05.

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HABÍAN PASADO VARIOS MESES DESDE AQUELLA JUNTA.

Seis meses para ser exactos.

En todo ese tiempo, vaya de cosas que habían sucedido.

Niklaus y Alysa seguían conviviendo juntos en el hogar de la mujer, de vez en cuando sus amigos iban a su hogar y, sorpresivamente, Niklaus se había unido a aquel círculo amistoso.

Claro con excepciones, como no actuar como adolescente al beber alcohol, faltar cuando no tenía ganas y cosas de un hombre con mil años.

Entre la rubia y el rubio cosas habían sucedido también, habían dado su primer beso bajo la luz de la luna después de conversar durante horas como siempre solían hacer.

Después de eso, ambas actitudes habían cambiado; Alysa se mostraba nerviosa a su alrededor mientras que Niklaus había estado sacando su lado coqueto sutil con ella.

Y después de unos cuantos besos robados y unas declaraciones de amor, ambos habían concluido que su enamoramiento era mutuo por lo que se aventurarían en ser pareja.

Eso fue hace dos meses.

El día de hoy, justo en ese instante, Niklaus le daba la mano a Alysa para ayudarla a bajar de su camioneta arrendada.

Habían recién llegado a Nueva Orleans y estaban frente a un hotel donde pasarían las noches necesarias hasta que el original encuentre alguna pista de su paradero o de su familia.

Ambos se registraron en recepción y subieron hasta su habitación asignada, donde Niklaus se recostó en su cama a la espera de su rubia mientras esta se cambiaba su ropa por algo más ligero.

Hacía un lindo sol en la ciudad, perfecto para usar un lindo vestido floreado como Alysa llevaba puesto en ese momento.

Cuando ella salió del baño en dirección a su maleta para ordenar sus cosas, Niklaus aprovechó su momento para apreciarla una vez más.

Físicamente era hermosa, con su cabello rubio radiante, sus seductores ojos azules y sus lunares que continuaban llamándolo a seguirlos con sus dedos.

Mientras que su forma de ser era única, en un inicio era correcta, reservada y puntual. Una vez que se conocieron más, era risueña y agradable, sabía escuchar, sabía charlar, sabía reír.

Sabía hacerlo sentir bien.

Y Niklaus creyó que eso, justamente eso, había sido lo que le hizo caer enamorado de ella.

—¿Niklaus? —llamó la rubia a un lado de la puerta.— ¿Vamos?

—Claro, amor. —sonrió el híbrido levantándose rápidamente para acercarse a ella y salir de su habitación tomados de la mano.

Finalmente salieron del hotel siendo recibidos por un grupo de ciudadanos que tocaban sus instrumentos mientras avanzaban por la calle siendo seguidos por más personas que disfrutaban del tiempo y de la música.

Juntos emprendieron camino siendo el original quien lo guiara, pasando por algunos puestos de Voodoo, la antigua iglesia y el barrio Frances. Hasta que finalmente sus pies lo dirigieron directamente hasta el complejo el cual estaba cerrado completamente.

Su ceño se frunció mientras caminaba junto a Alysa viendo las ventanas cerradas y algunas tapizadas con papel de diario por lo que finalmente se dirigió hasta la entrada principal donde de un empujón sutil abrió esta.

—Nik, es propiedad privada. —murmuró Alysa a su lado viendo a su alrededor nerviosa.

—No, amor. —respondió el hibrido sonriente por el apodo que usó la rubia.— Es mi hogar.

—¿Aquí vivías? —preguntó sorprendida la mujer viendo a su alrededor mientras era guiada por Niklaus al interior del lugar.

—Con toda mi familia. —afirmó el hombre viendo con una mueca el lugar.

Al pasar por el pasillo principal, entraron al gran patio interior del complejo y Niklaus vió todos los muebles cubiertos por sábanas blancas, algunas puertas de cristal también estaban tapadas con papeles.

Parecía que nadie había habitado la casa en años.

Alysa vió el panorama e inmediatamente miró el perfil del rubio y al notar la tristeza en sus ojos, apretó el agarre en sus manos y se acercó lo suficiente para abrazar su brazo en un pequeño intento por darle apoyo.

Niklaus agradeció ese gesto en silencio apoyando su cabeza sobre la suya y permanecieron así durante unos segundos hasta que un sonido se escuchó en la parte alta.

—¿Que fue eso? —murmuró Alysa alzando su cabeza pero sin separarse de Niklaus.

—No lo sé. —respondió este con su ceño fruncido mientras afinaba su oído para escuchar mejor.

—Tal vez sea una rata. —volvió a murmurar asqueada la rubia.— O una persona sin hogar.

—Iré a revisar. —avisó él dando unos pasos en dirección a la escalera.

—Voy contigo. —secundó Alysa emprendiendo su camino hacia las escaleras pero el brazo del hombre en su cintura la detuvo de su tarea y la hizo retroceder.

—Quédate aquí, amor. —habló Niklaus dejándola nuevamente en su lugar.— Si es un extraño, puedo defenderme pero si vas conmigo, me distraeré protegiéndote.

—No necesito protección, traje mi gas. —la chica metió su mano a su pequeño bolso cruzado enseñando su pequeño frasco color rosa.— Ahora mismo soy mortal para cualquiera.

Niklaus sonrió con ternura al ver su acción pero inmediatamente pensó en todo lo que no le había contado, el lado sobrenatural del mundo, su mundo, donde un gas pimienta no era suficiente para derribar a un lobo, vampiro o un híbrido como él.

Pero luego otro pensamiento le llegó a la cabeza; lo insegura que se sentía su rubia al salir a la ciudad, llegando al punto de cargar esa "arma" para humanos.

Y se prometió algo, cuando descubra que había sucedido consigo y su familia, limpiaría por completo Nueva Orleans para que sea un lugar seguro para Alysa, hasta se atrevería a traer a sus amigos al barrio.

Pero mientras tanto, él mismo la protegería de todo posible ser sobrenatural o de humano sin cabeza.

—Sé que puedes protegerte sola. —habló después de unos segundos en silencio donde Alysa guardo su spray.— Vamos.

Alysa sonrió triunfante volviendo a aceptar la mano del rubio para subir juntos las escaleras de madera que daban al segundo piso. Ahí caminaron juntos por los pasillos hasta una puerta oscura, la cual se encontraba entreabierta.

Con precaución, Niklaus fue el primero en ingresar a la habitación la cual identificó como la oficina que solían ocupar todos. Era amplia, con estanterías, unos sofás, un mini bar y un escritorio.

Al entrar completamente, la habitación estaba completamente vacía, con sábanas blancas cubriendo varías cosas y otras no.

—Hay un libro en el suelo. —señaló Alysa mientras se acercaba a recogerlo.— Tal vez se cayó y eso sonó.

—Puede ser. —asintió desilusionado Niklaus hasta que una nueva presencia lo hizo girarse inmediatamente.

Ahí, frente a la puerta había una figura. Niklaus abrió sus ojos de par en par sorprendido.

—¿Elijah? —susurró consternado.

—Niklaus. —habló el nuevo integrante dando unos pasos al interior.— ¿De verdad eres tú?

Niklaus no respondió con palabras, si no que acorto su distancia abrazando fuertemente a su hermano mayor, quien devolvió su abrazo igual de fuerte que el menor.

Mientras que Alysa veía aquel reencuentro con una sonrisa y el libro tirado lo mantenía entre sus manos.

Era un lindo reencuentro de hermanos... hermanos fallecidos.

AFTERLIFE - Klaus Mikaelson. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora