➶ ໑ 𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟎𝟒 ᘒ ꒦ 🜸

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Se me nubla la visión de quedarme mirando demasiado tiempo al otro lado del plexiglás. Parpadeo, con los ojos doloridos, y aparto la vista, intentando centrarme de nuevo en mis pensamientos. Lo intento con todas mis fuerzas, pero es imposible. La adrenalina ha desaparecido y me siento casi enfermo, agotado y con una espantosa falta de energía. Un dolor sordo me late en la parte trasera de la cabeza y me atormenta como si hubiera una bestia royendo un hueso dentro de mí.

Me froto la base del cráneo. No puedo encontrarme a mí mismo en medio del vertiginoso zumbido de mis pensamientos. Toda mi confianza me evita. Sí, tenemos un plan, pero ¿y si no funciona? ¿Y si Jeno, Johnny y Haechan intentan rescatarnos y fracasan? ¿Y si me quedo metido aquí, encerrado en una celda para siempre?

El pánico me atenaza la garganta. «Johnny». Mi mente susurra su nombre, buscándolo, tratando de alcanzarlo. ¿Podrá sentirme? ¿Oírme? «Johnny, no sé cuánto tiempo podré soportar esto». Pienso las palabras, las formo en mi cabeza como si estuviera hablando con él, como si él estuviera aquí, dentro de mí. Por primera vez, necesito que el vínculo que hay entre nosotros funcione. Él es mi única conexión con el exterior, con la vida que brota lejos de aquí... Con Jeno.

Un bata blanca pasa de largo y luego retrocede, deteniéndose delante de mi celda de forma tan repentina que me impulsa a echarme atrás. Lleva una tablilla con sujetapapeles en una mano y un sándwich en la otra; por todos los lados del pan sobresale abundante lechuga. El tipo me observa con curiosa fascinación... Como si yo, de pronto, pudiera hacer algo interesante. O a lo mejor ya lo estoy haciendo...

Da unos golpecitos con el dedo en el plexiglás, pringando la superficie con un reguero de mostaza. -Hola. - Me dice con tono arrullador, como si yo fuera una mascota a la que hay que domesticar. -Pero ¡qué chico tan guapo eres...!

Yo ladeo la cabeza. Mi pecho se dilata, llenándose de calor. Me sale humo por la nariz mientras lo miro y él se ríe entre dientes. Otro bata blanca se coloca a su lado y le dice: -Este tiene algo especial. ¿Crees que llegaremos a abrirlo? Sería interesante ver cómo le funcionan los pulmones y las vías respiratorias.

-Imagino que al final lo haremos. - Responde el primero. Da un mordisco a su sándwich y sigue hablando con la boca llena: -Después de llevar a cabo todos los exámenes... Nunca habíamos tenido un ejemplar como él. El doctor querrá echar un vistazo a su interior.

Yo me levanto. Sus rostros se inclinan mientras avanzo tambaleante hacia ellos. Incapaz de contenerme, doy un puñetazo al cristal. Este se estremece por el impacto, pero no cede, aunque tampoco esperaba que lo hiciera. Los batas blancas sonríen, divertidos por mi estallido de rabia.

-Creo que nos entiende. - Dice Comesándwiches asintiendo convencido, y deja el sándwich en la parte inferior de la tablilla para poder garabatear una nota sobre mi comportamiento. -El doctor se alegrará; siempre ha creído que estos seres poseen inteligencia.

El otro bata blanca suelta un bufido y sacude la cabeza. -No son más que animales. Criaturas fascinantes, sin duda, pero entienden lo mismo que mi labrador.

Y luego se marchan los dos. Yo me paseo arriba y abajo en mi prisión, intentando comunicarme con Johnny desesperadamente, incapaz de librarme del pánico que me produce pensar en la posibilidad de que jamás me rescaten de esta celda. Me paso las manos por el pelo y caigo contra la pared mientras por mis mejillas ruedan lágrimas calientes.

Deslizándome hasta el suelo, suelto un gran suspiro y cierro los ojos, combatiendo mis emociones. Nada de lágrimas. No permitiré que me vean sollozando para que puedan anotarlo en sus informes. «Johnny, ayúdame. Ayuda a Karina». Apoyando la cabeza entre las rodillas, me hundo en el oscuro caparazón de mí mismo, sin esperarme la escena que me aguarda ahí.

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