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Segundos de silencio, segundos que Marina no toleraria más, se dió media vuelta dispuesta a irse hasta que el de rizos reaccionó, tomándola de la muñeca.

-por favor, por favor- Repetía con los ojos cerrados-. Sólo quédate un minuto.

Al abrir los ojos, una pequeña sonrisa se le escapó al ver que la castaña aún seguía ahí.

-soy un idiota...

-Wow ¿En serio? Creo que se me pasó ese detalle- Lo interrumpió la chica, sarcásticamente, y cruzada de brazos.

Él bufó -bueno...está es la cosa...- Marina lo miró intrigado ante los segundos de silencio que dejó-. ¡Perdón! ¡Perdón! ¡Perdón!

Y se tiró al suelo, de rodillas y con las manos juntas en suplica; la chica se movía y él se arrastraba a sus pies, cabe decir que ella retenía a toda costa una gran carcajada hasta que ya no lo soportó.

-no soportaría perder a la mejor chica de este pueblo...- Y se quedó callado abruptamente al escuchar la carcajada. Se reincorporó, mientras la miraba con una sonrisa.

-ni creas que te perdoné tan fácil, sólo fuiste gracioso- Su sonrisa se borró-. Si quieres mis disculpas, primero Mirabel debe darte las suyas.

-¿Qué?- Camilo, confundido, miró en dirección a su prima, luego volvió a mirar a Marina. Se veía decidida en lo que dijo-. Ay que alguien me mate.

De mala gana, se acercó a su prima, le tocó el hombro y ella lo miró, sin entender nada, con la castaña a unos pasos atrás.

-lo siento muchísimo, Mirabel, por haber dicho que por tu culpa todo se destruyó, me arrepiento completamente- Luego de esa vaga disculpa, giró su cabeza a la Guzmán-. ¿Feliz?

-muy- Y le guiñó un ojo a su amiga, quién le sonrió levemente.

Luego de volver a ver a Camilo ayudando con más energías que nunca, Marina se disponía a ir a su hogar.

-¡Oh! Disculpa, mi niña- Escuchó una suave voz llamándola. Se detuvo en su lugar y giró sobre su eje: Julieta venía con una tierna sonrisa en el rostro y unos tamales en una bandeja-. ¿Gustas darle unos a tu madre? Tómalo como un agradecimiento por hacer que Mariano venga hasta aquí.

Su hermano había llegado con todo el pueblo a ayudar a reconstruir a "casita", mientras ella iba descansar y a cuidar a su madre, ya que debió haberse quedado sola.

-¡Mami! Julieta Madrigal nos dió unos deliciosos tamales, tienes que probarlos- Dijo la chica, entrando a la casa, mientras ya se comía uno.

Una simple, pero cálida, sonrisa fue lo que recibió de su madre, quién se encontraba en el sofá, con una manta cubriendo sus piernas.

-se ven deliciosas, déjelas allí, ya las probaré. Ahora ve a dormir, mi pequeña, y no te preocupes por nada.

La chica no mostraba señales de cansancio pero por dentro moría del sueño y eso era algo que a las madres nunca se les pasaba desapercibido.

****
Lo que le pareció extraño, al día siguiente, fue que los tamales seguían intactos en la cocina. Se asomó a la habitación de su madre y pudo verla dormida, plácidamente, sonrió. Su madre también debía estar muy cansada.

-buenos días, hermanita- Su hermano pasó por su lado. Se dirigió a la cocina y tomó un tamal.

-¡Mariano, no!- Le quitó la comida, saltando para alcanzarla-. Debemos dejar para mamá, sabes que le gustan mucho.

-pero necesito energías para seguir con la ayuda a los Madrigal- El hombre hizo carita de perro mojado pero su hermana no se inmutó-. Me las pagaras.

Marina le sacó la lengua para luego verlo irse. Se dirigió a su habitación y se cambió rápidamente, mientras se hacía su peinado, frente a su espejo, su mirada se fijó en su cuello.

"Él debía darte el collar, no yo" las palabras de Bruno retumbaron en su cabeza, mientras miraba la joyería atentamente, luego ladeó la cabeza.

-no pienses en tonterías- Se dijo a sí misma.

Dejó una nota a su madre y salió de la casa, corriendo a toda velocidad y abrazando a Mirabel desde la espalda, logrando que la de lentes tirará todas las tablas que traía.

-perdón, perdón- Reían ambas-. Estoy muy emocionada de verte.

-ay Mari, estoy bien- La Madrigal sabía que su amiga estaba preocupada de qué algo le pasara-. Gracias a ti.

-Y a tu abuela- Al mencionar a la señora de mediana edad, un recuerdo vino a su mente-. Que por cierto, es muy rara, ayer, mientras te buscábamos...

-¡Mirabel! Ven aquí, por favor- Julieta llamó a su hija, dejando de prestar atención a lo que la castaña le decía, acudió al llamado.

-No puede ser que seas tan torpe- Le decía al de rizos, al ver que a éste se le escapaba una pala de las manos.

-lo soy cuando estoy nervioso y me pongo nervioso cuando algo bonito ronda a mi alrededor- Camilo le sonreía ampliamente y la contraria rodó los ojos.

-mejor encárgate de los clavos- Y le dió una lata de clavos, para luego tomar la pala-. Veré si Mariano se puede encargar.

Pero su hermano se encontraba muy ocupado charlando animadamente con Dolores Madrigal, con quién coincidió miradas por unos segundos, logrando que la morena se pusiera roja. Sonrió divertidamente y se alejó, dejandoles su momento.

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Bueno...aparezco.

Los quiero mucho, no me odien, perdón por tardar.

Pregunta del día: ¿Les gusta Olivia Rodrigo?

ꕥ UNIDOS ꕥ Camilo MadrigalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora