Amor entre el poder del Imperio.

Capítulo 3- Conociendo lo nuevo.

Julieta, 15 de abril de 1654.

Doy los últimos retoques al vestido antes de marcharme al banquete, intento practicar la etiqueta de la corte para dar una buena impresión, al estar sola en mi alcoba, doy una vuelta, sintiendo cuan pesado es el vestuario que llevo y río nerviosamente, de pronto, siento un repentino mareo, probablemente por mi anterior movimiento, respiro profundamente esperando que pase pero un fuerte dolor de cabeza se hace presente en mí, mi visión se nubla, no logro ver nada, no comprendo de donde vienen pero veo mi rostro y escucho mi voz en lo que parecen ser recuerdos, me veo con personas que no conozco, en lugares en los que nunca he estado y haciendo actividades que jamás he intentado, siento una luz muy fuerte en mis ojos y me tambaleo al poder ver nuevamente, me encuentro confundida, ahora me siento diferente, una avalancha de recuerdos que parecen ser de la princesa Elizabeth ingresan en mí, dejándome sin aire por unos segundos, no tengo respuesta alguna a lo que acaba de pasar pero siento que un peso se me fue quitado de encima.

Camino hacia el gran salón donde se realizará la celebración, hoy conoceré  a los que ahora son mi familia y extrañamente pude intuir los nombres de los hermanos restantes y después de preguntar a Alexandra ella me dio la razón, sus nombres son Elena Victoria y Charles, él último mencionado es el heredero al trono de Inglaterra a pesar de tener dos hermanas mayores. En esta nueva vida nací el 14 de abril del año 1639, cumpliendo recientemente quince años como en mi antigua vida, estoy sorprendida de los años de muerta que llevaría en el futuro. Ahora soy la tercera y menor de las hijas del rey Enrique y su esposa, menor por dos años de su hermano Charles, una completa decepción para ambos reyes pues esperaban un varón, a su hijo lo han visto como una esperanza y a sus hijas una forma de hacer alianzas políticas por medio de matrimonios, estando una de las princesas casada y dos de ellas comprometidas a temprana edad, Elizabeth pronto iba a ser desposada, ahora yo, tendré que vivir la vida que unas personas que no conozco decidieron por mí, para alguien que yo no era hace algunos días.

Acelero mi paso, consumida por mis pensamientos, los cuales me llenan de una gran ira y pena, las doncellas que van atrás mío solo copian la velocidad de mi andar, hasta que aquella voz que me había dado bastantes respuestas cuando estaba perdida, habla.

—Su alteza, hemos llegado —dijo Alexandra—. ¿Desea que la acompañe a buscar a los reyes? —pregunta.

Ella siempre era muy cuidadosa en preguntar y decir pero la mayoría de veces, acertaba.

—Sí —me limito a responder.

Entramos al gran lugar, hay pocas personas por lo cual supongo que he llegado temprano, Alexandra me indica el camino para llegar en donde se encuentran los reyes, respiro hondo y a pesar del temor e incomodidad, camino con elegancia, con la cabeza en alto, hasta llegar a una alargada mesa con preciosos toques dorados, en ella se encuentran tres personas bien vestidas y enjoyadas.

—Sus majestades —digo con la cabeza baja mientras hago reverencia ante mis ahora superiores—. Un placer poder verles.

—Ella es mi hija, Elizabeth Eloise, su majestad —dijo una voz femenina, una mujer joven de rubios cabellos y piel blanquecina.

—Es para nosotros un honor crear una alianza por medio del matrimonio de mi hija y su hijo —habló un hombre, al que miré de reojo, era alto, de tal vez unos treinta y tantos años, con un cabello rojizo como el mío y ojos azulados.

Debido a como ambos me llaman y al recordar sus caras repentinamente, reconozco que son mis padres.

—Puedo decir lo mismo, que su hija pueda llegar a convertirse en la esposa de mi heredero y que cuando sea el momento, sea la reina de Francia —dijo un hombre mayor que puede rondar una edad de cuarenta años.