Parte III. Vencidas

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Los casos de las diosas Afrodita, Hera y Atenea invitan a una reflexión sobre el papel de estas mujeres que de alguna forma rompen con el orden patriarcal

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Los casos de las diosas Afrodita, Hera y Atenea invitan a una reflexión sobre el papel de estas mujeres que de alguna forma rompen con el orden patriarcal. En primer lugar, Afrodita es conocida por ser la diosa del amor, a la que se vinculó con la prostitución para mancillar su imagen y culpabilizarla por decidir cómo y con quién mantener relaciones sexuales. Según la versión más antigua de su nacimiento, surge de la castración de Urano, lo que encarna el fin del sometimiento masculino. Zeus haciendo uso de ella como un bien, la desposó con Hefesto, negándole la capacidad de elección sobre su vida y sexualidad, por lo que ella quebranta la subordinación a partir del adulterio.

Así se la relaciona con la prostitución, como excusa para encubrir su libertad sexual, pero en realidad esto es una forma de negación de la sexualidad femenina, y la diosa hace todo lo contrario, porque no está negando su sexualidad ni vende su cuerpo a un hombre, sino que está siendo dueña de sus deseos, desmontando el concepto de amor romántico y monogamia, a partir de relaciones centradas en la capacidad de decidir. Afrodita es la única diosa que tiene esta facultad, y que además no sufre ninguna violación.

«El sistema hegemónico niega el erotismo independiente de las mujeres que no se someten a la subordinación y prácticas sexuales de los hombres patriarcales, y la mejor manera de castigar e inhabilitar socialmente a las mujeres que, reivindican su libertad, es vincularlas a la prostitución. (Alzard Cerezo, D. 2013: 27)


En segundo lugar, Hera es la diosa del matrimonio, lo que simboliza una institución sagrada que perpetúa las relaciones de poder entre hombres y mujeres. Como ya se ha mencionado, el hecho de ser esposa supone que se es propiedad de un hombre, al que se le debe sumisión, generando así una relación de dependencia. Se ha intentado desprestigiar la reputación de esta diosa mediante la representación de reacciones infantiles basadas en los celos y en la venganza por las infidelidades de Zeus, su marido, con el fin de hacerle la vida imposible.

La realidad es que Hera tuvo que casarse con Zeus para restablecer su virginidad que el dios le arrebató. Con sus actos solo trata de reivindicar un trato igualitario en el matrimonio que se ha establecido como monógamo y el dios no respeta. La diosa se rebela, no se doblega bajo el mandato de su marido y no se dedica tampoco a la crianza de los hijos, por lo que actúa contra lo establecido con lo que obtiene la desaprobación masculina, y la pérdida de las atenciones de Zeus.

«Ante estas actitudes de Zeus, declara su inconformidad con el pacto que ambos cónyuges habían establecido a la hora de desposarse por medio de un matrimonio monógamo y reivindica y denuncia su situación por medio del enfado, la ira y la cólera. Ganándose la desaprobación masculina. (Alzard Cerezo, D. 2013: 30-41)


En tercer lugar, Atenea, la diosa de la sabiduría, se le atribuye esta cualidad no por otro motivo que por haber nacido de la cabeza de su padre Zeus, con lo cual de nuevo se impone la idea de que todo el conocimiento proviene del hombre, aunque de esto también se deriva el miedo a que la heredera de la inteligencia sea una mujer, y que sea ella la destinada a destronar a su padre. Con motivo de este nacimiento también se le atribuyen otras cualidades que acercan su identidad a la masculinidad, aunque para acercarla a la feminidad se le asignan atributos propios de estas, como las labores del hogar, para reforzar los roles de género. Además, al estar relacionada con hombres no se le permite ejercer su sexualidad, porque supondría para ellos una tentación, por lo que Atenea guarda voto de castidad.

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