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Me acordé de Zack, de lo enamorado que estaba de Melissa, de lo que tanto deseaba que me ocurriera: el amor.

La única vez en la que alguien me gustó fue en quinto curso, y fue con Adrián. Adrián era el chico de los sueños de la mayoría de mis compañeras, y no era para más: era prácticamente perfecto. Era alto, de piel blanca como la nieve y una sonrisa tan adorable...y a la vez tan, perfecta. Su cabello era color castaño oscuro, no era el típico niño rubio, era mucho más sencillo. Quizás por eso enamoraba a todas, lo raro es que él solo se interesó en una chica la cual no le hacía el más mínimo caso. Elsa, recuerdo bien como se llamaba, todos nuestros compañeros de clase le fastidiaban con ella, supongo que en el fondo, lo disfrutaba bastante. Elsa era muy guapa, no eran tan alta, era rubia, y sus ojos eran verdes. De piel tan pálida como un fantasma, parecía que estaba muerta. Tenia una sonrisa encantadora y eso me hacía sentir envidia. Pero tenía un año mas que Adrián, y quizás eso le echaba un poco para atrás.

A veces al mirarle, me quedaba ensimismada, embobada. Zack sabía que Adrián me gustaba, y al verme tan perdida en su mirada, él reía a carcajadas. Eso, me hacía sonrojarme a más no poder. Adrián me trataba muy bien, me consideraba como una de sus mejores amigas, pero yo lo consideré algo más, pero un día, me di cuenta de que mi amor nunca sería correspondido, Adrián nunca me querría como yo le quiero a él. Si algún día Adrián se hubiera llegado a enterar de que me gustaba, hubiera sido mi fin, sería el centro de burlas por meses, no quería exponerme a eso.

Zack me ayudó a superar la tristeza llevándome a dar paseo por el parque, incluso pasaba más tiempo conmigo que con Melissa, en ese entonces.
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Melissa es una gran persona, se merece a Zack, ya le he dado mi bendición, es perfecta para él.

¿Amigos? Algo más que amigosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora