Tranquilidad

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- ¡Aquí está Laila!... ¡Y también Santiago!- Dice Mariano agitado al salir del antro, Ingrid y Mel venían detrás de él.- Me asustaste Lai, creí que te habías ido. ¿Cómo es que estás aquí?- Se dirige a Santiago.
- Contexto por fa.- Dice Ingrid.
- ¿Ya se reconciliaron?- Dice Mel.
- Vine a ver a Laila.- Por fin habla Santiago.- Y sí, ya nos reconciliamos.- Dice con una sonrisa, acto seguido nos damos un beso en los labios.
- Por fin.- Habla Ingrid.- Extrañaba verlos juntos.
- ¿Cómo supiste que estábamos aquí?- Dice Mariano.
- Luego les cuento.- Responde Santiago.
- Okay... hay que entrar otra vez ¿No?- Dice Mel.
- No creo chicos, si quieren ustedes quédense, pero yo ya me voy.- Hablo yo, no quería regresar a verle la cara a Karim por nada del mundo.
- ¿Y cómo se van a ir?- Dice Mariano volteando a ver a Santiago.
- No tengo idea.- Responde él.
- Los llevaré yo.
- ¿Seguro? ¿No te quieres quedar?- Contesta Santiago.
- No, mañana tengo mi curso en la mañana.
- Nosotras nos quedaremos un rato más con los demás.- Dice Ingrid, se veía enfiestada y con ganas de quedarse a seguir bailando.
- Aun así me avisan cuando lleguen.- Les digo a ambas.
Nos despedimos de ellas para después dirigirnos al auto de Mariano. Era muy raro estar juntos los tres otra vez después de todo lo que pasó. Permanecimos en silencio durante el camino del antro al auto, yo solo tomaba la mano de Santiago de vez en cuando para no hacer tan incomoda la situación. Sin duda regenerar la relación que teníamos los tres como antes sería difícil.
- Aquí dejé el auto.- Dice Mariano.- Primero te ayudaré a pasarte al asiento.
Mariano tomó a Santiago por debajo de sus brazos, abrazándolo para poder pasarlo fácilmente al asiento trasero, por último le acomodó los pies y le ayudó a pasarse el cinturón de seguridad.
Entre Mariano y yo subimos la silla de ruedas eléctrica a la cajuela, era muy pesada, al menos unos treinta kilos.
- Uno, dos, tres.- Dice Mariano para coordinarnos. En cuánto cargamos la silla se escuchó un tela romperse, era el pantalón de Mariano. Me comencé a reír de él y pronto se unió a mi risa.
- Algo así te tenía que pasar.- Digo entre risas.
- Verga ¿Se rompió mucho?- Dice volteándose para que pudiera ver su trasero.
- Sí, se puede ver todo tu calzón de pingüinitos.- Ambos sacamos una carcajada.
- ¿Qué pasó?- Pregunta Santiago desde el auto.
- Nada, el idiota de Mariano rompió su pantalón.
- Pobre estúpido.- Dice Santiago uniéndose.- ¿Acaso trae sus calzones de pingüinos?
- Espera. ¿Cómo sabes que tiene calzones de pingüinos?
- Porque siempre trae los mismos, nunca se los quita.
- Es que tengo muchos iguales, ya déjenme en paz.- Dice Mariano refunfuñando.- Ya vámonos.- Cerró la cajuela y yo me subí en el asiento de enfrente.- A todo esto... ¿A dónde vamos?
- Yo creo que pasamos a dejar a Santiago a su casa ¿no?
- No, mis papás no saben que estoy aquí. Si regresó ahora a casa no saben lo que me espera. Prefiero regresar en la mañana.
- Te diría que te quedaras en mi casa, pero mañana tengo mi curso desde las 7, no te podría pasar a dejar.
- Pues quédate en la mía.- Hablo decidida. La verdad me parecía el plan perfecto, más ahora que acabábamos de reconciliarnos.
- Va va.-Dice Santiago alegre.
- ¿Y no es peligroso que te quedes en otro lado que no sea tu casa? Digo, por todo lo que debes hacer antes de dormir.- Dice Mariano preocupado.
- No creo que con un día pase algo.
Llegamos a mi casa justo como lo planeamos, Mariano pasó a Santiago nuevamente a la silla.
- ¿Cómo vas a subir las escaleras de la entrada?- Dice Mariano.
- Entre los dos.- Hablo yo. Tomamos a Santiago de la parte inferior de la silla y juntos lo subimos hasta el descanso de las escaleras.
- Bueno, creo que hasta aquí llegué. Pasen linda noche.- Dice Mariano.
- Suerte en tu curso.- Le digo mientras ambos nos despedimos con un beso en la mejilla.
- Bye bro.- Dice Santiago.
Pronto Mariano se subió a su auto y se fue, Santiago y yo nos metimos sigilosamente a casa, no quería que mi mamá se despertara.
- Por fin solos.- Dice Santiago mientras nos metemos a la cocina y prendo la luz.
- Ya sé. Te extrañaba mucho.- Él me toma de la cintura haciendo que me siente en sus piernas. Le dejo unos besos en los labios y me vuelvo a levantar.- Amor, muero de hambre.
- Yo también ¿Qué tienes de comer?- Dice mientras abre la puerta del refrigerador con mucha confianza, como si ya hubiera venido varias veces a mi casa.
- Tu eres fan de espiar lo que tengo de comida.
- La otra vez lo único que tenías eran twinkies.
- Bueno, te puedo preparar un delicioso cereal. Me queda bien eh.
- Como si hacer cereal tuviera gran ciencia.- Dice él burlándose.
- Ya cállate y saca la leche.
- ¿Ya tan rápido?
- Sí, sácala por fa.- Digo inocentemente.
- Como tú digas eh.- Hasta ahora capto su ironía.
- Solo saca la leche del refrigerador.- Digo entre risas.- ¿Vas a querer lucky charms o cereal de pasas?
- Cereal de pasas.
- Que asco, creo que nunca nadie en la vida había preferido cereal de pasas. Tus gustos de señor de 50 años.
- Es que los otros me empalagan.- Dice riendo.
Terminé por servir ambos cereales, le ayudé a Santiago a colocar la cuchara entre sus dedos para que le fuera más fácil tomar el cereal. Me senté en el desayunador y quité una silla para que Santiago se sentara junto a mi.
- Te ves cansada.- Pasa su mano por mi cabello terminando con una caricia en mis mejillas.
- No he dormido bien estos días.
- Ni yo, ni siquiera puedo decir que he dormido.
- En verdad nos afectó mucho todo esto.
- Lo importante es que ahora estamos juntos.- Nos damos un breve beso en los labios.-Tenemos que hablar.- Habla al separarnos.- Es decir, tenemos que aclarar las cosas para que no quede nada al aire.
- Yo pienso lo mismo. Si quieres termínate tu cereal, subimos a mi habitación y hablamos. Pero espera, ¿cómo vas a subir las escaleras?
- Creo que pensamos en todo menos en eso.- Dice riendo.- Alguna vez en rehabilitación me enseñaron una técnica pero nunca la he intentando con alguien más que no sea el instructor.
- ¿Y si no funciona?
- Me duermo en el sillón de la sala.
- Los sillones de la sala son muy incómodos amor, no quiero que te pase algo.
- Ya extrañaba que te preocuparas por mi.- Dice con una sonrisa en la boca.- Pues intentémoslo.- Le termina de dar un gran trago al plato de cereal para que al fin se terminara.
Santiago y yo nos situamos frente las escaleras, no tenía idea de cómo haría esto pero pasara lo que pasara en verdad quería que durmiera junto a mi.
Con todas mis fuerzas sujeté a Santiago pasándolo de la silla al segundo peralte de las escaleras, dejándolo sentado.
- Que pena que tengamos que pasar por esto.
- No digas eso, mejor dime cuál es tu técnica. Pero no hagas tanto ruido porque mi mamá ya está dormida.
- Muy bien, ponte atrás de mi y siéntate en la escalera.- Habla con voz queda.
- Listo.
- Ahora sujétame de las axilas.
- Eso suena raro pero está bien.- Digo riendo.
- Con las piernas impúlsate para subirme hasta el siguiente escalón.- Hago lo que me indica.
- Estás muy pesado.- Digo soltándolo sin pensar. Todo su cuerpo desde la espalda baja hasta su cabeza se va hacia en frente.- ¡Amor!- Digo asustada pensando que estaba apunto de caer. Él se echa a reír.- Creí que te ibas a morir.- Exagero.
- ¿Te vas a seguir riendo o me vas a dejar aquí?
- Ya, perdón.- Con fuerza lo ayudo a recargar su espalda en la contrahuella de la escalera. Por último el sube sus inmóviles piernas con ayuda de sus brazos hasta el siguiente peldaño. Continuamos subiendo de la misma manera hasta llegar casi al final de la subida.
- Ya me cansé. Esto es más cansado que ir al gym.- Digo exhalando.
- Vamos, solo uno más.- Hago el último esfuerzo hasta por fin llegar.
- ¡Síii!- Dice como niño pequeño alzando la voz.
- Cállate que mi mamá se va a despertar.- Le vuelvo a advertir.
- Perdón.
- Y ahora qué ¿te llevo arrastrando hasta mi habitación?- Digo con ironía, el segundo piso era muy grande y mi recámara se encontraba hasta el otro extremo, sin duda esa no era una solución.
- Mierda, tampoco pensamos en eso.- Vuelve a alzar la voz.
- Que te calles.- Le vuelvo a advertir entre risas.
- Perdón.- Dice una vez más.
- Tengo una idea, espérame aquí.
En un par de segundos regresé con una silla de ruedas de escritorio que estaba en el estudio donde usualmente hacía tarea.
- ¿Es en serio?- Habla con hilaridad.
- ¿Se te ocurre algo mejor?
- No, la verdad no.
Lo siguiente que hice fue subir a Santiago a la silla, por suerte esta tenía seguros en la ruedas, de esta manera no se movía mientras intentaba transferir a Santiago. La silla era alta, por lo que se le hizo muy complicado subir a ella por si mismo, por lo que entre los dos logramos que quedara sentado en ella. Después haciendo el menor ruido posible, recorrimos todo el pasillo hasta llegar al destino final.
- Listo, ya puedes hablar todo lo que quieras.- Digo al encender la luz y cerrar la puerta. Por último paso a Santiago de la silla a la cama dejándose caer a ella como si estuviera muy cansado.
- Qué bonita habitación. ¿Me haces un room tour?
- Mañana, hoy lo único que quiero es abrazarte.- Me tiro encima de él quedando nuestros rostros tan cerca que comienzo a darle besos por toda la cara sin pensarlo. Sentía una intensa necesidad de estar pegada a él sin soltarlo como si el amor que siento por él tuviera que salir de alguna forma.
- Hay que pelearnos más seguido para que estés así de cariñosa.- Dice con voz ahogada al yo estar encima de él.
- No digas eso.
Ahora me levanto lista para ponerme el pijama,  lavarme la cara y los dientes, si algo me daba una especie de TOC era no hacer esa rutina antes de dormir, estuviera donde estuviera. Dejé a Santiago esperando en la cama mientras yo iba al tocador. Cuando salí Pipo estaba encima de él ronroneando. Se veían tan tiernos que casi exploto de amor al verlos.
- Les voy a tomar una foto, no te muevas.- Santiago sonríe de oreja a oreja mientras acaricia a Pipo pasando la mano por su cola. Pipo le lanza una pequeña mordida.
- ¿Qué le pasa?- Dice asustado entre risas.
- No le gusta que le toquen la cola. ¿No sentiste la mordida?
- No bebé, no siento nada en las manos. Ya te había explicado...
- Cierto. Bueno, te ayudaré a meterte en la cama.
- Vale.
Le ayudé a quitarse el pantalón y la camisa haciendo que quedara en calzoncillos. Ya era de madrugada por lo que el frío de estas horas se percibía más. Por último le ayudé a cubrirse con todas las cobijas y me acurruqué junto a él como tanto me gustaba. Pipo cambió de lugar a estar en medio de nosotros. Esta escena no podía ser más reconfortante.
- ¿Ahora si vamos a hablar?- Volteo mi mirada hacia él.
- Vale. ¿Por dónde empezamos?
- Primero dime cómo le hiciste para llegar al antro.
- Ví tu historia en Instagram y un impulso verdaderamente incontrolable hizo que fuera.
- Tus papás no saben que te fuiste ¿verdad?
- No mames, no. Literalmente me escapé.
- Ow, nunca habías hecho algo así por mí. Qué valiente.- Que lo haya hecho sin que yo se lo hubiera dicho me alegraba aún más.
- Bueno... ahora quiero que me digas tu versión de las cosas.
- ¿De Mariano?- El asiente.- Supongo que él ya te contó, pero entiendo si quieres rectificar las cosas.
- Me comenzó a contar desde que se besaron en tu fiesta.- Dice de la manera más tranquila, se veía que estaba abierto al diálogo y a decir verdad, al igual que yo estábamos cansados de darle tantas vueltas al mismo asunto.
- Bueno, la conclusión aquí es que fui muy mala persona con Mariano, ya le pedí perdón por eso y ahora estamos bien, sin resentimientos. Y creo que ya te lo dije mil veces, pero si es necesario te lo volveré a repetir: yo en todo ese tiempo no sentí tener una responsabilidad contigo, lo único que hice mal fue no habértelo dicho desde el inicio y te vuelvo a pedir disculpas por eso.
- Lo entiendo, Mariano me abrió el panorama y llegué a la otra conclusión de que todos cometimos errores y lo que nos faltó fue ponernos en el lugar del otro.
- Exacto, así como yo no pensé en ti, tú no pensaste en mi e igual con Mariano.
- Exacto.- Repite.
- Y ahora... con lo de Violeta...- Ese era un tema que aún estaba delicado, así que no me fue fácil preguntar.
- En resumen, descubrí por la aplicación de Uber que había ido a tu casa, luego le pregunté por ti y me lo confesó todo. Tenías razón. Ella estaba enamorada de mi, más bien está, e hizo todo eso para separarnos. Al final le dije que se fuera de la casa y que no regresara. No sé cómo no me di cuenta antes de que le gustaba, en verdad hizo que dudara de ti, se la pasaba metiéndome mierda a la cabeza.
- Odio a Violeta, creo que nunca había odiado tanto a alguien hasta ahora.
- Ya no necesitas ni siquiera odiarla, ella nunca más se meterá con nosotros.
- Eso espero. Y bueno, te quedaste sin enfermera ¿Qué vas a hacer?
- Mi madre y yo ya contratamos a una persona, justo hoy fue su primer día.
- No me digas que contrataste a una enfermera joven y bonita.
- No.- Ríe.- Es joven pero es hombre.
- Menos mal.
- Tranquila, no me gusta el pito.- Hace que ría.
- ¿Y qué tal? ¿Te sentiste cómodo?
- Sabes que nunca me sentiré cómodo, pero al menos fue el único que habló directo conmigo y no se dirigía a mi mamá como si yo no fuera capaz de hacer una entrevista. Al final trabajan para mi, no para mis padres.
- Que bien. Lo importante es que tú te sientas bien... dentro de lo que cabe.
- Síp.- Ambos hacemos una breve pausa.- ¿Entonces Karim y tú solo son amigos?- Vuelve al tema inicial.
- No te preocupes, nunca lo fuimos, ni lo seremos, es un hijo de puta.
- ¿Qué? ¿Por qué?
- En el antro escuché a sus amigos decir que él quería coger conmigo, pero de la manera más despectiva y machista que alguna vez escuché. Luego fui con él a reclamarle y lo único que hizo fue admitir todo. Me dijo cosas muy feas que no quiero recordar. En fin, todo lo de las sesiones de fotos que te había dicho eran una excusa para que tuviera la oportunidad de coger conmigo. Obvio nunca lo logró.
- Qué bueno que te diste cuenta del tipo de persona que era.
- Lo sé, por eso la estaba pasando muy mal en el antro. Suerte que llegaste tú y arreglaste todo.- Lo abrazo con más fuerza.
- Estamos de acuerdo en que a los dos nos afectó demasiado estar separados.
- Eso demuestra lo mucho que nos amamos.
- Solo tengo una duda más. ¿Por qué si estabas tan mal no quisiste que nos reconciliáramos la primera vez que te fui a buscar?
- Claro que quería, era lo que más deseaba en el mundo, pero para ser sincera...- Me detengo a pensar un poco en cuáles serían mis siguientes palabras.- Sentía, o siento, que cada que tenemos un problema, la que te busca soy yo, la que está ahí para resolverlo soy yo, literalmente la que sufre soy yo. Ponte a pensar en todas las veces que hemos tenido problemas, siempre soy yo la que da todo. Necesitaba que tú hicieras un esfuerzo más grande por reconciliarnos, lo bueno es que lo hiciste sin que yo te lo tuviera que decir.
- Creo que tienes razón, y ya te lo dije, no valoré todo eso que has dado por mí. Y te juro que voy a dar lo mismo que tú das. Porque no mereces menos Lai. Te amo corazón.
- Yo aún más corazón.- Nos damos un beso aún más largo.
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Al siguiente día desperté  alrededor de las 11 de la mañana, había sido el sueño más reconfortante, hace mucho que no dormía tan bien hasta hoy. Santiago seguía roncando como si estuviera en el quinto sueño. Tomé mi celular para ver si había algún mensaje de Mariano, pero al tener la pantalla destruida no se veía nada. Me estaba dando mucho calor y ya no estaba cómoda, así que cuidadosamente me deshice de su abrazo para poder salir de la cama.
Cada que Pipo tiene hambre me muerde levemente los tobillos, así que decidí salir a darle de comer. Pase por la habitación de mi madre para ver si ya había despertado pero su puerta seguía cerrada, supuse que aún dormía. Bajé las escaleras junto con Pipo, le di de comer, aproveché para entrar al baño y hacer mis necesidades a gusto sin que Santiago me escuchara y tomé un gran vaso de agua, también serví un vaso para cuando él despertara.
Al volver a las escaleras me topé con la silla de Santiago, siempre me había dado curiosidad subirme y manejarla yo misma para ver lo que se sentía. Me senté  en ella y moví el joystick hacia en frente, se movió tan rápido que casi hace que llegara hasta el escalón de la entrada y cayera. No era tan fácil como se veía controlar cada dirección era muy complicado, más dar la vuelta, supongo que es cuestión de práctica.
En la parte del joystick había muchos botones, uno para subir y bajar la silla en diferentes alturas, otro para ir de reversa, otro para asegurar los cinturones, otro para inclinar la espalda de atrás hacia delante y otro para tocar el claxon, ese último nunca había visto que Santiago lo usara, lo apreté y sonó como el claxon de una moto Vespa. Jugué un rato más con ella, cada vez la controlaba más, iba de la cocina a las escaleras y de las escaleras a la cocina. Pronto un foco rojo que advertía tener la batería baja comenzó a parpadear. No sabía qué hacer y no quería que por mi culpa la silla de Santiago no tuviera pila para cuando él se sentara. Busqué en los compartimentos si había algún cable, pero solo había una bolsa llena de catéteres y cosas de primero auxilios.
Busqué aún más hasta que di con un cable que se enrollaba y desenrollaba por el costado de la silla. Busqué el enchufe más cercano y la conecté.
Cuando se acabó la diversión decidí regresar a ver si ya había despertado. Pipopay me volvió a acompañar hasta mi habitación, ya quería que despertara, así que como buena novia tomé a Pipo y se lo puse en el pecho. El gato comenzó a caminar sobre él hasta llegar a su cara, pasó sus bigotes sobre sus mejillas haciendo que Santiago entreabriera los ojos para ver lo que estaba sucediendo.
- Me dieron cosquillas.- Dice él con voz ronca al ser sus primeras palabras durante el día.
- Ya despierta.- Hablo quejándome. Él lanza un gran bostezo estirando los músculos que aún podía mover. En ese momento sus cotidianos espasmos comenzaron a emerger, ya estaba un poco acostumbrada a ellos pero aún me daba miedo cada que le daban. -¿Debería hacer algo?
- Como no tomé los antiespasmódicos durante la noche ahora no se van a calmar tan fácil. Lo único que queda es esperar a que se quiten.
Ayúdame a voltear de costado, esa posición hace que no me mueva tanto.- Habla con voz temblorosa.
- Okay...- Hago lo que me indica. Al voltearlo noto que su espalda estaba totalmente húmeda y llena de sudor, en verdad me preocupo por él, sabía que el que no durmiera en su casa representaría un problema. -Amor, estás muy mojado de la espalda, ¿es normal?
- Sí y no, es un reflejo que hace mi cerebro al no tener sensibilidad al calor o al frío, pero todo bien.
Lo siguiente que hice fue traer una toallita para limpiar su espalda, abrí la ventana para que la habitación se refrescara un poco y así ayudar a Santiago.
- Creo que los espasmos ya se calmaron.- Lo ayudo a volverse a acostar de espaldas, aún tenía espasmos pero no tan intensos como los del inicio.- Perdóname Lai, creí que dormir en otro lado no sería tan complicado. ¿No te desperté en la noche por esto?
- No amor, dormí perfecto.- Ahora que lo recuerdo me desperté un par de veces porque sus movimientos involuntarios de las piernas hicieron que chocaran en mi trasero. Preferí mentir para no hacerlo sentir mal.
- Lo mejor será que me vaya antes de que algo malo suceda, le llamaré a Diego para que venga por mi en la camioneta.
- No te vayas, al menos quédate a desayunar. Dime si necesitas algo más, no te preocupes por eso.
- Necesito hacer cosas, pero prefiero que no las hagas tu Lai.
- Entiendo, pero esas cosas pueden esperar para después del desayuno. ¿No?
- Está bien.- Dice él después de meditarlo un poco.
Ayudé a Santiago una vez más a ponerse los tenis y la ropa que traía ayer. La bolsa del catéter estaba totalmente llena, pero esperaríamos hasta llegar al piso de abajo para vaciarla. Lo volví a subir a la silla de escritorio y bajamos las escaleras con la misma técnica de ayer, incluso más fácil porque la gravedad de la bajada ayudaba más. Por suerte su silla eléctrica ya se había cargado hasta el 30%, lo suficiente para el poco tiempo más que estaría aquí. Nos dirigimos al escusado para por fin vaciar el catéter, no quería que ocurriera un accidente como el de la otra vez.
- ¡Lai! ¿Quién está ahí?- Grita mi mamá desde el piso de arriba.
- ¡Estoy con Santiago!
- ¡Hola señora, buenos días!- Grita él.
- ¡Hola Santiago! ¿Cómo estás?
- ¡Muy bien! ¿Usted?
- ¡Bien, gracias! ¡Ahorita bajo a saludar!
- ¡Está bien señora, no se preocupe!- Santiago me mira riendo.- Amo a tu mamá es bien random.
- Creo que será la primera vez que interactúas  bien con ella. No me hagas quedar mal por fa.- Bromeo.
- Le voy a decir que no estudio y que me drogo.
- No es nada que no sea cierto.- Ambos reímos.- Creo que está con su novio. Supongo que también lo tendrás que conocer.
- ¿Cómo sabes que está con él?
- Porque cuando no está, ella se despierta muy temprano, y cuando está se despiertan muy tarde, no me preguntes por qué.
- ¿No sientes raro? O sea de que no esté con tu papá.
- Al inicio sí, pero creo que lo he llevado bien. Por cierto, mi papá se va a casar con la mujer con la que engañó a mi mamá.
- Mierda.- Dice sorprendido.
-Lo sé, ni siquiera ha tenido el valor de decírmelo, eso me lo dijo mi mamá.
- ¿Y qué piensas hacer?
- Nada, literalmente nada. Cada vez me decepciono más de él.
- Aún no conozco a tu papá.
- No quiero que lo conozcas, con todo esto prefiero esperar.
- Como tú te sientas Lai.- Me toma de la cintura dejándome cariñitos en la cadera.
Pronto bajó mi madre y como era de esperarse, Daniel estaba con ella.
Todos nos saludamos entre si, por suerte Daniel se portó muy bien con Santiago en el momento en que los presenté.
- Qué bueno que ya están bien.- Dice mi madre a Santiago.
- Victoria, qué te parece si nosotros hacemos el desayuno.- Dice su novio.
- Daniel sabe cocinar muy bien, ya verán. Si quieren pueden ir a la sala en lo que nosotros cocinamos.
- ¿Le podemos ayudar en algo?- Dice mi novio tímidamente.
- Pueden preparar el café o algo de tomar. Lai, tu prepara la fruta.- Me ordena.
Saqué el melón y unas fresas del refrigerador, estaba pensando en qué podría hacer Santiago para que no se sintiera excluido o poco útil, ya que lo vi incomodado al ver como todos estábamos haciendo algo.
- Amor, ¿puedes lavar las fresas?- Le dejé todo acomodado en el lavabo para que el solo tuviera que desinfectarlas y enjuagarlas.
- Claro.
- También lava estas naranjas para hacer jugo.
- Vale.
Cuando terminó de lavar todo lo ayudé a secarse las manos y luego se situó junto a mi mientras picaba el melón y las fresas, le di un par de fresas en la boca como niño pequeño.
Al terminar, saqué la granola y el yogur del refrigerador y llevé todos los platos y vasos para ordenar la mesa. Santiago se llevó todo en su regazo para no tener que dar tantas vueltas de la cocina al comedor.
Daniel preparó una tortilla de papas que aprendió a cocinar cuando vivió en España y la acompañó con unos espárragos salteados. Era cierto que cocinaba muy bien. Cuando nos sentamos todos en la mesa ayudé como siempre a Santiago a cortar la tortilla para que le fuera más fácil comerla.
- Está muy buena.- Dice él.
- Gracias, la aprendí a hacer cuando viví en España.- Por alguna razón ese era el tema favorito de Daniel, y si le dabas pie, podría estar hablando mil horas sobre lo mismo. Y así fue, todo el desayuno nos contó sobre sus viajes a Mallorca y de cómo una noche tuvo que dormir en la calle porque no alcanzó hospedaje en temporada vacacional. Daniel me caía bien, pero solía ser algo egocéntrico en ese aspecto, cada que cambiábamos de tema de conversación en algún punto regresábamos a hablar de su vida.
- La siguiente semana prepararé una paella exquisita.- Dice él.
- Sí Lai, la siguiente semana es el cumpleaños 75 de tu abuela. Lo vamos a celebrar aquí, va a venir toda la familia. Puedes venir tu también Santiago.
- Con gusto estaré aquí, claro... si Lai quiere.
- Obvio amor, ya es tiempo de que conozcas a toda mi familia.- Lo tomo de la mano.
Después de un rato más llegó Diego, el nuevo enfermero de Santiago. Me saludó amablemente y se veía sonriente. De hecho me cayó muy bien.
- Mis papás me van a matar cuando llegue a casa.- Dice él.
- Pero habrá valido la pena.
- Obvio. Te aviso cuando llegue, a ver si mañana nos vemos ¿va?
- Sí amor. Te amo.- No despedimos con un breve beso en los labios y subió a la camioneta.
El que Santiago conociera a mi familia me emocionaba pero a la vez me asustaba mucho. En general todos eran personas muy lindas, excepto el tío Germán y la tía Dalia, ojalá no tengan sus típicos prejuicios durante ese día, aunque lo más seguro es que sí.

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