Segunda alerta

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"Empujar"

2001

Se había pasado con las bebidas. Sabía que se había pasado, en alguna parte racional de su cabeza que se rehusaba a ponerse en funcionamiento en ese instante.

Tuvo que golpear la puerta para que le abriese, porque no tenía idea de dónde estaban sus llaves. O que tenía llaves. O qué era una llave.

Tal vez no debió seguir a Rick cuando lo invitó y aceptar las bebidas. Jamás se había pasado así, se juró que no volvería a ocurrir.

Eric lo observó de pies a cabeza con los ojos entrecerrados cuando le abrió.

—¿Sabes qué hora es?

Probablemente no tan tarde. Pero para Eric, siempre era tarde. Cuando Alex llegaba, al menos; no funcionaba al revés. Eric nunca llegaba tarde, según él mismo.

Divagaba.

Alex balbuceó una disculpa, explicando algo sobre Rick celebrando porque su novia le hubiese dicho que sí el día anterior a casarse con él, bebidas que probaban, una apuesta. Fue divertido. La resaca no lo sería.

Eric maldijo por lo bajo, lo agarró del cuello del abrigo y tiró para que entrase. Cerró de un portazo detrás de él, empujándolo hacia adentro. Alex trastabillaba, falto de equilibrio.

—A veces te superas a ti mismo, Alex, en serio.

Al siguiente empujón, llevándolo hacia el cuarto, tropezó y se cayó. Emitió un quejido vago, ahogado por la risa. Sí, no volvería a salir con sus amigos así.

Apenas sintió cuando Eric le tocó la pierna con la punta del pie.

—Arriba, vamos. Deja de hacer estupideces, no te voy a mover. Por estas cosas es que te digo que no puedes beber, Alex.

Luego estaría seguro de haberle pedido algo. Eric frunció la nariz en señal de desagrado y negó.

Lo único que lo escuchó decir, a manera de despedida, fue un «dormirás en el sofá, lo arreglamos mañana».




2006

Se le ocurrió que era una buena idea llamarlo desde la recepción, porque las escaleras se veían demasiado largas y a su alcoholizada mente le daba miedo quedarse atorado, solo, en un ascensor de mala fama.

Se había prometido no beber más con los chicos. Luego había olvidado lo que se prometió.

Ese era el resultado.

Dane bajó para buscarlo. Dane era lindo. Alex amaba a Dane. Dane era el mejor novio del mundo, además, pero no era por eso por lo que lo amaba, sino por ser Dane.

A su cabeza embotada le gustaba pensar en su nombre. Le hacía gracia, lo llenaba de esa emoción cosquilleante y cálida en el pecho.

En serio lo amaba. Era un hecho que seguiría ahí cuando el alcohol se hubiese ido.

—¿Qué pasó contigo? —Su novio lo observó con abierta curiosidad en cuanto lo encontró sentado en la silla detrás del escritorio del guardia del edificio. Le palmeó las mejillas, reconoció el olor a alcohol enseguida y emitió un sonidito de disgusto; él no bebía—. Ay, Alex. ¿Volviste a dejar que eligiesen lo que bebías?

Alex le mostró una sonrisa culpable. Él bufó, lo envolvió con un brazo y dejó que le rodease los hombros para equilibrarse.

—Rick me decía- me decía- —Alex balbuceó al intentar explicarse. Bostezó. Dane empezaba a guiarlo hacia el elevador—. ¡Me decía que tendrá un miniRick! Otro bebé, que será un miniRick, porque es de Rick, ¿entiendes?

—Perfectamente, amor, pero no estoy seguro de si tú te entiendes —comentó su novio en voz baja una vez dentro.

Maniobró para sostener su peso, presionar el botón de su piso y evitar que Alex metiera la mano en la rendija entre ambas puertas del ascensor. Él lo encontraba divertidísimo.

En el trayecto, Alex se recargó más contra él. Apoyó la barbilla en uno de sus hombros, distinguió el cuello estirado de la camiseta que vestía, dejando a la vista la clavícula. Tuvo que estirarse para alcanzarlo. Pronto sintió la vibración de la risa de Dane, mientras lo abrazaba. Le gustaba hacerlo reír.

—No- no- Alex, los besos alcoholizados no son románticos —No dejó de reírse cuando él cambió de 'besos' a 'mordidas falsas y gruñidos' para fingir que se lo 'comía'—. Cómeme cuando estés sobrio, si te queda energía —argumentó, divertido. En cuanto la puerta se abrió, lo llevó por el corredor que daba a su apartamento.

Alex sonrió como un tonto, sin notarlo.

—¿Sí puedo?

—¿Qué cosa, Alex? —Dane no se retorció más cuando le dio otro beso en el cuello, pero todavía ahogó la risa, luchando por abrir la cerradura y mantenerlo de pie con su otro brazo.

—Comerte.

Dane emitió un breve «hm».

—Espero estemos hablando de comer en el mismo sentido —Hizo una pausa bajo el umbral de la puerta para mirarlo de reojo. Sonreía.

Amaba su sonrisa. ¿Ya había mencionado que lo amaba a él? Sí, amaba a su novio.

Alex sonrió aún más.

—Yo decía comer a besitos.

—Sí, Alex, me puedes comer a besitos. Estando sobrio.

Dane lidió con que le rodease el cuello con los brazos, parándose frente a él e interponiéndose en su camino, entre protestas sobre por qué tenía que esperar a estar sobrio para comérselo. Aceptó darle un beso, aunque no le gustaba el sabor del alcohol en su boca. Luego lo ayudó a cambiarse para ir a dormir.

Alex tiene que hablarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora