Capítulo VIII

70 15 0
                                    

La fiesta de Halloween fue tan maravillosa como había prometido Jake.

Cuando entré en el Gran Salón con Lena al lado, me quedé impresionado ante la belleza de lo que tenía delante. Todo era dorado. Los elementos decorativos de las paredes, los brillantes cristales de las lámparas de araña, las copas, los platos y hasta la comida.

Era imponente.

Por el equipo de música sonaban melodías populares, pero en un rincón había una pequeña banda esperando el momento de tocar las canciones con las que bailaríamos las danzas tradicionales que habíamos aprendido. Por toda la sala había cámaras (fotográficas y de vídeo). Sin duda aquello centraría la programación de todos los canales de Illéa al día siguiente. Por un momento me pregunté cómo sería en Navidad, si es que yo aún seguía en palacio para entonces.

Todo el mundo llevaba unos disfraces espléndidos.

Jungwon iba vestido de ángel y bailaba con el soldado Jay. Incluso lucía unas alas que flotaban a su espalda; parecían hechas de papel iridiscente.

Sunoo llevaba un traje hecho de plumas, con un gran penacho en la cabeza que dejaba claro que era un pavo real. Hanbin estaba junto a Hyunjin, y parecía que se habían puesto de acuerdo.

El traje de Hyunjin estaba cubierto de flores, y de una tela vaporosa de tul azul. El de Hanbin era dorado, como la sala, y estaba cubierto de hojas, formando una cascada por detrás. Supuse que representaban la primavera y el otoño. La idea era original.

Renjun había recurrido a la tradición asiática de su tierra. Su traje de seda era una versión aumentada de los modelos que solía llevar, más sobrios. Las mangas, drapeadas, creaban un efecto muy llamativo, y me impresionó lo bien que caminaba con el elaborado traje que llevaba. Renjun no solía destacar, pero esa noche tenía un aspecto magnífico, casi regio.

Por toda la sala había familiares y amigos, también disfrazados, al igual que los guardias. Vi un jugador de béisbol, un vaquero, uno con traje y una placa que decía Heechul, y uno que hasta se había atrevido a vestirse de mujer. Unos cuantos chicos lo rodearon, sin poder contener la risa. Pero muchos de los guardias llevaban simplemente su uniforme de gala, que consistía en unos pantalones blancos impecables y una chaqueta azul.

Llevaban guantes pero no gorro, detalle que permitía distinguirlos de los guardias que estaban de servicio, y que permanecían distribuidos por todo el perímetro de la sala.

Bueno, ¿qué te parece? —le dije a Lena, pero cuando me giré vi que ya se había ido a explorar entre la multitud.

Me reí para mis adentros mientras escrutaba la sala, intentando descubrir su vaporoso vestido. Cuando me dijo que quería ir a la fiesta disfrazada de  («como las que vemos en la tele»), yo había pensado que sería una broma. Pero estaba absolutamente adorable con su velo y todo.

Hola, Mister Sunghoon —me susurró alguien al oído.

Di un respingo y me giré, y vi a Heeseung vestido de uniforme, a mi lado.

—¡Me has asustado! —exclamé, llevándome la mano al corazón, como si así pudiera hacer que fuera más lento.

Heeseung chasqueó la lengua.

Me gusta tu disfraz —dijo, sonriente.

Gracias. A mí también —Wooyoung me había convertido en un Príncipe de Hielo.

Mi traje iba ceñido por delante, y por atrás se abría en una capa blanca y azul claro que flotaba a mi alrededor, junto a un maquillaje en forma de pequeños copos de nieve me tapaba los ojos.

La ÉliteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora