberlo hecho, he recibido entrenamiento y Eric nunca lo tuvo. Podría haberlo derribado, podría haberlo herido. Pero yo no quería.

Jamás quise lastimarlo, sin importar lo que hacía. La única vez que hice algo parecido fue porque me estaba asfixiando con la mano en mi boca y nariz.

Pero me hizo pensar. Mi mejor amigo se casó y sé que nunca le haría eso a su esposa. Ni ella a él. Tampoco conocía a alguien que hubiese pasado por una cosa así, y no me hubiese atrevido a mencionarlo porque, ¿qué pasaba si Eric se enteraba?

Debió ser cuando me di cuenta. En algún momento, me hizo muy feliz, pero ya no lo estaba haciendo. Cuando intento pensar en él, es esa parte desagradable la que más recuerdo.

Yo estaba seguro de que lo había amado. Antes, en algún punto. Si yo no lo hubiese lastimado, ¿por qué él a mí sí?

Ahí estaba mi respuesta.

Sí, creo que la metáfora del túnel me gusta. El suelo es la inseguridad, las paredes son el miedo. Se está cerrando, me está atrapando. Hay un final, pero está demasiado lejos.

Todo es raro, un poco irreal. Al principio, no puedes creer que lo hace. Lloré mucho esos días.

Pero entendí. Tuve que entenderlo.

Cuando tengo dudas, lo único que hago es preguntarme qué hubiese pasado de seguir así, de no haberlo dejado. Y recuerdo por qué lo hice.

Estaba en un túnel, ¿eso le sirve?

Alex tiene que hablarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora