LOS CUATRO GRANDES | Descendientes desconocidos.

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Jisel estaba cansada, seguía corriendo y escondiéndose; ese entrenamiento no era uno de sus favoritos, pero siempre lo prefería a estar encerrada en el castillo. Su madre la tenía ahí todos los días a todas horas; Jisel no entendía que le pidiera ocultar sus poderes o que no saliera sin supervisión; pero su madre la ama, así que solo obedecía y hacía que ella estuviera feliz.

Entonces disfrutaba aún más el salir al bosque con su tía.

- Creo que estoy bien aquí. -

Había encontrado un punto entre unos árboles y una roca grande; con sus poderes creó una pequeña montaña de nieve para cubrirse y ocultarse de su tía. Llevaba horas huyendo y practicando en ese "entrenamiento", quería terminar; pero, aún más importante, quería ganar, quería vencer a su tía. Ella es una de las más respetadas Reinas y todo se lo ganó por ser una increíble guerrera; quería ser como ella, como su tía y para eso debía esforzarse, superarla en su entrenamiento.

- Sigues fallando. -

Una flecha atravesó el montículo de nieve y se clavó en el árbol justo al lado del rostro de la platinada.

- ¡Diablos! -

Rápidamente se levantó y pensaba seguir corriendo, pero su tía la detuvo.

- ¡Ya no corras más! Por hoy terminamos. -

- ¡No! Una más, ya casi lo logro. -

- No. Debes descansar ¿Ya sabes en que sigues fallando? -

La joven Jisel torció los ojos y se sentó en la roca con fastidio.

- No tía Mer, no sé en qué fallé... otra vez. -

- ¡Oye! No me hagas esos ojos ¿Quién crees que soy? ¿Tu mamá?... No contestes. Ni siquiera a ella deberías hacerle esos ojos. -

Torció la boca, pero luego se disculpó.

- Lo lamento, pero me siento frustrada. No logro mantenerme oculta ni llegar a la marca del final. -

Merida dejó su arco y flechas, las recargó en un árbol y se sentó a lado de su sobrina.

- Lo único que necesitas es tener paciencia. -

- No. Lo que necesito es más entrenamiento, pero con mi madre prohibiéndome salir, no lo lograré. -

Merida entendía perfectamente a Jisel; la Reina Elinor había sido igual con ella de alguna manera, pero claro, eso había pasado hace bastante tiempo y luego Elinor cambió junto con Merida.

- Yo también tenía un solo día, a veces, para salir cuando era joven. Un solo día para practicar y entrenar lo que quisiera. Y mírame ahora. -

- Tía... por favor. Sabemos que tu padre te entrenó siempre y luego tu madre te dio más libertad. -

Jisel tenía razón y su tía Merida no supo que decir más que lo de siempre.

- Rapunzel te ama. Sabes que solo quiere protegerte. -

- ¡Sí! Eso lo sé. Pero jamás sé de qué o quien, además que nunca me lo dicen. -

Y ahí estaba, el punto muerto de la conversación; donde Merida ya no sabía cómo continuar o que responderle a la joven princesa.

- Bueno... vamos. Te acepto una más. -

La joven rio, mientras su tía pelirroja tomaba de nuevo su arco y flechas.

- Solo me cambias el tema, como siempre. -

- ¿No querías tú una más? Vamos, antes de que oscurezca. Sabes que, en realidad, no tenemos el permiso de tu madre para salir y hacer esto. -

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