Capítulo 10-Sangre otomana.

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Año 1633, Imperio Otomano.

En las calles de Constantinopla resuenan las voces de los vendedores vendiendo sus productos. Telas, perfumes, alimentos y joyas son exhibidos en espera de ser compradas.

El mercader Rüstem es el más respetado del mercado, vende las telas de la mejor calidad e inclusive el palacio imperial compra su mercancía, lo cual lo ha hecho de muy buena reputación y de una gran fortuna. Hace un tiempo compró un costoso barco a un señor inglés y ahora tiene una deuda con este hombre llamado Philip, no es mucho dinero el que le falta pagar pero este hombre no tiene paciencia... Él furioso hombre llega a la lujosa vivienda del comerciante.

—¡Rüstem! —gritó el hombre inglés.

—Señor, es bueno verlo, ¿qué necesita? —preguntó.

—¡No sea sinvergüenza! Usted me debe dinero —su cara estaba roja por el enojo.

—Baje la voz señor, usted sabe bien que yo compré ese barco para traer mi mercadería, cuando tenga las ganancias se lo terminaré de pagar—intentó defenderse.

—Ya no puedo esperar más, deme mi dinero ya —elevó aún más su tono de voz.

Para este punto la familia de Rüstem dentro de la gran casa estaban escuchando el escándalo, la hija menor, Saliha, de solo quince años, era la más preocupada, por la ventana de su habitación veía aterrada como aquel hombre le gritaba a su padre.

—Señor, sabe que siempre he pagado, Allah es mi testigo de que digo la verdad —mantuvo la paciencia—. Deme un poco más de tiempo.

Philip no aguantó más y empujó al señor mayor.

—¡Padre! —gritaron las hijas de este.

—Tengo que ir a ayudar a mi padre, debo de ir— Saliha intentó salir pero su madre la detuvo.

—Hija, tranquilízate, no te metas en problemas —la regañó su madre Hafsa.

—Si Saliha, pronto llegará tu hermano, él lo ayudará —aconsejó la segunda esposa de su padre.

—¡Tú calla! No puedo dejarlo en manos de ese hombre —se zafó del agarre de su madre y salió corriendo hacia el jardín.

Antes de salir arregló su velo y tapo la mitad de su rostro con el mismo.

—Padre —lo ayudó a levantarse.

—Saliha —el dolor en su voz era notorio, su cabeza sangraba de gran manera debido al golpe.

—¡Usted! ¿¡Cómo se atreve a empujar a mi padre!? ¿¡Quién se cree? —gritó con enojo

El hombre inglés miró con desprecio a la mujer, unos ojos verdes era lo único que podía ver de su rostro.

—A ver Rüstem, si no puedes pagarme con dinero —suspiró— dame a tu hija.

Saliha se enojó aún más y antes de que pudiera insultar al hombre, Rüstem contestó.

—No, preferiría morir antes de eso, mi hija es una devota musulmana y una mujer otomana, no permitiría que se case contigo —gritó con enojo.

—Me confundes, no quiero casarme con ella, solo llevármela conmigo —sonrió con sobervia— si no me la das por las buenas, como soy tan generoso... Te la compro, dame un precio.

—¡Ni aunque me dieras un palacio! —gritó—. Vete, vete de aquí.

Philip sacó de su bolsillo tres sacos llenos de monedas de oro y los tiró a los pies de Rüstem. Agarró en un acto desprevenido el brazo de la muchacha y la puso a su lado, Rüstem intentó levantarse para salvar a su hija pero fue en vano, un fuerte mareo nubló su visión por el fuerte golpe que recibió en su cabeza.

—¡Infeliz, no me toque! —gritó Saliha— ¡Madre, padre!

—Saliha —susurró Rüstem antes de desmayarse.

Los demás miembros de la familia llegaron al jardín y solo pudieron ver al señor desmayado, con miedo, Hafsa buscó a su hija y no la encontró, rompió en llanto y alertó a los demás de que su hija no estaba, que ese hombre se la había llevado.

Philip regresó a Inglaterra con la muchacha otomana, la obligó a vestir ropas inglesas y a quitarse su velo, intentó aprovecharse más de una vez de Saliha, pero esta no se dejó y cada vez golpeaba más fuerte al hombre en modo de defensa propia. Con el paso de los días, el rumor de que una mujer extranjera estaba en la casa de aquel adinerado hombre llegó inclusive a los oídos del rey, quien también escuchó de la belleza de la joven... A Philip se le fue obligado a entregar a la muchacha a la corte inglesa por deseo del rey, quien al verla quedó cautivado y en contra de los propios deseos de Seliha, la hizo una de sus muchas amantes, más sin duda, el origen de la joven, hizo que fuera su favorita entre todas.

—¿Me odias? —preguntó el rey, primera vez que le interesaba los sentimientos de alguna mujer de su alrededor.

—Usted me ha hecho pecar, es algo que no me puedo perdonar —dijo Seliha en un inglés mal pronunciado—. Que Allah se apiade de mí —habló en turco.

Saliha se sentía avergonzada, un hombre que no era su esposo había tocado su cuerpo, Enrique no le desagradaba, a sus ojos, había sido comprensivo pero desde el principio buscó una sola cosa en ella, su propia felicidad y placer...
Con los meses Saliha quedó embarazada del hijo del rey al mismo tiempo que la reina, aunque su relación no era secreta  ante la corte, su embarazo sí se mantuvo en secreto, porque el sultan del Imperio otomano empezó a exigir que la mujer fuera devuelta a su país, el rey no quería problemas con el sultan de aquel imperio y esperó a que Saliha diera a luz para regresarla a su tierra, después de todo, le atribuiria tal hijo a otra de sus amantes más sus planes no salieron como pensaba, la reina y Saliha se pusieron en trabajo de parto el mismo día y mientras la otomana trajo al mundo una niña saludable, la reina dió a luz a un niño muerto por segunda vez. Ante los ruegos de la reina Margaret hacia el rey de que se dijese a la corte que ella había dado a luz a una princesa para no quedar en vergüenza y no ser más juzgada de lo que ya era por ser catalogada como inservible por no cumplir con su "deber".
El rey aceptó, después de todo, con eso podría legitimizar a su hija y darle un tratamiento digno a la bella niña, con la cual se había encariñado apenas nacer.

A Saliha se le fue arrebatada su hija horas después de que llegó al mundo, no le dijeron porqué y cinco días después fue llevada a tierras otomanas, su país.
A pesar de que se sintió feliz de reunirse con su familia, no le contó a nadie lo que le había ocurrido, si lo hubiera hecho habría sido una vergüenza para sus padres y su propio honor ante los ojos de la gente. Un año después se casó e intentó olvidar a aquella hija que dejó en manos de quienes le habían hecho tanto daño.

...

En este capítulo conocieron a la madre biológica de Elizabeth, nuestra princesa también tiene sangre otomana, ¿Cuándo creen qué se de cuenta? ;)
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Amor entre el poder del Imperio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora