Conciencia

44 12 2
                                    

Es de día, despierto algo tarde debido a que la discusión con Solomi llevó todo el día y parte de la noche.

Compartimos planes y estrategias, ideas y metas con respecto a la mazmorra, así como reglas y costumbres a seguir.

Me alegra saber que ya no se meterá en mi camino, así que me muevo satisfecho, estirandome aún con la ropa que llevo puesta del día anterior, generé unas tres mudas iguales en la interfaz.

—Ya despertaste, cariño, eres un sirviente bastante perezoso —la voz de Solomi me alerta y al buscarla, noto que se encuentra con Ría—. Pero lo perdonaré porque trabajaste hasta tarde, no queremos que mueras.

—¿Qué sucede, señorita Solomi? —no esperaba retomar mi actuación tan pronto.

—Bueno, está lloviendo y la verdad es que ambos apestan, así que es momento de bañarse, ya preparé jabón y todo lo necesario afuera.

—¿Jabón? —no tenemos eso—. ¿De donde...?

—No me cuestiones, salgan los dos y no se alejen, también aprovechen para lavar su ropa.

Me levanto extrañado, es fácil imaginar que apesto, pues solo me he podido lavar con agua, lo mismo con Ría, así que, ¿de dónde sacó jabón? no hay artículos básicos en la interfaz, ni siquiera muebles comunes, solo armas, trampas y equipo.

Cumplo nuestro acuerdo, respeto su plan y no le resto autoridad, pero esto me huele raro, ¿cuál es la idea?

Sacudo mi cabeza, como sea, será agradable bañarse con jabón después de una semana, por lo que, con eso en mente, camino en silencio junto con Ría hacia la salida de la mazmorra, con los pasillos lo bastante iluminados para saber por dónde girar, obviamente ella ya aprendió el camino, por lo que ahora ni siquiera necesita un mapa.

Desde la entrada de la cueva, puedo ver la lluvia fresca cayendo a mares, junto con algunos esqueletos sacando fuera los cántaros improvisados.

Miró a ría y ella me sonríe.

—Hay... hay que darnos prisa —parece nerviosa y cuando se quita la capa, entiendo porqué.

Maldita sea, Solomi, no te tomó ni un día de establecer nuestro acuerdo para hacer tus travesuras.

El cuerpo desnudo de Ría reluce cuando lentamente, extiende su mano hacia la lluvia, como midiendo el agua, aclimatandose y arrimandose insegura.

No puedo evitar mantener mi mirada en sus generosos pechos, totalmente diferentes a los de Leo y de color castaña.

—Va... vamos, no hay qué hacer enojar a la maestra —ella está nerviosa y probablemente preferiría no hacerlo o hacerlo sola, pero ha aprendido a aceptar las oportunidades que Solomi le da y un buen baño es una de ellas.

Ni siquiera yo he tenido uno, ¿pero cómo me quitaría la ropa frente a ella con esta erección? encima, ella parece tener miedo de salir sola.

Suspiro y comienzo a desvestirme, tirando mi ropa detrás, pero al llegar a los pantalones, la miro.

—Está bien —ella asiente en cuenta y me los quito.

—Lo siento.

Sus ojos se pierden un momento en mi entrepierna y apenada, levanta la mirada.

—No... no importa, no es como si tuviéramos otra opción —ella me jala de la mano y corre fuera para olvidar el asunto, el agua cae fuerte, lo suficiente para hacerte entrecerrar los ojos y está tan fría que mi piel se heriza casi enseguida, así que miro a ría, abrazándose por el frío, con sus pezones erectos y su piel adquiriendo una textura similar a la mandarina.

Solomi's Dungeon Donde viven las historias. Descúbrelo ahora