El muchacho despistado

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Me pasé la mano por la frente para secarme un hilo de sudor. Me quité el saco y lo arrojé sobre una silla. Hacía demasiado calor y apenas eran las diez de la mañana.

—¿Qué se cree esa tipa? Queriendo crear controversia. Las personas como ella me dan asco —Heechul había estado quejándose de la reportera imprudente durante los diez minutos que me habían dado de descanso antes de comenzar con la firma—. Desgraciada. Todo hubiera ido bien de no ser por ella. Si no tuviera compromisos con la editorial ya la habría desgreñado por chistosita.

Traté de no reírme porque estaba bebiendo agua y no quería manchar mi camisa blanca.

—Ya Heechul. Ese es su trabajo después de todo —traté de calmarlo en cuanto tuve oportunidad.

—¿Joder a los demás?

—De eso vive. —Me encogí de hombros. Homosexual o no yo seguía siendo Lee Hyukjae, el escritor más reconocido del país.

Heechul soltó un suspiro y miró la hora en su reloj de pulsera.

—Es hora de comenzar la firma. El guardia estará a tu lado y yo detrás del escenario ¿vale? —me dijo ya resignado a terminar con esto de una vez.

—Vale.

—Solo un minuto ¿recuerdas? No más.

—Sabes que algunos no se quedarán ni veinte segundos. Vienen, les firmo y se van. Lo tengo claro. Deja de preocuparte tanto.

—Eso espero. Sal, tus lectores te esperan.

Le entregué mi botella de agua y acomodé los puños de mi camisa. Caminé hasta sentarme en un escritorio más pequeño que el de la conferencia y vi frente a mí la extensa fila de gente abrazando sus libros como si fueran bebés.

Suspiré y adorné mi cara con una sonrisa. Aunque me diera una pereza horrible, se merecían esto y más. Al final de cuentas gracias a ellos había podido vivir durante diez largos años a costa de lo que más amaba hacer.

—Hola —saludé a la chica rubia que no dejaba de morderse los labios —¿Cómo te llamas?

—Park Inna.

—Bonito nombre.

Ella puso sobre mi escritorio el libro y yo lo abrí en la primera página, esa en blanco. Garabateé un "con cariño para Park Inna" y mi firma.

Ella agradeció cerca de cien veces sin perder la oportunidad de decir cuánto me admiraba. Agradecí su apoyo y se fue con una gran sonrisa en la cara.

Así, más o menos, fueron las primeras 70 personas. Algunos hablaban mucho, otros casi no lo hacían. Unos se sonrojaban cuando los veía a los ojos y otros eran, incluso, insolentes. Pero a pesar de todo, ninguno pudo verme con otra expresión que no fuera felicidad.

Eso, claro, hasta que cierto joven se plantó frente a mí.

Ya se me había terminado la tinta de cinco bolígrafos. Tomaba otro del estuche a mi lado cuándo fue el turno de ese chico.

Al levantar la mirada me encontré con el simpático hombrecito de la boina. Le sonreí sin despegar los labios y él se sonrojó, quizás a sabiendas de que lo había reconocido.

Estuve a punto de decirle "Hola", pero él habló antes.

—S-sé que es un atre... un atrevimiento muy grande de mi parte, señor Lee, pe-pero esta mañana terminé Caroline mientras esperaba afuera y pensé "ya que lo tengo aquí a lo mejor el señor Lee... qui-quiere firmarlo también". —Bajó la mirada y la boina le cubrió la mitad del rostro.

•La vida es un libro [Eunhae]•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora