➶ ໑ 𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟎𝟓 ᘒ ꒦ 🜸

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El doctor me hace un corte, clavándome profundamente la cuchilla en la piel, atravesando tejidos. Brota una sangre cálida que me gotea por el pelo. Yo grito contra la cinta adhesiva y oigo una especie de chirrido estrangulado. En mi garganta arde el fuego, una defensa automática que no me beneficia en nada ahora. Me sale humo por la nariz y el doctor desliza el bisturí. Sé que sólo tarda unos segundos, pero se me antoja una eternidad.

Como todas las demás cosas de aquí abajo, la penetrante presión se alarga infinitamente. Yo miro al hombre de reojo cuando se incorpora, con los dedos curvados alrededor del escalpelo. Mi sangre cubre la superficie plateada, de un morado centelleante bajo la brillante luz, revelando mi herencia. El doctor se apresura a entregar el bisturí y luego aprieta un pequeño frasco contra la incisión de mi cabeza, para recoger la sangre.

-Que no se desperdicie ni una gota. - Murmura.

Hecho esto, acepta un nuevo objeto de manos de Subin. Un pequeño disco metálico, no mayor que mi uña.

Ahora actúa más despacio, cuidadosamente, con movimientos precisos y experimentados, y yo no puedo evitar preguntarme si mi padre estuvo tendido en esta misma camilla, con un pequeño disco metálico cerniéndose sobre él.

De pronto, mi pánico se transforma en algo más tranquilo. Me siento extrañamente en paz, como si Johnny estuviera a mi lado, infundiéndome ánimo en susurros. Y entonces sé que no puedo tener esa cosa dentro de mí. Me retuerzo de nuevo, tratando de apartarme, pero las ligaduras no ceden. No hay ningún sitio a dónde ir. Me encojo y me tenso contra las correas.

Su elástica tenaza se curva contra mi cráneo. Gimoteo, dilatando deprisa las ventanas de la nariz con resoplidos calientes, mientras el doctor abre con los dedos la incisión que me ha hecho, bajando hacia mí el pequeño disco de metal, hasta que ya no puedo seguir viéndolo.

De pronto las luces parpadean. El doctor se detiene y levanta la vista, ceñudo. Subin murmura algo ininteligible y mira alrededor frunciendo el entrecejo. Y entonces las luces se apagan y nos quedamos a oscuras. La oscuridad dura tan solo un momento, pero un momento lo bastante largo para que uno de los batas blancas suelte un taco. Y también para que yo note la tensión que se extiende entre los Enkros. Una capa de miedo envuelve la sala.

Las luces de emergencia se encienden de golpe. Un pálido resplandor rojo tiñe el aire, recordándome a la sangre. Sangre humana, por supuesto. Lo colorea todo. Vuelve rosas las batas blancas, y pinta las tensas caras de mis captores de un rojo demoníaco.

-¿Q-Qué ocurre? - Pregunta Subin en un susurro. El doctor mueve la cabeza.

-Probablemente sólo sea un simulacro...

-¿Y nadie nos ha avisado?

El doctor frunce el entrecejo -sus cejas gruesas como orugas llegan casi a tocarse- y yo percibo que él tampoco está muy convencido. Él tampoco sabe qué está sucediendo, pero vuelve a sacudir la cabeza y contesta: -Estoy seguro de que sólo están haciendo una especie de prueba de operaciones o... - Un zumbido quedo y continuo atraviesa el aire y Subin suelta un grito ahogado.

-¡Es la sirena!

-No puede ser. - Replica el doctor, a quien los ojos prácticamente se le salen de las órbitas.

Entonces todos echan a correr, volcando una mesa con las prisas y haciendo que el instrumental se desparrame ruidosamente. Me dejan atado a la camilla. Voces nerviosas se van alejando, tropezando con otras en el pasillo, y luego me quedo solo, inmovilizado, incapaz de girar siquiera la cabeza. Genial.

Pronto ya no puedo oír ni voces en la distancia, sólo la sirena, por encima de la cual una grabación automática repite: «A todo el personal: evacúen el centro por las escaleras. Procedan con calma».

!  ׅ࣪  alma de luz ׅ ࣪ nomin ✶ drakis [3] ~  ࣪ ׅDonde viven las historias. Descúbrelo ahora