El asombroso señor Lee

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Hyukjae

Donghae se mantuvo callado y sorbiendo su nariz de camino al aeropuerto. Detestaba verlo así, me partía el corazón darme cuenta de que podía tener días malos, es decir, terribles días en los que ni mis palabras bonitas eran capaces de sacarle una sonrisa, aunque, bueno, en estos momentos el día no tenía la culpa de su estado de ánimo, sino Siwon.

Me sorprendí a mí mismo al encontrarme enojado. Yo creía fielmente en lo que le había dicho a Hae, que ese muchacho solo se sintió herido por el rechazo y no supo exteriorizar sus sentimientos de ninguna otra manera que no fueran las palabras y actos hirientes. Sabía que Siwon no podía ser más inmaduro, y si esta historia me la hubiera contado otra persona quizá hasta me habría reído. Cosa de niños, hubiera pensado, pero ahora me sentía involucrado porque ese tonto le había hecho daño a Hae, daño real, y era verdad, nadie tenía derecho a creerse con el permiso de destruir las pertenencias ajenas, sin importar el motivo.

Como dije antes, el acto estúpido de Siwon me parecía tan malvado e inteligente que casi me dieron ganas de aplaudirle y luego soltarle un puñetazo. Para empezar, fue muy simbólico que destruyera un libro de mi autoría, precisamente aquel que Hae le había confiado. Es decir, no fue al living y tomó uno al azar para “apagar el fuego”, no, él “apagó el fuego” con un libro mío, y además le dejó dinero para “reponerlo” …, dinero, la cosa por la que habían discutido. Era esa clase de intento de humillación lo que me hacía querer ahorcarlo. Era como si le dijera a Hae “Oh ¿ahorraste y pasaste penurias para conseguir esta tontería? Yo lo puedo usar para apagar el fuego de la cocina y tengo tanto dinero que te dejaré unos billetes con los que podrías comprarte incluso dos libros iguales”.

Mientras más lo pensaba más me abrumaba el calor que recorría mi cuerpo de arriba abajo. Y luego solo hacía falta echarle un vistazo al rostro triste de Hae para hacerme querer dar la vuelta, buscar a ese muchacho y meterme en problemas.

Me obligué a tranquilizarme cuando me pasé un alto sin darme cuenta.

—Mierda —musitó Donghae con una mano en el pecho porque un auto por poco nos embistió. Me volteó a ver asustado —¿Está bien?

—Lo siento mucho. Estoy distraído.

Solo esperaba que ningún oficial de tránsito me hubiera visto. No necesitaba multas ahora.

Gracias a la velocidad imprudente con la que estuve conduciendo llegamos rápido al aeropuerto. Todo salió de acuerdo al plan que tracé por la mañana, era como si nunca nos hubiéramos distraído en casa de Donghae.

Bajé mis maletas y las suyas. Luego le di mi tarjeta de crédito y le indiqué que fuera a una de las librerías del aeropuerto a comprarnos un par de libros para leer durante el viaje. Él aceptó, desganado, y ni siquiera se quejó porque pensaba comprarle algo tan innecesario. De seguro debía tener muchos libros en Kindle o esas aplicaciones que usaban los chicos de su edad para leer en formato digital. En realidad, le pedí que hiciera eso para hacerle una llamada a Heechul. Gracias al cielo, mi editor tomaría su vuelo hasta mañana porque debía quedarse un día más a resolver asuntos de trabajo. De esa forma había podido traer a Hae sin tener a nadie gritándome en el oído.

—¿Sí? Mejor que sea bueno. Estoy hasta el tope de TUS documentos —me gritó apenas contestar. Entorné los ojos.

—Deja eso Hee, necesito un favor.

—¡¿Otro?! ¡El colmo del descaro!

—¡Hee! Escúchame —exclamé dispuesto a echarle un montón de mentiras para lograr lo que quería—. Hae ha estado yendo a Mokpo durante un tiempo porque tuvo graves problemas con su compañero de piso. Hoy estuve en esa casa con él antes de tomar mi vuelo y… ¡El tipo se volvió loco! Le quemó un libro. Donghae no estará en su casa el fin de semana, así que está preocupado por dejar sus pertenencias con ese muchacho. Tiene libros importantes de la universidad y tomos valiosos…

•La vida es un libro [Eunhae]•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora