Los bocetos de un nuevo comienzo

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Hyukjae

Ya que era fin de semana, la mayoría de las atracciones de la zona turística estaban abiertas hasta muy tarde. Para mí, un romántico anticuado, no existía mejor cosa que caminar por las callejuelas iluminadas de Seúl al lado de la persona que me hacía sentir tantas cosas lindas. Donghae se hallaba a un costado de mí, mirando todo con suma curiosidad, como si no llevara una vida entera viviendo en esta ciudad.

—Entonces dime, Hae ¿qué es lo que quieres hacer esta noche? —pregunte amablemente.

—Oh, no lo sé. Lo que usted quiera —contestó distraído.

—Ah, no —respondí poniéndome frente a él e impidiendo su andar—, es tu noche especial. Dijiste que los chicos y tú no irían a celebrar hasta mañana, así que hoy, conmigo, tienes la oportunidad de escoger qué es lo que quieres hacer.

—Okay —murmuró pensativo—. Quizá una cena.

—Claro. —De inmediato saqué el teléfono de mi bolsillo y me puse a revisar restaurantes cerca de la zona —¿Qué tal aquí? —le mostré la pantalla —Según las reseñas, venden el mejor estofado de pescado de la zona y tienen una reserva de vinos asombrosa… Digo, yo no bebo, pero creo que a ti te gustaría.

Donghae soltó una risilla.

—¿Y si mejor cenamos allá? —apuntó cierto lugar a mis espaldas, y cuando volteé me encontré un puestecillo callejero con mesas a los costados. Vendían brochetas y té de durazno.

—Claro —asentí, y sin saber por qué, me sentí muy tonto.

—Le aceptaré el vino en otra ocasión. Quizá algún día en su casa podamos ver películas, comer hamburguesas y tomar vino tinto, de ese que venden en caja en el konbini. Tampoco quiero que gaste en mí.

—Sabes que el dinero no es problema —le recordé mientras cruzábamos la calle.

Noté un cambio radical en su bonito rostro. La pequeña sonrisa que me dio durante todo el camino desapareció. Creo que eso era a lo que la gente llamaba “un gesto neutro”.

—El dinero siempre es problema —aseguró, y algo en su voz me decía que no iba a permitirme replicar, además tenía miedo de ofenderlo si le regalaba tantas cosas. Heechul me lo advirtió, dijo que a la mayoría de los chicos les encantaba la… atención monetaria, por decirlo de alguna manera, pero que Hae parecía genuinamente distinto. Él no creía que Donghae apreciara tantos lujos, y yo estaba de acuerdo.

Por esa y otras razones cerré mi boca hasta que llegamos al puesto.

Una mujer regordeta nos atendió con una amabilidad que difícilmente había visto antes en mi vida. Nos trató como a su familia, e incluso elogió a Hae diciéndole que era tan guapo como un idol. Eso bastó para hacerme sentir cómodo, ya que no recordaba la última vez que comí en un puestecillo callejero, aunque seguro que fue cuando estaba en la universidad, con Heechul al lado masticando y hablando violentamente de algún chico que lo había decepcionado.

Estar al lado de Donghae me traía recuerdos de épocas bonitas, épocas fáciles donde casi nada me importaba y el ochenta por ciento del mundo podía irse al carajo.

—Esto está delicioso —aseguré dándole una gran mordida a mi brocheta. Donghae me sonrió, y vi a la dueña del puesto alzar el dedo pulgar en aprobación. Por poco mis mejillas se pusieron rojas, no era mi intención hablar tan fuerte.

—Es una de mis comidas favoritas —musitó, y aunque toda la noche lo había visto portarse lindo conmigo y los demás, hablar, responder a mis preguntas, caminar con normalidad…, había algo que no cuadraba, algo que no pegaba del todo con él, con su forma común de ser. Parecía un robot, o algo así, intentando imitar al verdadero Donghae.

•La vida es un libro [Eunhae]•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora