Segunda consecuencia

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"Pellizcar"

2001

—¿...tú qué opinas, Alex?

Alex levantó la mirada enseguida de su plato, sorprendido porque su nombre hubiese salido a colación entre ellos, dado el tipo de conversación que llevaban. El otro lado de la mesa era ocupado por una mujer de sonrisa dulce, que era la que le habló, y un hombre mayor. Trabajaban con su novio. Gente importante, los habría llamado él.

...en serio, Alex, es mejor que sólo te quedes callado cerca de la gente importante o lo vas a arruinar también...

Escuchó sobre números, el mercado, las estadísticas. No entendía gran parte de lo que decían; no era su campo, ni conseguía fingir tan bien el interés.

Su respuesta fue casi un balbuceo, repitió algo que le había oído decir a Eric días atrás. La mujer se rio, haciéndole una suave corrección de un término y distrayéndose al darle una explicación al hombre que tenía al lado.

Cuando iba a abrir la boca de nuevo, brincó en el asiento por una repentina punzada. Eric, a su lado, le había pellizcado el muslo por debajo de la mesa. Se volteó hacia él de inmediato, mirándolo con los ojos muy abiertos.

—No digas estupideces —le siseó, entre dientes, sin despegar la mirada de sus colaboradores.

La siguiente vez que intentaron dirigirse a él, Alex se dio cuenta de que vacilaba, mirando hacia su novio para saber si podía hablar. Estaba demasiado aturdido para pensar en el por qué.



2006

Alex se percató de que había cometido un error por la manera en que lo miraron. De no haber estado en sillas contiguas, sino de pie, habría intentado ocultarse detrás de su novio.

Lo intentó, de verdad lo intentó esa vez. Algunos términos que utilizaban los supervisores que trabajaban con Dane podían confundirlo por la forma en que los mezclaban. Estaba seguro de haberlos memorizado cuando lo oía hablar, aunque él jamás se lo hubiese pedido.

No quería arruinarlo para él.

Estaba hundiéndose en la culpa y pensando en cómo se disculparía cuando sintió un toque en la mano, por debajo de la mesa. Dane había extendido el brazo de forma disimulada para sostenerlo cuando debió notar que comenzaba a tener lo que su terapeuta solía llamar pequeño colapso para simplificar.

Cuando volvía ahí. Cuando se sentía así. Cuando creía que estaba con él.

Escuchó sus palabras, distantes, confusas. El fallo intencional. Los compañeros de su novio ahogaban la risa y bromeaban por su fingida confusión temporal, Dane se encogía de hombros.

—Supérenlo, todo el mundo comete errores.

Otro apretón a su mano. Alex inhalaba profundo y se obligaba a concentrarse en el lugar. Poco a poco, relajaba los músculos.

Los demás seguían bromeando e intercambiaron historias sobre los errores que ellos mismos tuvieron al comenzar en el empleo. Luego la plática se desviaba, pero Dane se dedicaba a trazar diminutos círculos con el pulgar en el dorso de su mano, mientras les contestaba.

Al fijarse en él, tenía una mirada suave que le hacía pensar en su voz diciéndole que estaba bien, que no había hecho nada. En una breve pausa de la conversación, Alex se estiró para darle un rápido beso en la mejilla, sin importarle lidiar con la diversión de sus compañeros.

Alex se les unió poco después. Al volver al apartamento, Dane le preguntaría si pudo estar cómodo y divertirse; él admitiría que sí.

Alex tiene que hablarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora