Familia

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La serotonina en mi vida ha regresado.
Esta semana la he pasado mucho mejor, en danza he mejorado cada vez más la coreografía, ahora tan solo faltaban 4 semanas antes de la competencia, por lo que la constancia y dedicación que debía tener era crucial.
Hoy es sábado, llegué desde las 7 al ensayo, hoy la directora iba a decidir quién haría un solo dentro de la coreografía, toda la semana hemos estado a prueba para ver quién se lo ganaría.
Era mi turno de pasar a hacer la prueba, ya habían pasado dos chicas delante de mi, pero para ser sincera, no lo habían hecho tan bien.
La instructora puso la música, yo me posicioné en el centro del salón y me concentré al baile, como si todo mi entorno desapareciera y solo quedara yo en el mundo.
Cuando todas terminaron por pasar, la directora se quedó deliberando unos minutos.
- Lo hiciste súper bien  Laila.- Dice Val, la chica que no me caía tan bien.
- Gracias, igual tú.
- Siento que está muy reñido entre tú y yo, pero que no haya rencores entre nosotras si alguna de la dos gana.
- Si claro, no pasa nada.
- Muy bien, ya decidí quién hará el solo.- Anuncia la directora.- Entre todas han sido dos que me han convencido, lástima que solo puede ser una, por lo que la chica que ha ganado el solo es...- Hace una pausa para emocionarnos más.- Laila.- Me lleno de felicidad al escuchar mi nombre.- La otra chica que también lo hizo bien fue Julieta, pero en el último giro te saliste del eje.
- Gracias, prometo que lo haré de lo mejor.- Digo agradecida.
- Eso espero. Listo chicas, a la salida se les entregará el itinerario del viaje, si algo no les parece háganmelo saber, no vemos el lunes, descansen y coman bien, nada puede salir mal en estos días.
Después de la buena noticia que me acababan de dar, era hora de irme. Todas fuimos a los lockers para recoger nuestras cosas. Estábamos hablando de todo lo que haríamos durante el viaje además de la competencia.
- ¿Entonces la mayoría irá con sus novios?- Pregunta Andrea, una compañera que de lo único que sabía hablar era de hombres.
- Yo sí.- Contestan al menos tres personas al unísono.
- ¿Tu Lai?- Me cuestiona Val al ver que me había quedado callada.
- No lo sé, tenía pensado ir con mi mamá, pero al ver que todas irán con sus novios, tal vez lo piense, no sé, es complicado.
- Anda, imagínense lo genial que sería que nuestros novios se lleven bien. Además ya tiene un buen que andas con él y es la hora que no nos lo presentas.- Insiste.
Las chicas y yo de vez en cuando hacíamos reuniones después del ensayo para desestresarnos un poco, algunas de ellas llevaban a sus novios a esas reuniones, la última que hubo fue cuando Santiago y yo estábamos peleados y fue por eso que ni siquiera yo fui.
Terminé por contarles la razón por la que no fui a esa última reunión, las demás igual contaron los problemas que tenían con sus parejas y después de una larga plática de chismes y cotilleos decidí irme.
Quería llegar temprano. La semana pasada que se quedó a dormir en mi casa pensé en lo mucho que me gustaría que él me visitara y se quedara más seguido, entonces busqué por todo internet opciones para adaptar una casa para una persona en silla de ruedas. Al final decidimos mi madre y yo que instalaríamos una rampa en la entrada y una rampa para pasar al patio trasero, también instalaríamos una plataforma eléctrica que sube y baja las escaleras para que Santiago pudiera acceder fácilmente al segundo piso. Hoy estaban los que se encargaban de adaptar todo esto desde las 9 de la mañana, ya eran las 12 y seguramente todo ya estaba listo.
Mi familia comenzaría a llegar a las 3, pero yo cité a Santiago a las 2:30 para que viera todo lo que había hecho en mi casa para él.
Al llegar mi madre estaba despidiendo a los trabajadores, había quedado muy bien, estaba muy emocionada por la reacción que tendría. Acto seguido subí a ducharme para deshacerme de todo el sudor que me había ocasionado la ardua clase de danza. Hacía calor, así que vestí con un overol de short de mezclilla una blusa color mostaza por abajo, por último unos converse blancos y accesorios como un collar de pequeñas estrellitas doradas y aretes de soles que hacían juego con el collar.
Daniel ya estaba en el patio cortando los vegetales para comenzar a cocinar, mi madre estaba en la cocina preparando una ensalada y yo bajaría en un momento a hacer las bebidas, mi abuela y tías siempre llevaban algo para complementar la comida, la verdad es que mi familia es muy excelsa y cada que hacíamos este tipo de reuniones sobraba demasiada comida por la gran cantidad que hacían.
Cuando estaba por cepillar mi cabello el timbre sonó, como todos estaban ocupados decidí ir yo a ver quién era. Eran Diego y Santiago.
Con el cabello enredado y la mitad de mi make up hecho, salí a abrir. Apenas eran 1:40 y Santiago ya había llegado.
- ¡Amor!- Digo emocionada de verlo pero con extrañeza por la hora que era. Se veía más guapo de lo normal, esta vez en verdad que se había arreglado, seguramente para darles la mejor impresión a mi familia; vestía una camisa de lino blanca con algunos botones desabrochados, unos pantalones negros y sneakers, tal vez para verse formal pero no tanto, también llevaba un Rolex que hacía que sus brazo se vieran tan sexy que si fuera por mi Santiago y yo subiríamos directo a la cama. Llevaba un anturio en el regazo, el cual me causó más dudas.- ¿Por qué tan temprano? ¿Y esa plantita?
- Tú me dijiste que a la 1:30 y esa plantita es para tu abuela, no sabía qué regalarle y pensé: a todas las abuelas les gustan las plantas.
- Claro que no, te dije que a las 2:30. Pero si es un buen regalo, precisamente mi abuela tiene un huerto en su patio.
- No es cierto. Si quieres revisa los mensajes.
- Bueno como sea, que bueno que llegaste porque te tengo una sorpresa.
- Me avisas cuando quieras que venga por ti.- Dice Diego antes de irse.
- Vale.- Dice él.
- Byee.- Me despido de Diego mientras sube a la camioneta.
- Ya hay que entrar, Daniel está apenas preparando todo y yo estaba terminando de arreglarme.
- Con razón te ves tan fea.
- Vete a la mierda.- Digo con enojo.
- Te amo.- Me da una nalgada al ir yo en frente de él camino a la entrada principal. Hace que ría.
- Muy bien, aquí está tu sorpresa.- Hablo al llegar.
- Corazón...
- Quería que cuando vinieras a mi casa todo fuera más fácil, así podrás venir más seguido.
- Ven.- Abre sus brazos para que me acercara a él. Me siento en sus piernas y recibo su abrazo.- Gracias Lai. En verdad a veces pienso que no te merezco.- Me abraza con más fuerza.
- No digas eso.- Le plantó un beso en los labios y me levanto rápidamente.- Pero ven, aún falta más.
- ¿De verdad?- Entramos a la casa llevándolo de la mano hasta las escaleras.
- Qué tal eh.
- O por Dios, esto apenas lo van a instalar en mi casa.
- Pues aquí ya podrás subir a mi habitación cuando quieras.
- ¿Lo probamos?
- Sí sí.- Digo con emoción. -Lo único que debes hacer es subir a esa plataforma y apretar este botón.- Le paso el pequeño control que dirigía el ascensor. Él sube y poco a poco va a ascendiendo hasta el segundo piso, yo voy tras de él.
- Wow, esto es mucho mejor que tu arrastrándome por las escaleras.- Suelto una carcajada.
- Ya nunca más pasaremos por eso.
- Eres increíble Lai. Te amo mucho.- Nos damos un breve beso en los labios.
- Ven, ahora acompáñame a terminar de arreglarme.
- ¿Qué te falta?
- ¿Qué no se nota que traigo una pestaña con rímel y otra no?
- No me había dado cuenta.
- Pues qué tonto.
- A ver, yo te cepillo el cabello mientras tú haces eso.- A continuación puse el banco del tocador frente a él y comenzó a cepillarme jalando cada mechón de lo peor.
- Amor, me vas a dejar sin pelo si lo haces así.- Estaba muy adolorida.- Mejor lo hago yo sola.- Le quito el cepillo de las manos.
- Sólo quería hacer algo lindo por ti.
- No fue nada lindo.- Ambos reímos.
- Listo, ahora los ojos. ¿Quieres que te los enchine?
- Eso duele ¿no?- Dice al ver el artefacto que enchinaba las pestañas.
- Ay obvio no, déjame enchinartelas, ándale.
- Hmm, bueno.- Tomé el enchinador y apreté sus pestañas hacia arriba varias veces hasta que quedaron tan rizadas que sus ojos destacaban su rostro con mayor belleza.
- Wow amor, quiero tus pestañas, están más largas que las mías.
- A ver.- Voltea su silla hacia el espejo.- Me veo guapo.
- Sí estás.- Le dejo cariñitos en el cabello.
- ¿Ya acabaste?
- Ya, solo me falta el último toque.
- ¿Cuál es?
- Gloss en los labios sabor fresa.- Me lo aplico.- ¿Quieres probar?- Le dejo un beso en los labios.
- Sabe muy bien.- Lame los restos de gloss que dejé en sus labios.- Listo, ahora vamos a ayudarle a tu mamá.
- Vale.
Al bajar mi madre y Daniel estaban en el patio con la paellera en el carbón preparando todo. Santiago apreció una vez más la rampa que había puesto para él.
- Hola Santiago.- Saluda mi madre.- ¿Te gustó lo que instalamos en la casa?
- Claro que sí señora, muchas gracias, en verdad.
- No tienes nada que agradecer. Por cierto Lai, tienes que estar al pendiente para cuando llegue tu abuela y tus tíos.
- Síp.
- ¿Quiere que le ayudemos en algo?- Le dice Santiago a Daniel al ver que estaba muy apurado cocinando.
- No hijo, estoy bien, si quieren solo preparen las bocinas para poder escuchar música.
- Okay...- Responde.
- Ven, acompáñame por las bocinas.- Le digo a Santiago. Regresamos al interior de la casa, aún faltaban unos cuarenta minutos para que mi familia comenzara a llegar.- ¿Puedes ver si en ese mueble está el cargador?
- Sí.- Le echa un vistazo al mueble que estaba frente al sillón de la sala de estar.- No lo veo, pero sí veo un itinerario de viaje a Miami.- Toma la hoja que al llegar había dejado ahí para que no se perdiera.- Día uno llegada a las 9:00 a.m, check in en el hotel a las 11:00 a.m.
- Es para lo de danza.- Digo antes de que siguiera leyendo.- Ya es en un mes.
- O por Dios. Seguramente estás muy emocionada.
- Más que emocionada preocupada.
- Ojalá pudiera estar ahí para apoyarte ¿Me vas a enviar muchos videos de cuando bailes?
- Claro, ojalá pudieras ir.- De pronto esa vaga idea de llevar a Santiago a Miami se me hizo posible, ¿por qué no le había planteado esa idea a Santiago?- Y si sí vas, la mayoría irá con sus novios, imagínate, tú y yo solos en Miami, playa, sol, arena y mucho bloqueador.- Digo frenéticamente, cada vez me emocionaba más.
- ¿Lo dices en serio?
- Muy en serio.
- No lo sé Lai, es complicado.
- Dime que no te gustaría, sería un sueño que vayas conmigo.
- Claro que me gustaría, en verdad mucho, estaría genial, pero aún no soy tan independiente como para irnos solos...
- Por eso no te preocupes, ya tengo dos boletos, podemos cambiar el nombre de mi mamá por el tuyo, seguramente lo entenderá, y ver si hay algún boleto disponible en el mismo vuelo para tu enfermero.
- Va va va.- Dice tan emocionado como yo.- Solo falta pedir permiso.
- Tu mamá me ama, seguro va a decir que sí.
- Eso espero, ya sé, la siguiente semana me darán mi certificado de la preparatoria y mis padres quieren hacer una comida especial por eso, así que les podemos decir ese día.
- Sí si sí.- Salto de felicidad.- Ay qué emoción. ¡Ya quiero!- Vocifero.
Al terminar esa emocionante plática, salimos a conectar la bocina. Después Santiago y yo ayudamos a mi madre a llevar los platos a la mesa del jardín, estuvimos un rato sentados junto a Daniel mientras nos explicaba paso a paso cómo es que haría su maravillosa paella.
- ¿Estás nervioso?- Me inclino hacia Santiago al ver que no estaba tan platicador como de costumbre.
- Un poco, sí. ¿Tu familia sabe de esto? ¿De que no puedo caminar?
- No amor, no saben.
- O sea que todos se van a sorprender cuando me vean...
- Si se sorprenden será por lo guapo que estás, no por tu silla de ruedas.- Santiago deja escapar una risita.- pero tú no te preocupes, todos son súper buena onda.- Omito la parte de los tíos Dalia y Germán, no quería que se sintiera mal y se preocupara por eso, así que cualquier cosa que pasara yo lo defendería.
Toda mi familia ya sabe que tengo novio, pero solo eso, nada a detalle, así que haciendo evidente lo que ya es evidente, a todos les tomará por sorpresa el que mi novio esté en una silla de ruedas.
Por fin sonó el primer timbre, ansiosa por ver quién era corrí a ver rápidamente en el interfón, se trataban del tío Alejandro y su novia Marian, llevaban un vino y dos six de cervezas en las manos. Es mi tío favorito si me lo preguntan, el más joven de los hermanos de mi mamá, no hace mucho cumplió 35 años, estudió ingeniería química porque mi abuelo (que en paz descanse) lo obligó, pero su verdadera vocación es la música, siempre ha llevado una novia diferente en cada comida familiar, hasta que llegó Marian a su vida, al menos es la novia más estable que ha tenido.
- ¡Pero si es mi sobrina favorita!- Habla feliz al abrirle la puerta, después me da un abrazo que casi me rompe las costillas.
- Hola tío.- Digo casi asfixiandome.- Hola Marian.- Saludo a su novia al deshacerme de los brazos.
- Hola Lai, qué gusto verte.
- ¿Dónde está el afortunado?- Pregunta con intriga volteando a ver por todos lados.
- En el patio, por favor no me hagas sentir vergüenza.
- ¿Y esas rampas?- Pregunta con extrañeza mientras vamos caminando al patio.
- Ahorita verás...
Santiago estaba en su celular, a mi parecer trataba de no verse tan angustiado como en realidad se sentía. Al escuchar mi voz levantó la mirada repentinamente pero después alzó una cálida sonrisa en los labios. Se veía tenso, volteé a ver a Alejandro y él respondió con la misma sonrisa.
- Con que tú eres Santiago.- Una expresión de extrañeza apareció en su rostro.- Un gusto, soy Alejandro, el tío favorito de Laila. ¿Verdad?
- Un gusto.- Pronto le extendió la mano, mi tío se quedó mirando por unos segundos al ver la extraña posición de las manos de Santiago y a continuación la tomó como cualquier persona, la agitó tanto con tanta emoción que hasta la silla de ruedas se movió un poco. Santiago por fin destensa los hombros al realizar lo bien que lo había saludado.
- Ella es mi novia, Marian.
- Holaaa.- Se inclina a darle un beso en la mejilla. Después ambos saludan a mi madre y a su novio.
- ¿Quieres una?- Alejandro le extiende una cerveza en lata a mi novio.
- Claro, gracias.- Santiago toma la cerveza con ambas manos entrando yo a su rescate.
- Te la abro amor.- Digo al ver que le iba a ser imposible abrirla.- ¿A mi no me vas a dar?- pregunto a Alejandro.
- No se te quita lo borracha. Santiago, no dejes que sea así.- Hace que ruede los ojos bromeando.
- Así la quiero.- Santiago me voltea a ver con una sonrisa de oreja a oreja.
- Yo no soy así, solo a veces.- Digo mustiamente.
- Ahorita no estás tomando tanto por lo de tu competencia ¿o si?- Pregunta Alejandro.
- No puedo, o tal vez pueda pero solo una cerveza y ya.
- Mi sobrina baila excelente, ¿la has visto?- Se dirige a Santiago.
- No la he podido ver, pero estábamos pensando en irnos juntos a Miami. ¿Verdad amor?- Me toma de la mano.
- Síp, pero no vayas a decir nada, aún no le decimos a mi mamá.
- Okay.- Contesta Alejandro susurrando.
En eso sonó el timbre una vez más, me encargué de ir otra vez a abrir dejando a mi tío con Santiago. Ahora se trataba de mi tía Lorena con su esposo y mi primo Maxi, el típico puberto de 12 años que siempre cargaba un Nintendo SD a todos lados. Seguido de ellos llegó Sara, la prima de mi mamá que era casi como su hermana ya que habían vivido juntas desde niñas, recién tuvo un bebé, pero aún nadie sabe quién es el padre.
A todos los llevé hasta el patio pasando por el mismo proceso de presentarlos con mi novio, todos sin excepción lo saludaron de la mejor manera, incluso Maxi, que es la persona más introvertida que conozco.
Santiago ya se notaba totalmente relajado, se integraba muy bien a la conversación de la familia, incluso Sara le puso a su bebé en las piernas para que lo cargara por unos minutos, lo cual fue la imagen menos anticonceptiva para mi, al verlo cargar un bebé me dio tanta ternura que si por mi fuera, ahora mismo me embarazaría con tal de ver a Santiago como el padre de mis hijos.
Daniel ya había terminado de cocinar la paella, ahora solo estábamos esperando a la abuela, al tío Germán y a la tía Dalia con sus hijos gemelos que son los niños más desesperantes y berrinchudos que he visto, seguramente llegarían juntos ya que la abuela no vive muy lejos de donde viven ellos, así que la mayoría de las veces que tenemos una reunión pasan por ella.
Sonó el timbre por última ocasión, pero yo estaba ocupada sirviendo copas de clericot a todos, por lo que mi mamá salió a abrir.
- No me des la pajilla.- Habla Santiago al ver que estaba por colocarla en su copa.
- ¿Por? Si no, no te lo vas a poder tomar.
- No quiero que tu familia vea que necesito de eso para tomar.- Habla discretamente.
- Amor, no pasa nada si usas la pajilla. Nadie te va a decir nada.
- No me la pongas.- Insiste.
- Bueno, haz lo que quieras.- Me molesto un poco, no me gustaba que Santiago hiciera ese tipo de cosas por pena, pero como siempre, trataba de entenderlo.
- No te enojes Lai.- Me mira acongojado.
- No me enojo, pero ya te he dicho mil veces que...
- Mi niña hermosa.- Llega mi abuela dándome mil besos por toda la cara interrumpiendo mi efímera discusión con Santiago.- ¿Cómo está mi changuita?
- Changuita.- Escucho decir a Santiago con voz queda en tono burlón, sabía que se estaba riendo de mi apodo en su interior.
- Muy bien abuela ¿tu? ¿cómo vas de tu rodilla?- La abuela se cayó la semana pasada en las escaleras de su casa, por una razón las abuelas tienen la mala costumbre de caerse muy seguido, es como su hobbie.
- Ya mejor hija, me puse unos fomentos de árnica y con eso se bajó la inflamación.
- Que bien que estás mejor.- Le digo antes de que comenzara a hablar de sus remedios caseros.- Pero bueno, feliz cumpleaños, te quiero mucho.- Siempre que abrazaba a la abuela, un aroma a crema de rosas entraba a mis sentidos haciéndome sentir protegida.
- Muchas gracias mi niña, mi changuita.- Vuelve a darme besos en las mejillas.- ¿Y este muchacho tan guapo quien es?- Mira a Santiago sorprendida, él se pone nervioso una vez más.
- Él es mi novio, Santiago.
- Un gusto señora.
- No me digas señora, dime Duvi.- El nombre real de mi abuela era Eduviges, un nombre muy anticuado si me lo preguntan, así que todos le decíamos de esa forma. Por último la abuela le da un gran abrazo a Santiago haciéndolo una vez más, sentir calidez.
Sabía que la abuela no tenía ningún estigma con la discapacidad, ya que los últimos años de vida del abuelo fueron así, nunca se cuidó de la diabetes y por ello tuvieron que amputar su pierna izquierda. Ella lo cuidó hasta su último día de vida, lo amaba mucho, ojalá lo hubiera conocido más, cuando eso pasó yo tenía apenas tres años.
- Muchas felicidades.- Dice aún en el abrazo.- Le traje un regalo.- Dirige su silla hasta el lugar donde había dejado el anturio.
- No te hubieras molestado. Muchas gracias hijo.- Dice mi abuela tan feliz.- Justamente quería comprar una planta como esta la semana pasada.- Le da un ultimo abrazo.
- Ya llegamos.- La voz chillona de la tía Dalia se aproximó por atrás. Era como si tuviera la nariz tapada todo el tiempo, era como la voz de la Bratz que siempre tiene un parche en la nariz.- ¿Cómo está suegrita? Feliz cumpleaños.
- Gracias Dalia.- Responde ella.
- No nos avistaste que vendrías con novio.- Aparece el tío Germán. La pareja se queda mirando a Santiago de pies a cabeza como si estuviera juzgando.
- Soy Santiago.- Dice con desasosiego. Extiende una vez más la mano pero esta vez para saludar a Germán. El sin embargo lo deja con la mano extendida y solo le da unas palmadas a Santiago en el hombro.
- Mucho gusto.- Contesta con una hipócrita sonrisa. Santiago me voltea a ver y termina por bajar su mano, en cambio la tía Dalia ni siquiera se acerca a él.
- Vengan niños, a saludar a su abuela.- Le indica Dalia a sus molestos hijos omitiendo completamente el hecho de que Santiago también estaba ahí, la abuela los recibe con un abrazo, después se le quedan mirando a Santiago y solo agitan la mano en forma de saludo con miedo.
- Ellos son mis primitos, son gemelos si ya te diste cuenta.- Hablo para no hacer más incómoda la situación.
- Hola.- Dice él como respuesta a su saludo.
- Bueno, iremos a ayudarle a tu mamá a ver qué más necesita.- Termina por decir Dalia haciendo que todos se vayan dejándome sola con Santiago.
- No te lo tomes personal corazón, ellos así son con toda la gente.- Le digo a Santiago para que no se sintiera mal.
- No pasa nada.- Suspira negando con la cabeza.
- Ven, creo que ya está lista la comida.- Tomo a Santiago de la mano llevándolo hasta la mesa.
- Así que eres la changuita.- Se burla de cómo me llamó mi abuela.- Changuita, changuita, changuita.- Repite en un tono de voz agudo.
- Déjame tranquila, solo así me puede decir mi abuelita.- Le doy un golpe en el brazo.
- Perdón changuita.
- Yaaaa.- Cruzo los brazos.
- Lo siento, no lo vuelvo a hacer changuita.
- Que yaaa, no me digas changuita.
- Es mi changuita.- Mi abuela voltea hacia nosotros con una sonrisa al escuchar la palabra dejando de platicar con mi mamá.
- Que tierna ¿Por qué le dicen así?- Sabía que Santiago preguntaba para molestarme y no por curiosidad, se le veía en su malévolo rostro.
- Es que de chiquita, cada que íbamos a la casa de campo se desvestía toda y se quedaba solo con sus calzoncitos. Después se subía a los árboles de frutas que había en el patio y se colgaba de ellos como changuita.
- Abuela...- Me comienzo a enrojecer después de toda la información que había soltado.
- Mi niña, siempre tan graciosa.- Ríe un poco y vuelve a su conversación.
- No digas nada o te corro de la casa.- Hablo molesta, aunque en el fondo también me estaba muriendo de la risa.
- No te imagino en calzones colgada de un árbol.- Santiago continuaba riendo.
- Ya basta, cuando conozca a tu abuela le voy a preguntar cómo te dice de cariño y me voy a vengar.
- Lastima que vive a 12 horas de aquí.
- Tienes suerte.
- Ayuda a servir la comida Lai.- Me indica mi madre.
- Voy.- Me levanté del asiento en el que estaba, honestamente no era muy fan de la paella, pero esta se veía apetitosa, terminé por servirle a todos, al final tomé el plato de Santiago. Sabía que no le gustaban las almejas, y tampoco a mi, así que a nuestros platos solo le eché algunos camarones, pollo y carne.
- ¿Así amor?- Le pongo el plato sobre la mesa mientras me siento a su lado.
- Síp, gracias.
Esperamos a que todos se sentaran para poder comenzar a comer, el tío Alejandro que siempre era el encargado de la música, puso boleros de fondo para complacer a la abuela.
- Gracias a todos por venir.- Dice mi madre siendo la última que faltaba en tomar asiento. Todos comenzaron a comer y a platicar unos con otros.
- ¿Traes tus cubiertos o te ayudo a ponerte los normales?- Hablo con voz queda para no llamar mucho la atención. Aunque Santiago ya sabía usar los cubiertos normales, a veces pasaban accidentes o le era más difícil tomar la comida.
- Diego los empacó en el compartimento de atrás.- A Violeta siempre se le olvidaba guardarlos cada que salíamos, no sabía si era intencional o no.
- Deja los saco.- Hice lo que me indicó y se los coloqué en las manos.
- ¿Me pelas mi camarón?- Me dice al ver que le iba a ser imposible hacerlo por si mismo, pero sabía que estaba su doble sentido de por medio.
- Nada me gustaría más que eso.- Continuo su juego.
- Está muy grande ¿no?
- Ya estás acostumbrada a los camarones grandes.
- ¿Si verdad? ¿Le dejo la cabeza?
- Si a ti te gusta te la puedes comer.
- No mames que asco.- Termino por decir para después reír. Me tapo la mano con la boca al notar que la prima Sara deja escapar una risa, estaba al lado de nosotros y no me había dado cuenta que había escuchado todo nuestro jueguito. -No es cierto Sara, todo es broma.
- Que pena.- Santiago se cohibe pero no podía evitar dejar de reír.
- Ya ni porque están comiendo con la abuela aquí.- Bromea.
- Perdón perdón.
Después de ese vergonzoso incidente pasamos un rato platicando de lo bien que había quedado la comida, una vez más de los viajes a España de Daniel, Santiago de vez en cuando comentaba algo a la plática, se incluía bien con todos y eso me llenaba de tranquilidad.
- ¿Y a qué te dedicas?- Vuelve Sara con nosotros.
- Acabo de terminar la preparatoria, voy un poco atrasado pero la siguiente semana me darán mi certificado.
- Que bien, ¿y qué piensas hacer después?- Sabía que ese tema aún era delicado para Santiago, no quería que ese tema lo incomodara.
- Aún no lo sé, pensaba medicina.- Encoge los hombros sin dar mucho detalle.
- Sí deberías pensarlo, sin ofender eh, pero no creo que con tu discapacidad puedas hacer mucho.- Escupe Dalia sin pelos en la lengua. Santiago abre los ojos como plato al escuchar sus palabras.
- Bueno, siempre hay una manera.- Entra Daniel a la conversación.
- No quiero sonar mal, pero en mi trabajo convivo con gente como tu y es muy difícil que hagan cosas como la gente que no tiene nada.- Añade el tío Germán, el enojo emerge en mi a pulso.
- ¿Gente como él?- Me decido a hablar totalmente ofendida.
- Lai... - Santiago toma mi mano por debajo de la mesa para que me controlara, sabía que cuando me enojaba no había vuelta atrás.
- Yo digo que tú puedes estudiar lo que quieras.- Dice mi madre para calmar la situación, sabía cómo eran su cuñada y su hermano.- Y Germán, no digas tonterías.
Yo sin embargo, opté por no decir nada, y tampoco Santiago. Sabía que entre más rápido saliéramos de la conversación mejor sería para él.
- Mejor cuéntenos cómo se conocieron.- Dice la abuela, ahora sí la atención de todos estaba en nosotros.
- En la preparatoria.- Santiago carraspeó un poco dejando atrás lo que había dicho Germán.- Pero fue hasta finales del penúltimo año cuando nos conocimos. ¿Verdad amor?
- Síp, la verdad es que yo le gustaba desde antes pero no fue hasta ese momento que se decidió a hablarme.- Añado yo.
- Yo también le gustaba pero ella fue la que nunca se atrevió a hablarme antes.- Todos se echaron a reír, excepto Germán y Dalia, ellos se quedaban con cara de molestia, en verdad ya no los estaba tolerando.
- Lo bueno es que ahora están juntos.- Dice Marian sonriendo.- Hacen una linda pareja.
Continuó la comida un rato más, además del platillo principal, la abuela trajo un hojaldre de espinacas con queso y panecillos brioche horneados por ella misma, todo era tan bueno que aparte de la paella nos comimos dos rebanadas de hojaldre y como 5 panecillos.
- Amor, tu pancita de perrito.- Santiago masajea mi pancita en círculos.
- Comí mucho, creo que voy a vomitar.
- A mi aún me queda espacio para el postre.
- Comes como cerdo.- Me burlo de él.
- Cállate perrita panzona, no es mi culpa que tu abuela cocine tan bien.
- Qué bueno que te gustó hijo. La hice con mucho amor para todos.- Mi abuela vuelve a escuchar nuestra vergonzosa conversación.
- Todo muy delicioso abuela. Te quiero.
- Yo más mi changuita.- Santiago hace una expresión de sonrisa burlona. Otra vez.
El atardecer llegó escondiendo el sol entre las nubes y el vino tomó lugar en la mesa, le serví a Santiago algunas copas más, seguía la conversación en buen estado y por suerte mis tíos ya no habían hecho ningún comentario impertinente. Por otro lado, sus hijos no tardaron mucho en hacer el berrinche de su vida, pues llevaban casi 1 hora con el mismo plato de comida llorando porque sus padres no los dejaban levantarse de la mesa hasta acabarlo.
El esposo de la tía Lorena vio la oportunidad de traer su dominó que llegaba hasta el número 9 para que todos jugaran, era fan de jugar en cada reunión familiar y para ser honesta, nos divertíamos mucho.
- Que Santiago tome primero.- Lorena propone al terminar de revolver las fichas. Él asiente con una sonrisa.
Hice que Santiago colocara sus fichas de una manera en la que nadie las viera. Mi chico era muy inteligente como para dejarse ganar, sabía que era ambicioso para este tipo de juegos, y ganar para él no era una opción.
- ¿Y ese tiro?- Dice Marco, el esposo de la tía Lorena al ver que no comenzó con una mula.
- Es el inicio de mi estrategia para ganar.- Contesta bromeando y todos se echan a reír. Era mi turno, a pesar de que quería que Santiago ganara para que todos se sorprendieran yo también quería ganar. En toda la partida lo estuve atacando con el número 4 ya que era el que me había tocado en casi todas mis fichas, lo hice comer algunas fichas de más, pero a pesar de eso, terminó ganando.
- Te odio, en verdad.- Le digo al terminar la partida. El tío Marco quedó sorprendido por lo rápido que no ganó a todos.
- No es mi culpa ser tan hábil en esto.
Jugamos otras partidas más pero mi novio ganó al menos el 70% de ellas.
- Que bueno que no apostamos dinero, Santiago nos hubiera dejado pobres.- Dice la tía Lorena al perder por milésima vez.
- Ya vamos a partir el pastel.- Llega mi madre con el pastel y las velas encendidas. Despejamos la mesa para que la abuela se pudiera sentar en medio, mi madre encendió las luces colgantes para ambientar la situación. Cantamos las mañanitas y al final todos le dimos un abrazo, incluso Santiago le dio uno, ella lo recibió y le terminó dando tantos besos como a mi. En verdad me daba gusto que les cayera bien a toda la familia.
Mi madre partió el pastel de tres leches en rebanadas, le sirvió a Santiago, pero al recibirlo sus manos no lo sujetaron bien y se le cayó al piso, el automáticamente llevo su silla hacia atrás para que las ruedas no se ensuciaran de pastel, pero al hacerlo chocó con uno de los gemelos, comenzó a llorar como si se hubiera roto la pierna pero en realidad había sido un pequeño empujón.
- Perdón, perdón pequeño.- Se disculpa muy preocupado al ver la reacción del niño.
- Fíjate más.- Rezonga Dalia acariciando a su hijo como si hubiera pasado lo peor del mundo.
- Perdón, no fue mi intención.
- Claro que no fue tu intención, con esa silla de ruedas nada será tu intención.
- Mejor educa a tu hijo y no dejes que sea tan berrinchudo. Santiago ni siquiera le pegó.- Entro yo. A pesar de que era mi tía, cada que tenía la oportunidad le decía sus verdades.
- Si no le hubiera pegado mi bebé no estaría así.- Abraza al niño.- ¿Dónde te lastimaste corazón?- El niño estaba tan ocupado chillando que ni siquiera contestó.
- Más vale no le haya pasado nada.
- Ay ya, no le pasó nada.- Dice mi madre al ver la situación.- Toma otra rebanada.- Mi madre le da otra rebanada a Santiago ignorando por completo a su sobrino.
Santiago y yo nos fuimos a sentar a una banca que estaba algo alejada de todos, justo donde me senté con Karim la vez que vino a mi casa y tomamos jugo de manzana.
- Siempre la cago.- Habla Santiago con un bocado de pastel en la boca.
- No amor, mi tía es horrible, nunca me ha caído bien.
- Soy inútil, no era tan difícil sostener un plato de pastel.
- No te eches la culpa, fue un accidente.- Paso mi mano por su cabello como forma de consuelo.
- En fin.- Suspira.- Necesito ir al baño a descargar la pipí.- Le echa un vistazo al catéter que estaba totalmente lleno.- No queremos que tu tía tenga otro motivo para tirarme mierda.- Lo dice tan serio que me asusto por sus palabras.- Es broma, comienza a reír. Sin rencores.- Aunque lo decía de broma, sabía que en el fondo le dolía, y eso hacía que me enojara más con ella.
- No hagas caso amor, está amargada.
Me paré de la banca para ir hasta el baño que estaba junto a la sala de estar. Para llegar teníamos que pasar por la cocina.
- ... yo no sé porqué no le dices a tu hija que corte con ese inválido.- Escucho la voz de Dalia al pasar por ahí, quería continuar el camino para que Santiago no escuchara, pero él se detuvo tan rotundamente que no tuve otra opción mas que quedarme con él.- Le tiene que ayudar en todo, qué feo tener a alguien así.- Escupe la maldita. En verdad la odiaba.
- Santiago es muy buena persona, mi hija lo quiere y no voy a interferir en ellos solo porque a ti no te gusta.-Le contesta mi madre molesta.
- Tiene que hacer todo por él ¿que no viste como le tiene que ayudar hasta para comer?
- No tiene nada de malo que lo ayude.
- Imagínate si un día se casan, qué vidita le va a esperar a tu hija con ese niño que ni las manos le sirven.
- ¿Qué te pasa? Ten un poco de respeto.
- Ay Victoria, si fuera mi hija yo ya la hubiera obligado a cortar con él.
- Santiago es una persona capaz como cualquier otra. Y qué bueno que no es tu hija porque si no la educarías tan mal como a tus hijos precisamente.- Mi madre defiende firmemente a mi novio.
- Si educaras bien a Laila no sería tan contestona como es ahora.
- La eduqué tan bien, que sabe defenderse de gente como tú.
Miro a Santiago, su aspecto había cambiado tan drásticamente que no sabía qué hacer.
- Es mejor que me vaya.- Anuncia él totalmente afligido por lo que acabábamos de presenciar.

Amarte sin condicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora