➶ ໑ 𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟐𝟑 ᘒ ꒦ 🜸

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Retazos de luz aparecen y desaparecen, fracturando la oscuridad, brindando esperanza durante un segundo y ofreciendo luego una cruda nada. Resuenan voces como truenos distantes, tan cercanas que casi puedo entenderlas, que casi distingo las palabras. Pero me resulta imposible concentrarme cuando todo mi mundo es dolor.

-No va a conseguirlo...

-No digas eso. Nunca digas eso.

Con una mueca, me giro hacia el sonido de esa voz, reconociéndola de forma instintiva a pesar de que no puedo llegar al nombre. No puedo formarlo en mi cabeza. Porque no puedo pensar... Sólo sentir.

Después, como la bruma matinal al evaporarse, las voces se apagan. Todo se desvanece, incluso yo. Vuelvo en mí a causa del dolor. Cada vez que abro los ojos, lo hago a esta angustia que me ciega para todo lo demás. Es lo único que me convence de que todavía sigo vivo. Surgen rostros. Me sujetan manos. Pero no registro nada porque nada penetra en mí como el ardiente tormento de mi cuerpo. La agonía se propaga por todo mi ser. El calor... Incluso el calor resulta demasiado fuerte para mí. Lo único que puedo hacer es sucumbir al manto de oscuridad gracias al cual no siento nada, no veo nada. Gracias al cual ni siquiera las pesadillas pueden encontrarme. Ni la manada. Ni los cazadores. Nada. Gracias al cual puedo dejar de existir.

Los susurros se tornan más sonoros a mis oídos... Y finalmente acaban por convertirse en auténticas voces. Son palabras, y no fragmentos de sueños. Consiguen que vuelva a la vida. Se transforman en algo más que sonidos espectrales que se superponen en mi cabeza. Reconozco las voces. Sunmi. Haechan. ¡Haechan! Está vivo. Como un bálsamo para mis heridas, esa noticia me fortalece. Y luego hay otra voz que reconozco de sobra, una voz que conozco en lo más hondo de todos mis poros, de mi alma... La voz de Jeno.

-Jeno. - Digo con voz ronca, intentando levantar la cabeza; muchas preguntas zumban en mi interior. Capto la sonrisa de su voz, la alegría.

-Bienvenida de nuevo, Jaemin.

Yo parpadeo despacio y abro los ojos a un mundo de sombras. En él hay rostros borrosos, pero antes de que pueda fijar la vista en ellos, tengo que volver a cerrar los ojos porque me asalta un repentino mareo. Abro la boca y la cierro de nuevo; está áspera y seca. Me acercan un vaso a los labios y bebo con avidez, sin importarme la acidez del chorrito de raíz de verda que le han echado al agua.

Cuando retiran el vaso, giro la cabeza. Algo fresco me roza la mejilla, y es entonces cuando me doy cuenta de que estoy tumbado boca abajo, con la mejilla izquierda apoyada sobre la fresca sábana de una cama. Abro otra vez los ojos y descubro que el mundo ya no da vueltas.

-Cazadores... Haechan... - Digo, y el miedo sigue ahí, como una herida reciente. Para mí, solo hace unos momentos que estaba luchando por mi vida, por la vida de mi hermano y mis amigos... Por la de Jeno... Oigo de nuevo la voz de Haechan. Esta vez es más que un susurro.

-Estoy bien, Jaemin. La bala sólo me rozó. Sangré mucho, pero nada más. Sunmi me curó.

-Los cazadores se han ido. - Me tranquiliza la voz de Sunmi. -Los trasladamos a kilómetros de distancia. No recordarán nada de lo sucedido. Yo me encargué de eso.

Me invade el alivio. Lucho por aclararme del todo la vista, y cuando lo logro, veo a la persona a la que he estado añorando. Jeno. Apenas consigo suspirar su nombre antes de que la bebida de Sunmi me haga efecto y me arrastre de nuevo a la inconsciencia.

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