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*Narra Colín*

–no hay manera de que me excite ver al más grande amor de mi vida ser tomado por el bastardo que lo secuestró, ¡no hay manera!. —¡Ya basta, déjalo tranquilo!. –exclamé desesperado, las cadenas en mi cuello y muñecas me retenían de cualquier acción, las lágrimas descendían por mis mejillas, me duele verlo sometido en este infierno.

Me duele verlo sometido por el que se decía su amigo.

—Tranquilízate y disfruta del espectáculo, porque es lo más cercano que podrás tener con mi petirrojo en la intimidad. –desvié la mirada completamente roto, no soporto ver esto.

No imagino el infierno que debes estar pasando.

—¡Mira a tu amigo maldito bastardo, ¿quieres que lo lastime?!. –devolví la mirada sintiéndome terrible por dentro, ¿qué clase de persona no hace nada cuando están abusando del amor de su vida?.

Mierda.

—... Demián no tiene que pagar por mis estupideces de seguirte hasta aquí... déjalo fuera de esto. –solté dolido.

—No lo dejaré fuera de nada, tu provocaste esto idiota. –liberó sus tobillos colocándose en medio de sus piernas y lo penetró con una brutalidad desmedida, las lágrimas desbordando por sus mejillas me rompían el corazón en pedazos, al menos sus ojos están vendados.

El acto fue tan brutal que Demián se desmayó un par de veces, todas las veces el lo despertó con una ronda de embestidas más crueles que las anteriores.

—¿Por qué haces todo esto?. –cuestioné quebrado.

—¿Hacer qué?. –para este punto el cuerpo de Demián estaba totalmente bañado en sudor, adornado por hematomas, rasguños, mordidas y una que otra marca de cinturón.

—Dañarlo, se supone que lo amas más que nadie.

—Lo amo más que cualquiera. –le quitó la venda de los ojos percatandose de su inconsciencia.

–solté una pequeña risa. —Bueno, también lo haz dañado más que cualquiera. –me miró exaltado sosteniendo el lastimado rostro del chico que lo hizo perder los estribos a tal punto de secuestrarlo.

—¿Lo dices tú?. –lo miré atónito.

—No, no compares esto conmigo, ¡yo jamás habría hecho una locura como esta!. –las cadenas me impedían golpearlo sin compasión.

—Si no hubieras hecho nada el seguiría a tu lado, –liberó sus manos dejando a la vista las marcas rojizas que rodeaban sus muñecas. —pero lo mandaste directo a mis brazos. –me sonrió con cinismo. —Por tu culpa su libertad culminó en la fortaleza que algún día fue su lugar seguro. –lo tomó en brazos dirigiéndose con el hasta la puerta metálica. —Debo agradecerte por venir aquí, será más fácil lograr mi objetivo contigo encerrado en este lugar.

–salió de la habitación dejándome solo, con la silla en la que violó a Demián hasta el cansancio frente a mi. Maldita sea, solo conseguí dañarte más.

Amigo.

[...]

*Narra Demián*

–mis párpados pesaban más de lo habitual, mi cuerpo ardía con el más mínimo estímulo  de la contracción muscular, cuando logré mantener mis ojos abiertos visualicé la pared azulada de la habitación en la que siempre estaba encerrado, un peso extra me hizo mirar mi abdomen; se aferra a mi con tanta rudeza incluso dormido. Suspiré agotado, no quería que despertara, pero lo hizo. —Cariño, que bueno que despertaste. –apartó su brazo de mi abdomen poniéndose de pié para acercarse a mi rostro, me tomó de los cabellos con rudeza acercándome hasta el. —Si vuelves a mencionar alguna estupidez como la que dijiste en la mesa la última vez todo esto se repetirá una infinidad de veces frente a tu estúpido amigo. ¿Entendiste?.

"Tu libertad es mía"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora