Mariano y yo

620 35 6
                                    

Han pasado tres meses y medio desde que vi a Santiago.  Han sido meses interesantes en mi vida así que las narraré brevemente.
Las primeras semanas las pasé muy mal. Eran como de esos sentimientos en los que recordabas lo sucedido y te daban escalofríos, sentías odio y tristeza a la vez. Dejé de comer, el apetito se me fue, bajé más de tres kilos y todos me preguntaban que qué era lo que me pasaba. El único que sabía lo que había sucedido era Mariano, para mi se volvió la persona en la que más confiaba y yo para él.
En tanto Ingrid y Melisa solo sabían que ya no había pasado nada más con él, obviamente confiaba en ellas, pero no lo sé, quería guardármelo porque no sabía cómo se pondrían una vez que supieran.
Después esos sentimientos se fueron yendo, ahora estoy bien dentro de lo que cabe. Entendí que Santiago no significaba más que uno más a la lista de gente que he besado y que lo del accidente era independiente de mi y yo no tenía nada que ver en eso, ¿en qué estaba pensando cuando creí que lo de él y yo era especial? Al final sólo hablamos tres días.
Ahora lo poco que sabía de él era por lo que Mariano me contaba, él si lo seguía viendo, pero muy esporádicamente. Me contó que a la mañana siguiente igual pelearon, pero que Santiago después aceptó un poco que se quedara con él. Dice que estuvo dos meses y medio más en el hospital, una vez que tuvo la fuerza para salir de la cama empezó con la rehabilitación ahí mismo, no para que pudiera volver a caminar, eso era prácticamente imposible, sino que con él poco movimiento que tenía, pudiera hacer cosas por él mismo. Ahora que está en casa sigue yendo a rehabilitación y toma clases particulares para no perder el último año antes de ir a la universidad, eso último me hacía pensar que al menos no se había dado por vencido.

Por las mismas fechas en que Santiago salió del hospital, yo cumplí 18 años. Melisa e Ingrid me hicieron una fiesta sorpresa y la pasamos muy bien, fueron varios amigos de la preparatoria, bailamos y tomamos hasta más no poder, la verdad fue un buen cumpleaños.
Mariano y yo ahora éramos...¿Cómo decirlo? Amigos con derechos.
El día de la fiesta nos besamos por primera vez y de ahí no hemos parado. Y no, no me gusta, sólo que simplemente a veces tenemos algunos encuentros. Le dije que no quería que se ilusionara, que esto sería pasajero y que sólo si él quería podíamos seguir con eso. El aceptó.
Yo sé que soy una tonta porque la amistad  que hemos formado estos últimos meses era muy fuerte y al tener este trato esa amistad se podría arruinar, y la verdad me dolería mucho.
Pero hasta ahora todo va bien y los dos prometimos que si algo malo comenzaba a afectar nuestra amistad, los dos pararíamos.
No es que nos estemos besando todo el tiempo, es sólo cuando los dos queremos. Mejor dicho yo, porque Mariano siempre quiere.
¿Seré una mala persona haciendo esto cuando se perfectamente que él aún siente algo por mi? No lo sé, pero yo le he dejado todo muy en claro para que no se hiciera ilusiones.
En fin, después de unas semanas de esto, fue la competencia estatal de danza, era el inicio de una gran oportunidad. Todas nos habíamos preparado demasiado. La primera competencia fue en grupos, es decir, la coreografía era en un grupo de 10 personas.
Mis padres, Mel, Ingrid y Mariano me fueron a ver. Tenía que dar todo de mi, no le podía fallar a ellos, no me podía fallar a mi. Para esto había practicado tantos meses.
Había un gran número de participantes, algunos buenos, otros malos, pero la mayoría eran una buena competencia para mi grupo.
Cuando llegó la hora de entrar al escenario mi corazón comenzó a palpitar a mil por hora, tenía tantos nervios pero los supe controlar conforme fue pasando la canción. Bailamos la de Beautiful de Christina Aguilera, estaba segura de que nuestra coreografía estaba muy bien hecha y que él ganar estaba seguro. Y así fue, ganamos el primer lugar, todas nos sentimos muy felices cuando nos nombraron ganadoras. Era el inicio de tal vez una carrera en danza contemporánea.
Al salir de la competencia mi familia me recibió con un gran ramo de flores, me sentía realizada y muy feliz. Poco a poco mi sueño se iba cumpliendo.

Después de unas semanas regresamos a la escuela, era nuestro último año de preparatoria y nada podía salir mal. Tenía un poco de esperanza de ver a Santiago en la escuela, cuando publicaron la lista de las aulas en las que estaríamos en todo el año busqué a Santiago para ver si se encontraba en alguna, pero era obvio que no regresaría, en qué estaba pensando.
-Hola Lai, ¿ya viste que otra vez nos tocó juntos?-Habla Mariano, me saca uno pequeño susto pues me habló desprevenida.
-¿Es en serio? ¿Otro año contigo? Buuuu.- hablo burlona, Mariano se ríe.
-Ash, yo que venía bien emocionado y tú lo arruinas todo.
-Ay ya, no te enojes, fue una pequeña bromita.-Le suelto un pequeño golpe en el hombro.
-Hoy andas muy agresiva.-Él cruza los brazos tratando de parecer enojado.
-No aguantas nada Mariano.-Los dos reímos y caminamos hacia el salón que nos habían asignado, todo pintaba muy bien, al ser el último año ya conocía a mucha gente de la escuela, así que hacer amigos nuevos ya no sería un problema, porque si en algo soy pésima es en socializar por primera vez.
Al salir de la escuela se repetía lo mismo de siempre, Mel, Ingrid y yo salíamos a fumar mientras Mariano se encontraba con todos sus amigos recargados en un auto, solo que esta vez no estaba Santiago.
- Se ve rara la salida sin Santiago.-Habla Ingrid.
-Ya se. Suerte por Mariano, ahora serás solo para él.-Dice Melisa apuntando hacia mi.
-Que cosas dices Mel, ¿Cuantas veces te tengo que decir que Mariano no me gusta?
-¿Y por eso te lo besas cada que puedes?
-Eso no tiene nada que ver.
-Yo digo que dejes de hacerlo, solo lo estás ilusionando.
-Lo mismo pienso a veces, pero ya te dije que yo ya le dejé en claro que no me gusta.
-Lo único que vas a lograr es confundirlo cada vez más.-Dice Ingrid recordando que alguna vez tuvo un problema similar.-Lo digo por experiencia.
-No creo, y si pasa eso no será mi culpa porque yo se lo dije desde el inicio.-En eso Mariano comienza a caminar hacia nosotras. Mis amigas me hacen una mirada.
-Hola chicas.
-Hola.-Hablamos al unísono.
-Lai, ¿Ya nos vamos?
-Si si, deja me termino esto y nos vamos.-Señalo el cigarro.
-Okay, te veo en 5 minutos en la entrada. Nos vemos chicas.-Mariano regresa con sus amigos.
-Ay si, no te gusta y hasta vas a ir a su casa.-Dice Mel.
-Ya sabes a qué vamos, no es como si fuera una cita de amor.
-Pues ojalá lo que dices sea cierto.- Dice Ingrid.
-Claro que es cierto.-Ruedo los ojos.-Bueno chicas, ya me voy, nos vemos mañana.-Me despido dándoles besos en las mejillas.-Las amo.
-Bye.
-Bye.
Mariano y yo nos dirigimos a su casa en su auto, era un buen día. Nuestro plan era comer, ver una película y por último tener sexo, sin titubeos. Yo estaba muy cómoda con la relación que tenía con Mariano ahora y supongo que él también, nadie le obligaba a hacer algo que no quisiera.
-¿Qué vas a querer de comer?-Habla mientras seguimos en el auto.
-Pues lo que haya en tu casa.
-Pues lo que quieras, la cocinera  preparará todo lo que tú quieras. Al menos que la esposa de mi papá le haya dicho que cocinara algo, pero no creo. Ella solo está interesada en ella misma.
- Si que la odias mucho.
-La verdad sí. Si es que está en la casa verás lo mala persona que es.
-Ya no te enojes tanto, eso es malo para tu salud.-Rio un poco.
-Desde cuando te preocupas por mi eh.
-Desde que somos los mejores amigos del mundo.- Creo que acabo de arruinar los sentimientos de Mariano y se nota en su mirada un poco decepcionada.-Bueno, ¿entonces qué vamos a comer?-Hablo para evadir en incómodo momento.
-Qué te parece si... cocinamos nosotros.
-Me parece perfecto, solo que soy pésima.
-Te voy a enseñar la receta secreta de pasta Alfredo de mi abuela. Siéntete privilegiada.
-Uff, claro que me siento súper privilegiada.-Hablo mientras Mariano aparca el auto.
Su casa era enorme y hermosa, tenía un gran patio con alberca al aire libre junto con un jacuzzi. Nos dirigimos hacia la cocina, tenía una gran mesa en el centro donde la cocinera se encontraba preparando una bebida que era para la madrastra de Mariano. Pronto se fue y comenzamos a cocinar.
- Lai, así no se corta la cebolla.-Me regaña Mariano entre risas.-Mira, te voy a explicar cómo se agarra el cuchillo.
-¿cómo quieres que la corte bien si huele feo y mis ojos me están llorando?
-Toma el cuchillo y comienza a cortar delicadamente.
-Wow eres mi hábil con esto de la cocina.
-Pues eso quiero estudiar, debo de ser bueno ¿no?
-Yo creo que si.
-Mariano, ¿Qué haces aquí? creí que llegarías después.- Nos interrumpe su madrastra.-Bueno, ni siquiera me importa, vine por una botella de vino. Chau.-Sale rápidamente de la cocina con la botella en las manos.
Parece que ni siquiera notó mi presencia o simplemente ignoró el que yo estuviera ahí. Todo lo que Mariano decía de ella era cien por ciento cierto.
-Te lo dije, es súper maleducada y aparte alcohólica, de verdad la odio.
-Tienes razón, si ódiala.-En eso algo se comienza a derramar en la estufa.-¡El espagueti se está quemando!
-No puede ser, ¿ves cómo esa señora arruina todo?
-No le eches la culpa, a ti se te olvidó. Somos un fracaso.-Mariano abre la tapa de la olla en la que hervimos el espagueti.
-Pues quedó sobre cocida pero no está tan mal, aún sirve.- Habla mientras la prueba.
Mariano traía un Mandil de franjas azules y blancas que de verdad lo hacían ver muy sexy y tierno a la vez, tenía dos semanas que había tenido mi último periodo y estaba en el punto máximo de fertilidad. Era ahora o nunca.
Terminamos de preparar la comida, no fue la mejor pero tampoco quedó del todo mal. Almorzamos rápidamente y después regresamos a la cocina a recoger un poco de todo lo que habíamos usado. Mariano aún traía el mandil y yo me estaba derritiendo por comenzar a besarlo.
-Que guapo te ves así eh.
-¿Tu crees?
-Claro.-Sus ojos verdes me miraban fijamente, sus labios comenzaron a acercarse a mi y fue la pauta para que todo comenzara.-Hay que subir a tu habitación.
-Me parece bien.
Tuvimos sexo hasta más no poder, no me debería sentir orgullosa, pero es que de verdad Mariano sabía lo que hacía, y lo hacía muy bien.
Estaba recargada en él, acostados en su cama envueltos en cobijas aún desnudos viendo una serie de televisión. Ya eran cerca de las 7 de la tarde. De verdad que el tiempo se iba volando cuando estábamos juntos.
-Lai, el sábado es la fiesta del aniversario de la firma de abogados de mi papá.-Gira su cuerpo de tal manera en que quedaba mirando hacia mi.- La verdad es que estaré aburrido si no vas.
-¿Quieres que vaya?
-Si tú quieres, te lo agradecería mucho mucho.-Mariano frota mi cabello de una manera suave.
-Está bien, iré.
-¿Sí?
-Claro.
-Solo qué hay un pequeño problema.
-¿Cuál?
-Tal vez vaya Santiago.-Me quedo atónita ante sus palabras pero tratado de disimular.- Mi padre invitó a su familia, la verdad es que ya tiene como un mes que no hablo con él, ya sabes... se ha alejado de todo mundo. Aún no sé si se sienta preparado para salir pero puede que venga o puede que no venga.
-Oh ya.- Trato de sonar indiferente.-Ya te he dicho que me tomé muy personal lo de Santiago y que ahora ya no siento nada, ni tengo ningún sentimiento hacia el. Así que si va, no me molestará.
-Eso espero.
Hablar de Santiago con Mariano aún era muy incómodo, claro después de todo lo qué pasó era obvio que sería así.
La verdad no sabía cómo reaccionaría si veo a Santiago, si es que iba. Yo siento que solamente me tomará por sorpresa, pero hasta ahí.
Pero ya saben, el auto engaño es la mejor salida de nuestros problemas mentales.

Amarte sin condicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora